¿Trabajadoras o infraempleadas?

La Voz MARTA OTERO | FINA ULLOA | CRISTINA VIU | J. M. PAN

EXTRA VOZ

José Manuel Casal

Currantes y emprendedoras. Así son las mujeres gallegas que trabajan fuera de casa. Y dentro también. La mayoría considera que su trabajo no está tan reconocido ni igual pagado que el de los hombres. Los datos lo corroboran: los sueldos son más bajos y la desigualdad se esconde detrás de complementos y pagas extra

08 mar 2015 . Actualizado a las 19:05 h.

El informe Pisa lo dijo esta semana: ellas estudian mejor. Lo que queda es averiguar qué pasa después para que tengan peores puestos y cobren menos realizando los mismos trabajos. La brecha salarial es uno de los temas que flota en el aire en la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, como el dato que asegura que un total de 92.839 mujeres gallegas percibieron en 2013 unos 1.861 euros brutos anuales, por debajo del salario mínimo interprofesional. 

Para Marisa López, coordinadora provincial de Cruz Roja en Ourense, que conoce de cerca el mundo laboral de la mujer, las diferencias salariales son «inexplicables desde un punto de vista objetivo, porque realmente la capacidad y la competencia debe de ser lo que prime en todas las circunstancias. Hay una cierta incoherencia  entre la explosión de la formación de la mujer, la revolución silenciosa de acceso al trabajo y la desigualdad existente. La mujer entra y sale del trabajo porque hay otras condiciones, como la maternidad ?que debería ser un plus que aporta la mujer a la sociedad y no un problema, que es como se vive a veces desde los entornos laborales? impide la promoción y hacer llegar a puestos de relevancia. Si la mujer no está también en los puestos donde se toman las decisiones pues la igualdad efectiva no llega». 

La secretaria confederal de la CIG, Margarita Corral, ha lamentado que la desigualdad «siga presente en la vida de las mujeres», en la presentación de un documento que refleja que de 2009 a 2013, se redujo el salario medio anual entre las mujeres un 1,4% pero, según explica, esta disminución se debe «única y exclusivamente» a la reducción de los ingresos en las mujeres cuyos salarios «son inferiores a la mitad del Salario Mínimo Interprofesional (SMI)». Para Margarita Corral éste es un dato «demoledor», que muestra la «precariedad» y «desigualdad» laboral en Galicia. «Este sistema solo producirá hambre y miseria», ha lamentado la sindicalista. Por ello, ha reivindicado un reparto «equitativo» del trabajo.

EMPRENDEDORAS

Pero, datos aparte, lo que está claro es que las gallegas somos currantes y emprendedoras. Como Lucía Lorenzo,  que comenzó a dedicarse a la huerta en el año 2002 y desde entonces ha ido haciendo crecer su negocio y diversificándolo. Las hortalizas de la Casa do Caseiro de Xornes, en el municipio de Ponteceso, lo mismo se venden en Madrid que en Carnota. Además, esta mujer de 47 años también alquila un apartamento rural, siempre ocupado de junio a septiembre, y ya ha organizado una boda, que se celebró en la capilla del pazo da Fonte, que también forma parte del complejo que ha ido montando poco a poco, con los recursos que ofrece el mundo rural a las mujeres. 

Con una hija, ya mayor pero que sigue viviendo en casa, y una madre dependiente a la que tiene que cuidar, Lucía se multiplica para atender los pedidos que le llegan a través de Internet o por teléfono, cuidar del huerto e incluso hacer recados para su marido que es autónomo y que, según ella, apenas tiene tiempo para esas cosas. 

Está en Facebook, tiene un blog y vende a través de Granxa Familiar, una experiencia que a permitido a muchas explotaciones pequeñas dar a conocer sus productos a través de la red. Como Lucía, buena parte de los socios son mujeres. Ella tienen claro que toda esa presencia ha sido fundamental para su éxito, no exento de duro trabajo. «Hai que modernizarse ir a canda os mundos, se baixas da bicicleta quedas atrás», dice.  No para de trabajar y de idear nuevos proyectos, pero siempre tiene el límite de las 24 horas porque «non sei delegar, se as cousas non pasan pola miña man parece que non están ben». También colabora con iniciativas y actividades centradas en el desarrollo rural y la formación de los jóvenes, como han hecho las mujeres de las aldeas desde siempre. 

El mundo del trabajo femenino está lleno de luchadoras natas, como Marisa Abellás Gilart. Lo demostró cuando decidió cruzar el Atlántico para hacer el viaje inverso a sus abuelos, que emigraron de Ourense a Cuba. «Quería buscar un futuro mejor para mi familia, porque aunque teníamos trabajo, faltaba de todo, incluso medicinas», resume. Pronto descubrió que su licenciatura y su experiencia laboral de casi dos décadas como profesora de matemáticas en la isla caribeña no iba a servirle para poner comida sobre su mesa en España. «No me convalidaban los títulos y no iba a ponerme de nuevo a hacer una carrera a mi edad», explica. Así que se arremangó y, con ayuda de Cruz Roja, encontró sus primeros trabajos como limpiadora y para realizar tareas domésticas en casas particulares. «Yo no me quejo. Tengo la fortuna de tener las ocho horas con la misma familia, donde atiendo además a una persona mayor, pero lo habitual es que encuentres horas sueltas en varias casas y ese andar de un lado para otro te hace perder tiempo y te organizas peor», señala. 

Marisa no lamenta el cambio del trabajo intelectual por el físico. «He descubierto que en la atención a mayores me siento muy bien; me reconforta poder darles no solo ayuda, sino afecto; aunque claro que tiene un coste físico. En este tipo de trabajos te esfuerzas por encima de lo que te piden porque quieres que la gente esté contenta, y los sobreesfuerzos acaban pasando factura con los años», reconoce. 

PATRICIA (POLICÍA NACIONAL)

«Me gusta el contacto directo con el ciudadano»

En su turno de trabajo solo hay dos mujeres. Patricia es oficial de la Policía Nacional y trabaja como patrullera. No es partidaria de que haya días para conmemorar el trabajo de las mujeres. «Debería de ser una situación normal». A Patricia le gusta su trabajo, «es vocacional». Ahora patrulla las calles de A Coruña, su ciudad natal. «Soy de Monte Alto». Estuvo en la oficina de denuncias y en el servicio de atención a la familia, pero está contenta en su actual destino: «Me gusta el contacto directo con el ciudadano». En la calle, a veces percibe diferencias por ser mujer. Como jefa de patrulla, ella suele ser la que se dirige en primer lugar al ciudadano, pero en ocasiones la respuesta es para su compañero. 

 MARISA, LIMPIADORA Y CUIDADORA

«Para una mujer siempre es más difícil compaginar el trabajo de fuera con el que tiene dentro»

Marisa es la única en activo en su hogar, en el que vive con su hijo menor, de 34 años, afectado por una discapacidad auditiva y que no tiene trabajo, y con su marido, ya jubilado. «Afortunadamente, incluso cuando mi esposo trabajaba, siempre se ha implicado en las tareas de la casa como yo; el primero que llegaba era el que se ponía a cocinar o a limpiar, pero yo veo por otras compañeras con niños pequeños, para la mujer siempre es más difícil compaginar el trabajo fuera con lo que tiene que atender dentro», señala.