Hedda Hopper, una víbora en Hollywood

Victoria Toro

EXTRA VOZ

Dos películas destapan la figura de la actriz y columnista más influyente de la época dorada del cine, capaz de encumbrar o hundir a una estrella con sus comentarios

08 feb 2016 . Actualizado a las 01:28 h.

Fue una de las protagonistas más sobresalientes de la Edad de Oro de Hollywood. Pero no triunfó como actriz o como guionista, lo que hizo Hopper fue elevar el cotilleo a la categoría de arma. A finales de los años treinta, cuando vio que sus inicios como corista mediocre en Broadway no la llevaban más que a actriz mediocre de reparto en la Meca del Cine, Hopper buscó otra manera de ganar dinero. Y la encontró.

Comenzó a escribir una columna de información social en la que, como en tantas otras cosas de su vida, se adelantó a su tiempo. Mezclaba la información con el cotilleo y la vida profesional de las estrellas con su vida personal cuando eso todavía no era lo habitual. Pero sobre todo, Hedda Hopper estaba muy bien informada. Lo sabía todo, tanto de lo público como de lo privado. Y decidía cuándo, cómo y si lo publicaba. «Sus columnas eran lo primero que mirábamos cada mañana para saber qué estaba pasando», aseguraría años más tarde Bob Hope.

Aparecer citado un par de veces en las columnas de Hedda Hoppper significaba que un guionista veía como su sueldo se quintuplicaba. Pero también al contrario, su pluma afilada destruía carreras. Y no solo carreras, también matrimonios o parejas. En los años cuarenta ganaba 200.000 dólares al año con su trabajo. Se construyó una lujosa casa en Hollywood de la que decía que había sido «edificada con el miedo». Y creó una marca de sí misma. Llevaba enormes sombreros estrafalarios y vestidos en tonos rosa y morado que eran su seña de identidad. «Causé sensación en Beberly Hills anoche con nuestro sombrero de plumas negro ?le escribió una vez al diseñador que le había hecho uno de sus tocados?. Por supuesto, yo no podía ver, pero los demás sí me vieron y comentaron». 

Hopper tuvo muy claro siempre lo importante que era el aspecto y, sobre todo, que este fuera identificable y reconocible. Cuando solo era una actriz más la contrataron para hacer un pequeño papel. En esa época eran los propios actores los que tenían que aportar su vestuario. Hopper se gastó los cinco mil dólares que había cobrado en su trabajo anterior en comprarse un guardarropa excepcional. Tanto que su vestuario consiguió oscurecer las apariciones de la protagonista. Ella misma contaría más tarde que a partir de entonces, los productores que no conocían su nombre la recordaban como la «chica aquella que apareció con todos aquellos vestidos espectaculares»..

La figura legendaria de Hopper está de actualidad de nuevo, cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, a causa de dos películas. Trumbo y Ave, Cesar. En ambas aparece el personaje de Hopper. La primera es la historia de la lista negra de Hollywood, aquella relación de creadores que fueron obligados a dejar de trabajar por sus simpatías comunistas y cuya figura más conocida fue el guionista Dalton Trumbo. En la película, que en Estados Unidos se estrena el próximo 5 de febrero, Helen Mirren interpreta el papel de Hopper, que alentó incansablemente desde su columna aquella persecución ideológica. También aparece su figura en la nueva película de los hermanos Cohen, Ave, César, interpretada por otra actriz británica, Tilda Swinton y que se estrenará en el Festival de Cine de Berlín el día 16 de febrero.

Encontronazos con las estrellas

Las estrellas de Hollywood temían a Hedda. En una ocasión publicó que el actor Joseph Cotten estaba teniendo una aventura con una de sus compañeras de rodaje. Pocos días después Hopper estaba en un restaurante a punto de sentarse cuando entró Cotten que se acercó por detrás, le retiró la silla para que se cayera y le dijo. «Si vuelves a escribir algo falso sobre mí te daré una patada en el culo». No le dio la patada pero las memorias de Orson Wells revelaron muchos años más tarde que lo que Hedda Hopper había escrito sobre los amoríos de Cotten con aquella actriz era cierto.

El que sí le dio literalmente esa patada en el culo fue Spencer Tracy cuando en la columna apareció una información sobre él y su pareja oficiosa Katharine Hepburn. Y Joan Bennet, la Amy March de Mujercitas, le envió una mofeta en un San Valentín. Pero Hedda Hopper siguió escribiendo incansablemente hasta el momento de su muerte en 1966 a los ochenta años. Entre otras cosas publicó sus memorias: Bajo mi sombrero.