El Mini que arrasa en los ralis

Carlos Pereiro

MOTOR ON

MARCOS MÍGUEZ

Conduce el único Mini Cooper S del campeonato gallego. Pablo Álvarez siempre echó de menos el que fuera el primer coche de su vida, por eso cuando adquirió uno para restaurar hace cinco años quiso unir la pasión por este vehículo con la de ser piloto de ralis. Lo logró, y ahora su equipo es ya un clásico de las pruebas gallegas, con frecuentes salidas nacionales e internacionales. Allá por donde pasa, el espectáculo está asegurado. ¿Quién puede resistirse a un coche del año 71?

14 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay algo que Pablo Álvarez no puede ocultar al resto del mundo es su pasión por el mundo del motor. Más aún, si en la ecuación incluimos el legendario modelo Mini Cooper. Su relación con él es especial. Fue el primer coche que condujo con el permiso y el carné en la cartera. «Originalmente pertenecía a mi padre y luego pasó a mí. Lo vendimos pero siempre me quedó esa espinita ahí clavada, hasta que en el 2013 compramos uno, lo restauramos y lo preparamos para ralis», dice.

Así, hace ahora cinco años Pablo aunó su amor por el automovilismo con el de un modelo que tenía algo especial. Dos pájaros de un tiro. Comenzó a inscribirse en diferentes pruebas de regularidad, siendo la de Lalín la primera. Luego Asturias, Portugal... Y hace apenas unos días, el Rallye A Coruña, con un trazado que el piloto conoce bien al haber sido durante años un colaborador habitual para su organización y funcionamiento.

De acuerdo, es obvio que el Austin Mini Cooper S de Pablo y Jose A. Varela, su copiloto, no puede competir de tú a tú con un Fiesta R5 o un Mitsubishi EVO IX, al menos sobre el propio asfalto y los tiempos que en él se logran. Fuera de él, ya es otro cantar. No todo va a ser velocidad. Ser el único Mini del campeonato gallego tiene sus propias ventajas y una es, sin duda, la gran popularidad de la que el coche goza entre los aficionados. Ahí, el Mini de Pablo y José es un campeón indiscutible.

«Es un coche espectacular», ríe Pablo. «Es muy fácil derrapar con él. Puedes ponerlo muy rápido al límite. Posee una estética preciosa», añade. Esto último no es una exageración. El piloto coruñés recuerda una anécdota sucedida durante el Rallye de Narón, en el que compartía asistencia con Jorge Pérez y su Clio R3. Allí la sorpresa le invadió al comprobar cómo se había generado de la nada una cola enorme para poder fotografiar su coche clásico. Los mecánicos de Pérez reían y comentaban la jugada.

«Para los niños es la leche. Flipan al ver un coche tan pequeño». La realidad es que si uno lo ve en persona puede parecer casi un juguete en comparación con los vehículos de hoy en día. Es del año 71. Muchas cosas han cambiado, pero la esencia ha conseguido conservarla, y de qué manera. «Pesa unos 700 kilos, tiene una relación peso/potencia muy buena. No posee una velocidad punta bestial, ni siquiera es capaz de frenar más que una Vespa. El disco de freno es poco más grande que un cedé».

Todo esto no es baladí. La conducción del Mini se convierte en un reto en sí mismo dada sus características únicas. La mayoría de los pilotos probablemente acabarían en la cuneta si trataran de salirse un poco de la norma. «Es muy peculiar a la hora de ser pilotado. Ya parte de una posición extrañísima, con el volante casi en el centro. Los pedales también los notarás cambiados».

Esa habilidad al volante ha quedado demostrada en más de una ocasión. Las marcas que maneja el Mini de Pablo son contundentes, llegando a figurar entre los primeros clasificados de su categoría reiteradas veces. Compite dentro del grupo cinco en Galicia, y dentro del dos en España. ¿Un objetivo? Lograr colocarse en ese podio siempre que se pueda.

Por supuesto, todo aquel aficionado o curioso ya entrado en años se acerca a Pablo para poder contarle alguna historia sobre el Mini que tuvo en su día, tales como aquella noche en la que hasta ocho jóvenes se subían en uno para poder ir a la discoteca de turno o al campo de la fiesta vecino. En Portugal, país al que es regularmente invitado a participar, la pasión por los modelos clásicos roza el tremendismo. «Tienen un respeto por ellos bestial. En noviembre correremos de nuevo», cuenta.

Además de José A. Varela como copiloto, Pablo cuenta con la inestimable ayuda de Santiago Freire y César Santos, sus mecánicos. Todo queda en casa, pues los medios de que disponen son limitados, pero las ganas y la constancia suplen lo que sea. «No somos profesionales, más bien somos fanáticos del Mini», bromea el piloto. Aunque sus compañeros ya se lo han comentado en más de una ocasión, que la mano se le echa porque conduce este coche en concreto, el día que cambie de modelo tendrán que dejar de estar a su lado.

Conviene recordarlo. La competición automovilística es cara, por eso Pablo y su equipo tratan de tomarlo como una aventura entre piezas y asfalto. Entre montajes y desmontajes. La gracia está en pasarlo bien, en convertir esas horas de taller en dos jornadas de derrapes y espectáculo. Contar y escuchar anécdotas del pasado mientras surgen otras nuevas.