Mariano Rajoy, tercera parte

Manuel Blanco

ELECCIONES GALLEGAS 2009

11 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Su cara era un poema. El vivo retrato de la derrota. El 9 de marzo del 2009, Mariano Rajoy salió al balcón de Génova abatido por el segundo fracaso consecutivo en las urnas ante Zapatero. A sus espaldas, aquel día, varios de sus compañeros afilaban los cuchillos para pedir su cabeza. Pero Rajoy aguantó el envite y, tras meses de zozobra, se encontró con ese golpe de fortuna que marca el destino de algunas personas. Feijoo ganó en Galicia, Basagoiti se convirtió en llave en el País Vasco y Sánchez Camacho disparó al PP en Cataluña, un triunfo electoral que otorgó a Rajoy una tercera oportunidad. La que ahora todos en el PP esperan sea la definitiva. Los caminos de la política son inescrutables.

El político que espera, y al que muchos esperan

De Rajoy se sabe que lleva toda la vida en esto de la cosa pública, que es registrador de la propiedad, que le gustan el fútbol y el ciclismo, que está casado y tiene dos hijos... Y, sin embargo, poco ha trascendido sobre su ideario político. Tampoco en esta campaña, en la que ha mantenido la hoja de ruta que, según la mayoría de los analistas, le llevará a la Moncloa: esperar y dejar que los casi cinco millones de parados le pasen factura al bando socialista. Puede que electoralmente sea una estrategia acertada, pero intuyo que hay miles de ciudadanos que esperan algo más del que podría ser su próximo presidente.

A Touriño lo quieren poco; como a Zapatero

A Emilio Pérez Touriño le pasa lo mismo que a Zapatero: lo quieren poco en su partido. Resulta comprensible lo del presidente del Gobierno, al que su negativa a admitir la crisis y los posteriores bandazos de su gestión han arrastrado a cotas de impopularidad insólitas en la historia reciente. Lo de Touriño ya no lo es tanto. Al fin y al cabo, llevó al PSdeG a sus más altas cotas de poder institucional en Galicia. Aunque el tiempo pone a cada uno en su sitio. Y a Touriño podría ocurrirle aquello de que otros vendrán que bueno me harán...