Sensores para la autonomía

David Serantes

MOTOR ON

MARK BLINCH

Los vehículos autónomos o semiautónomos toman decisiones por nosotros durante la conducción gracias a la información que les aportan sus múltiples sensores y cámaras. Todavía tienen camino por recorrer, pero ya son una gran ayuda para la conducción.

29 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La conducción autónoma de vehículos todavía no ha alcanzado la madurez absoluta, más bien al contrario, está en una etapa de crecimiento constante. A día de hoy es difícil incluso delimitar si un vehículo es autónomo, ya que el control de crucero no sería autónomo por sí mismo, pero cambiaría el concepto si los controles automáticos de distancia en función de las necesidades de conducción entrasen en juego o el control de crucero se convierte en adaptativo gracias a la presencia de radares que se encargan de detectar el tráfico que circula a nuestro alrededor, alertarnos como conductores del peligro y a la vez ajustar la velocidad del vehículo.

Los grados de autonomía de los sistemas de conducción están tabulados en cinco niveles. Nivel 0, en el que el conductor se basta por sí mismo; Nivel 1, en el que se dispone de asistencias para la conducción como el control de crucero; Nivel 2, con algunos sistemas automatizados como el de alerta de cambio de carril; y Nivel 3, en el que el conductor monitoriza el sistema e interviene cuando es necesario. En este nivel 3 es en el que se está trabajando, pero ningún fabricante de coches lo ha alcanzado con vehículos en producción, aunque se han fabricado algunos vehículos para demostraciones. La legislación de algunos países trabaja ya en la admisión de vehículos Nivel 3, lo que se espera para los años 2020-2021. Y quedarían los niveles 4 y 5, de alta y total automatización, respectivamente, que tardarán más años en llegar al usuario.

Los sensores que necesitan estos vehículos para una circulación más segura que la que podemos lograr sin ningún tipo de ayuda son de tres tipos fundamentalmente: cámaras, radares y sistemas LIDAR. Son sistemas complementarios y que entran en funcionamiento en diferentes momentos de la conducción para aportar la información necesaria y detectar cualquier anomalía que afecte a la autonomía que le queremos delegar al vehículo.

Las cámaras incorporan un sensor de imagen que se encarga de identificar cualquier tipo de señal en la carretera, la identificación de las líneas que delimitan los carriles, cualquier tipo de anomalía que se presenta o un obstáculo imprevisto. La recepción de estas imágenes del conjunto de cámaras incorporadas en la carrocería ofrece una vista tridimensional de lo que está sucediendo alrededor del vehículo. Una gran información que sin embargo puede no ser suficiente en determinadas circunstancias. Por eso es importante disponer de otros sensores que aumenten el grado de información.

Los radares se incorporan en los vehículos autónomos para conocer características de los objetos que lo rodean, sobre todo la velocidad a la que estos se están aproximando. Tienen un rango de alcance mayor que el que se otorga a los ultrasonidos utilizados en los sensores de aparcamiento y por esto ofrecen una realidad complementaria a la que aportan las imágenes tomadas por las cámaras.

Por último se dispone de los sistemas LIDAR, que utilizan el láser para la detección de objetos. Funcionan muy bien con poca luz y con brillos, aumentando el nivel de detalle respecto a los radares o los ultrasonidos, pero necesitan todavía las cámaras para diferenciar los colores de las señales, por ejemplo.

Estos sensores incorporados a los vehículos hasta la fecha no son suficientes para ofrecer una conducción autónoma segura para el conductor y para el resto de usuarios de las vías. Las decisiones humanas en la conducción se ven reforzadas por estas ayudas y aumentan los niveles de seguridad vial gracias a ellos, pero no se anulan. La tecnología ayuda a la seguridad.

Sistemas que todavía necesitan la intervención activa del conductor

Los accidentes mortales protagonizados por coches que conducían en modo semiautónomo han sido una muy mala noticia para el sector. Son tres los que hemos conocido hasta la fecha; un par de ellos de vehículos Tesla, Model S y X, y otro de un Volvo XC90 operado por Uber, pero han sido realmente sonados. Ponen sobre la mesa el problema que supone la atención del «supervisor» de la conducción y la dificultad para reaccionar ante un imprevisto. Si bien los fabricantes establecen claramente que siempre se han de llevar las manos sobre el volante, en ocasiones los conductores prestan menos atención de la necesaria. Los sensores, si bien ayudan de una forma excepcional a la conducción, necesitan todavía de la intervención activa del conductor para ser realmente útiles.