La lucha contra el virus exige el sacrificio económico


Más de un año atrapados entre dos curvas: la sanitaria y la económica. La que corroe la salud y la que destroza el empleo. Se mueven en sentidos opuestos, pero en perfecta simetría. Cuando la primera sube (más infectados, más muertes...), la segunda baja (menos actividad, menos empleo...). Y viceversa: cuando la peste remite y las autoridades abren la mano, la gente se dispara, el consumo aumenta y la economía respira.

Pero que existan dos crisis, sanitaria y económica, no debe engañarnos. La primera de esas crisis la causó la pandemia. La segunda la provocaron los gobiernos para frenar la propagación del virus. La economía española no cayó un 11 % el año pasado, como dice el INE. No hubo tropiezo ni caída: el Gobierno la achicó a propósito, generó paro como antídoto contra la peste. En algún momento de la primera ola incluso decretó la hibernación o coma inducido de la economía: todos parados, máquinas y hombres, salvo los servicios esenciales. Resultado previsible y buscado: desplome en el primer semestre del año. Cuando creyó que el virus se batía en retirada, levantó el pie del freno, salimos despendolados del confinamiento y el respiro económico -crecimiento del verano- nos sumergió directamente en la siguiente ola. Y otra vez vuelta a empezar.

De lo dicho, un par de conclusiones. Primera, la prioridad absoluta consiste en doblegar la curva de la pandemia, porque es la determinante. La economía y el empleo despegarán solo cuando el virus desaparezca o sea domesticado. Segunda, la política de medias tintas es un contrasentido: no se puede restringir e incentivar la actividad al mismo tiempo. No se puede soplar y sorber a la vez. En esto concuerdo con Miguel Sebastián: la búsqueda del equilibrio entre salud y economía, en este momento, resulta dañino para la salud y dañino para la economía. El ejemplo lo tenemos en la operación «salvemos la Navidad»: la salvamos -la economía creció cuatro décimas en el cuarto trimestre-, pero a costa de traspasar los muertos y el desempleo a los dos primeros meses de este año. La trágica experiencia demuestra que en este asunto no existen atajos. Ni hay manera de conciliar pandemia y economía, porque son enemigos irreconciliables.

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