Zuckerberg, padre, señor de Facebook, ¿gran filántropo?

EXTRA VOZ

ROBERT GALBRAITH

El controvertido treintañero que dirige la red social con más usuarios del planeta va a dedicar gran parte de  su fortuna, vinculada a acciones de Facebook, a fines solidarios como la lucha contra enfermedades

06 dic 2015 . Actualizado a las 09:35 h.

Un multimillonario estadounidense de 31 años tiene su primera hija. Se le cae la baba. ¿Es noticia? Pues tal vez se merezca un eco de sociedad de esos que tanto tanto lee la mayoría de la gente. Pero no es un nacimiento más. Se convierte en trending topic mundial. Y acapara titulares en numerosos medios de los cinco continentes. 

El orgulloso padre es Max Zuckerberg. El fundador, primer ejecutivo y accionista mayoritario de la red social Facebook. que fue personaje del año de la revista Time en el 2010, quiere que todo el mundo oiga hablar de la pequeña Max. Ya anunció en su día su futura paternidad con una extraña declaración: «En la ecografía, ya me hizo un gesto de ?Me gusta? con el pulgar levantado con su manita, así que estoy convencido de que ha salido a mí». Después prometió cogerse un permiso de paternidad de dos meses.  Y a la hora de comunicar el martes el feliz alumbramiento de su esposa Priscilla Chan subió mucho más la apuesta al prometer que donará a lo largo de su vida el 99% de su fortuna a labores filantrópicas.

El gesto de Zuckerberg y su mujer, llamó poderosamente la atención. La pareja comprometió, a través de una carta publicada en su red social, la más utilizada del planeta, unos 42.300 millones para hacer que su hija, que por supuesto ya tiene página en Facebook, «viva en un mundo mejor». 

Zuckerberg, uno de los rostros visibles de la nueva economía mundial, forma parte de la clasificación de las veinte personas más ricas del planeta que elabora la revista Forbes. La mayor parte de su fortuna está vinculada a sus acciones de Facebook, pero dice que su decisión no afectará a los balances de la compañía, un gigante fundado en el 2004 que hoy da empleo a unas 12.000 personas, que cuenta con más de 1.500 millones de usuarios activos (cada mes) y que también es propietario de otras dos grandes referencias en Internet: la red social por excelencia para compartir vídeos y fotos, Instagram, y el programa de mensajería más popular en occidente ?y sobre todo en España?, Whatsapp. 

El dinero que va a destinar Zuckerberg a investigación y cura de enfermedades, a enseñanza y a favorecer el acceso a Internet de la gente con menos recursos tiene como fin «avanzar en el potencial humano y promover la igualdad». Pero no será canalizado a través de una fundación «caritativa» al uso, sujeta a reglas y supervisión. Según explica el New York Times, lo hará a través de una sociedad de responsabilidad limitada, la Chan Zuckerberg Initiative, en cuyo consejo habrá nombres como Bill Gates, fundador de Microsoft. Y será completamente libre para hacer lo que quiera con los fondos. ¿Cumplirá sus promesas? Hay quién no se fía. Y en ciertos medios se insinúa que es una gran operación de maquillaje que además le reportará ventajas fiscales. 

 Zuckerberg es un hombre tremendamente popular, su rostro aniñado es reconocible en todo el planeta. Sus comunicados y acciones, casi siempre hechas públicas a través de su página en su red, logran una gran repercusión mundial. No es la primera vez que invierte grandes cantidades de dinero para causas benéficas. Pero no es un personaje sin aristas. Y tiene más problemas de reputación que, por ejemplo, los fundadores de Google, Larry Page y Sergei Brin. 

A la reputación de Zuckerberg le hizo un estropicio la película La red social, de David Fincher. El director de largometrajes como Seven o Zodiac, también impulsor de la serie House of Cards, aprovechó un libro del escritor Ben Mezrich (Multimillonarios por accidente) y un guión de Aaron Sorkin (El ala oeste, The Newsroom) para contar cómo nació Facebook y la fulgurante ascensión del hasta entonces estudiante universitario al olimpo de los magnates de la economía digital.

El retrato que hizo Fincher fue implacable. La película, respaldada de forma unánime por la crítica muestra a un jovencísimo Zuckerberg como un estudiante introvertido, desleal y antipático,  excepcionalmente dotado para programar código informático. Es el año 2004. El Mark de la ficción hace una gamberrada, descarga fotos de chicas del servidor de la universidad de Harvard y lanza una web llamada Facemash para que el resto de estudiantes las califiquen según su atractivo físico. Fue un éxito, ya que hubo una avalancha de visitas, y un escándalo, estuvo a punto de ser expulsado. Pero se salvó. Y aquello fue el principio de su meteórica carrera. 

Dos hermanos de familia acomodada ?los Winklevos? le abordaron y le hablaron del proyecto de crear una red social para Harvard y sus alumnos. Según relata la película, él aceptó trabajar para ellos. Pero se puso a crear su propia web, Facebook. Y cuando la lanzó le acusaron de haber robado su idea y su planteamiento. Él ignoró sus peticiones y marchó a California, donde consiguió dinero para expandir su criatura, y donde, según la película, vivió un período de desenfreno. 

En la vida real Zuckerberg sí tuvo que pagar dinero a los Winklevos. Y a alguno de sus primeros socios. También puso en marcha muchas campañas filantrópicas para mejorar su imagen. Mucha gente cuestiona Facebook por considerarla una amenaza para la privacidad. También muchos pusieron el grito en el cielo cuando Mark compró Whatsapp. Pero ambas plataformas e Instagram siguen creciendo. El padre de la pequeña Max es un líder de opinión, pero tiene mala reputación. Y cómo decía la canción de Brassens: «Haga lo que haga es igual, todo lo consideran mal».