Vivir golpeándose la cabeza

Daniel García Marco

EXTRA VOZ

ELSA | AFP

Miles de niños y jóvenes en Estados Unidos anhelan jugar al fútbol americano en la NFL. No es el caso de Chris Borland, que con 24 años y tras una temporada en el equipo de San Francisco deja el deporte más brutal y popular del país por el temor a sufrir futuros daños cerebrales

05 abr 2015 . Actualizado a las 09:58 h.

Pensé: «¿Qué estoy haciendo? ¿Así quiero vivir mi vida adulta, dándome golpes en la cabeza, especialmente con lo que sé sobre sus peligros?», se preguntó Borland en el programa Outside the Lines de la cadena americana ESPN.

«Sinceramente, quiero hacer lo que sea mejor para mi salud. Por lo que he investigado, no creo que merezca la pena el riesgo», dijo, renunciando a un salario de 540.000 dólares que pronto, y por lo visto en su temporada de novato, se convertirían en millones.

Para Borland, el riesgo no merecía la pena. Puso en una balanza el dinero, la fama y su deporte preferido. En la otra, la posibilidad de sufrir una encefalopatía crónica traumática (CTE) por culpa de los continuos impactos en la cabeza. Pesó más la idea de poder padecer pérdida de memoria, agresividad, confusión y depresión una vez que terminara su carrera. 

No pudo o no quiso verlo así Paul Oliver, que en septiembre de 2013 se disparó delante de su esposa y de sus dos hijos. Su mujer presentó una demanda contra la liga de fútbol americano (NFL), a la que culpa del suicidio. «Su muerte fue el resultado directo de las lesiones, la depresión y el sufrimiento emocional causado por los repetitivos golpes en la cabeza y las conmociones sufridas como resultado de jugar al fútbol», decía la demanda presentada en septiembre de 2014. En otro caso, los tribunales siguen estudiando la propuesta de la NFL de pagar 765 millones de dólares para cerrar una demanda por lesiones cerebrales presentada por cientos de ex jugadores.

En el marco de ese proceso, la NFL admitió el año pasado que casi tres de cada diez ex profesionales desarrollarán problemas cerebrales y que la posibilidad de que les afecten es el doble que la de una persona común.

Sin embargo, la NFL quiso atajar un posible pánico generalizado tras conocerse la retirada de Borland. «El fútbol nunca ha sido más seguro y seguimos haciendo progresos con cambios en el reglamento, con técnicas más seguras para los tackles, con mejor equipamiento, protocolos y cuidados médicos», argumentó en un comunicado del responsable de la política de seguridad y salud, Jeff Miller.

No es que ya nadie quiera jugar al fútbol americano, pero la preocupación existe. La pasada semana, Patrick Willis, también de los 49ers, se retiró preocupado por la calidad de su vida tras su carrera profesional. Con Borland son cinco los jugadores que en los últimos días han dicho basta antes de los 30 años por diferentes motivos.

El Centro para el Estudio de la Encefalopatía Traumática de la Universidad de Boston ha detectado que 76 de los 79 ex jugadores de la NFL cuyo cerebro analizó durante las autopsias mostraban signos de enfermedad degenerativa. Un cerebro como el de un boxeador de 72 años. A esa conclusión llegó la neuropatóloga Ann McKee al analizar en 2008 en la Universidad de Boston el cerebro de Tom McHale, ex jugador de la NFL que murió por sobredosis a los 45 años. Tenía CTE. Fue el primer caso documentado de una enfermedad que solo puede confirmarse tras el fallecimiento.

Hasta el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pidió en 2013 que se reduzca la violencia de los impactos, aunque eso le reste emoción al espectáculo. «Los que somos aficionados no tendremos que examinar tanto nuestra conciencia», dijo el presidente, que si tuviera un hijo, «tendría que pensar mucho antes de dejarle jugar».