Los secretos del primer debate

Manuel Campo Vidal

ELECCIONES GENERALES 2008

Los candidatos del PSOE y del PP salieron del cara a cara con la debida educación y cortesía, una actitud que nada tiene que ver con la de González y Aznar en 1993

02 mar 2008 . Actualizado a las 02:21 h.

En plena tensión electoral, con insultos incluso, resulta esperanzador encerrarse con un dirigente popular y otro socialista de la altura personal, profesional y política de Pío García Escudero y José Blanco, jefes de las campañas de Rajoy y Zapatero. Espíritu de construcción, humor, confidencia, sentido común y noticia implícita de que este país, pase lo que pase el día 9, va a seguir funcionando con normalidad. ?Fernando Navarrete, uno de los dos conegociadores del debate por la Academia de Televisión, comentó: «Hemos trabajado gratis para producir la señal televisiva del debate pero yo estoy dispuesto a seguir haciéndolo solo por asistir a encuentros como este que me llenan de paz». El debate de mañana se celebrará en el Palacio Juan Carlos I. «Me trae muy buenos recuerdos porque allí le gané el congreso a Bono», dice Blanco. «A mí también porque allí me eligieron presidente del PP de Madrid», compensa Pío. Más empates.

Allí se habló del ojo de Pedro Solbes -cualquier otro no acepta ir a televisión con esa lesión- y del secreto de su victoria -aceptada por casi todos- sobre Pizarro. «Había gente en mi partido en contra pero yo lo defendí por una razón clara -sostiene Blanco- porque, cuando se lo propuse, fue rotundo en su respuesta. Quería hacerlo y vi que le tenía ganas».

Esa es la primera condición imprescindible para ir a un encuentro de este tipo. El que va a rastras o con miedo seguro que no ganará.?Olga Viza, la quinta comensal, deslizó una pregunta clave: «¿Cuánto de improvisación hubo en el primer debate?». Se coincidió por ambas partes que por encima de un 30% seguro, con lo que cayó la teoría de algunos sobre dos monólogos superpuestos.? El formato, además, resultó más rentable de lo que se pensaba. La condición de «dígalo en dos minutos o espere al siguiente turno» garantizó un ritmo trepidante gracias, desde luego, a que ambos, como Solbes, querían el debate y fueron a ganarlo, aunque el resultado fuera muy cercano al empate.

Dentro del plató, esas ganas se notaban aún más. A los espectadores su voz les llegaba modulada por la mesa de sonido de la unidad móvil. Pero allí, a dos metros, se les oía directamente, con potencia, sin tecnología de por medio. Había por tanto intensidad de contenidos, ritmo y fuerza expositiva incluso en el tono y el volumen. ¡Menudo debate!

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Esas reflexiones se consideraron en una conversación en la que no faltó ni la niña de Rajoy, con intercambio de mensajes de móviles a cual más ocurrente, ni el negro de «El follonero» que sigue a los candidatos por toda España para el programa de Buenafuente. Ingeniosa la frase que recordó Pío, pronunciada por Esteban González Pons, candidato popular por Valencia en el debate a siete de TVE: «Tengo una tía abuela que utiliza cedés como espantapájaros. ¿Por qué tiene que pagar el canon digital?».?Sobre la tensión entre Zapatero y Rajoy a la salida del debate se han escuchado teorías indocumentadas varias, como si no se hubieran despedido. «Zapatero al salir me saludó -dice García Escudero- y le presenté a Pedro Arriola y dijo: «!Hombre!, así que tú eres el famoso Arriola»! Llegaron sonrientes, aunque la procesión les iría por dentro y salieron con la educación y cortesía debida. Nada que ver con la distancia entre Felipe y Aznar en el 93.?ZP y Rajoy se la juegan en ese momento culminante de la campaña. En el primer encuentro nadie arrolló, hasta el punto de que alguno de los presentes quizás hubiera soñado -pero es imposible- que se suspendiera el segundo.

Los candidatos se la juegan y el moderador también. Pero los jefes de campaña que han hecho posible estos debates -y a los que deben gratitud la Academia, los periodistas y los ciudadanos- ponen su cuello bajo la guillotina. Si sale bien, salvan la cabeza, si no la culpa será suya. Todo es así de ingrato.?Como injusto es que Pepe Blanco tenga mala imagen solo por el hecho de ser el número dos del PSOE y por hacer de «malo» con un gobierno de almas benditas. «Le pasó a Javier Arenas -coincidió Pío-, que tenía una imagen excelente como ministro de Trabajo y a los dos meses de ser secretario general había caído más de 20 puntos y no salía de su asombro». La política es así de dura.