El peor enemigo de la carrocería

Iago García
Iago García REDACCIÓN / LA VOZ

MOTOR ON

IAGO GARCÍA / NACHO L. TELLA / MARCO GUNDÍN / ÁLEX LÓPEZ-BENITO

Los excrementos de los pájaros causan daños irreversibles sobre la capa más superficial de la pintura. El ácido úrico, componente principal de los residuos que expulsan las aves, es capaz de provocar una reacción química que puede dejar un rastro mate. tiene solución, pero no es ni fácil, ni precisamente barata. Un biólogo, una química y un experto en cuidado del autómovil nos dan todas las claves.

09 oct 2016 . Actualizado a las 21:28 h.

Tras una escapada de fin de semana, llega el lunes, vas a abrir la puerta y te das cuenta: tu coche tiene una o varias «cagadas» de pájaro. Estos excrementos, si eres de los que quieres que el exterior de tu vehículo luzca como nuevo, son una auténtica pesadilla. Pero ¿a qué se debe? ¿Por qué todos conocemos casos de marcas que permanecieron para siempre sobre la chapa? La biología tiene una doble respuesta: por el sistema digestivo de las aves y por la composición de sus restos. «Aunque los excrementos son similares a los de cualquier mamífero, la concentración de ácido úrico es mucho más elevada que en la orina humana», explica Jesús Domínguez, profesor de zoología de la Universidade de Santiago. Esto se debe a que los pájaros necesitan muy poca agua (así son menos diluídos los restos y en consecuencia más abrasivos) y a que el sistema excretor de las aves mezcla en un depósito llamado cloaca tanto las heces del tubo digestivo como la orina. Pequeñas bombas que se depositan directamente sobre pintura, gomas, cromados y cristales de nuestros coches.

«La combinación de sol y cagada de pájaro es explosiva para la pintura», advierte Diego Naya, de Detailing Works Arteixo. Este experto en cuidado del automóvil afirma con rotundidad que los excrementos «queman la superficie de la pintura provocando daños irreversibles». Entendamos por «superficie» la capa de barniz o laca con la que se consigue ese acabado brillante que nos conquistó en el concesionario. Y por «daños irreversibles», una mancha mate difícil de erradicar.

 «Lo mejor es gastarse un euro y darle con la hidrolimpiadora en una gasolinera de inmediato. Cuánto más tiempo pase, más costoso será el arreglo», continúa Naya. En el peor de los casos, que en esta narración podría ser una bandada de estorninos que se ceba especialmente con un utilitario que pasa varios días al sol hasta que el dueño decide actuar, habrá que pintar de nuevo si queremos conservar el coche como el primer día. La opción menos drástica es pulir y abrillantar la superficie: «Puede dar resultado, pero hay que tener en cuenta que el grosor de la capa de laca es de apenas unas micras y la estamos gastando. No es eterna». Preguntamos también al experto sobre la resistencia de los colores a esta acción corrosiva ¿Cuál es mejor? «Digamos que en blancos y platas se disimulan mejor los efectos nocivos de los excrementos, el cerco se va a notar menos», señala el experto. En todo caso, los daños son solo superficiales. El metal está cubierto por la garantía anticorrosión del fabricante, que supera los 10 años en todas las marcas.

Paula Polo, doctora en Ciencia y Tecnología Química por la Universidade de Santiago, nos brinda la oportunidad de refutar académicamente lo que muchos conductores sospechan. En función de cual sea el componente principal de sus excrementos nitrogenados, los animales se dividen en amoniotélicos (expulsan amoníaco, es el caso de los peces), ureotélicos (sobre todo urea, ocurre en mamíferos o anfibios) y uricotélicos (alto porcentaje de ácido úrico). Las aves se engloban en este último grupo, así que será ese compuesto orgánico de carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno el que centre el experimento. A los efectos conseguidos en el laboratorio habría que añadir el de agentes externos, como la acción solar.

Vamos a determinar si es la acidez o el compuesto principal del excremento, el ácido úrico, el que provoca los daños. Se depositan tres muestras: Una muy ácida, similar al jugo gástrico; otra de una acidez menor, semejante a la lluvia ácida; y la última, un concentrado de ácido úrico. Se analizan todas pasadas 12, 24 y 48 horas. Mientras que las dos primeras muestras no dejan ningún daño en la superficie, la de ácido úrico ha dañado la pintura pasadas solo unas horas. Aunque a priori parece una quemadura, no lo es. «El efecto se denomina quelatado y se produce por la unión de las moléculas orgánicas del ácido úrico y los iones metálicos de la carrocería», apunta la investigadora.