El campo, la actividad que no puede parar ni en el confinamiento

Agricultores y ganaderos siguieron al pie del cañón y eso que, en muchos casos, la demanda de sus productos cayó por el cierre de la hostelería


No importa que estemos todos confinados en nuestras casas. Ni que uno de sus trabajadores se contagie de coronavirus. La actividad en el mundo del campo debe seguir sin pausa. No solo porque de ellos depende nuestra alimentación, sino porque ni sus plantas ni sus animales pueden vivir sin sus cuidados. Agricultores y ganaderos gallegos fueron, y siguen siendo, esenciales. Se han adaptado perfectamente a las nuevas rutinas, han incorporado la mascarilla y han seguido trabajando para ofrecer alimentos de calidad. Y eso que, en muchas ocasiones, han tenido que ver cómo su economía se resentía por el cierre de la hostelería. Caída de pedidos, descensos de precios y toda una serie de sinsabores a los que siguen haciendo frente día a día.

«Yo estuve en cuarentena. Se contagió mi padre y tuvimos que aislarnos», cuenta la responsable de una explotación de vacuno de carne de Lugo. En esta granja el trabajo no paró en ningún momento. Ni cuando en marzo se confinó a la población, ni cuando uno de sus responsables cayó enfermo. «Si te dedicas a esto, tienes que seguir trabajando, tienes que seguir dándole de comer a los animales», añade. Por fortuna, recibieron ayuda. Se puso en marcha el servicio organizado por Medio Rural para granjas afectadas por covid-19 y una persona se desplazó a la explotación para ayudarles a hacer las tareas. «Tuvimos mucha suerte. Él ya tenía experiencia y una explotación de vacuno de carne es más fácil de manejar que una de leche. Aunque cada granja es un mundo, la verdad es que lo hizo muy bien», asegura.

Lo peor que ha traído el coronavirus a esta explotación es la caída de precios que está experimentando la carne. «Justo en marzo, cuando se cerró todo, no teníamos ningún ternero para vender porque todavía eran muy pequeños. Lo que vino después fue todo muy irregular. Y lo que nos queda por venir», cuenta. En su opinión, «todo el mundo consume menos carne y nos falta la hostelería», por lo que no se espera que la tendencia en los precios vaya a cambiar radicalmente. Es más, sus expectativas son pesimistas. «Llevamos años con precios bajos y los costes son los que son, los piensos subieron. Yo creo que en los próximos meses nos va a pasar un poco como a la hostelería, que muchas explotaciones van a cerrar».

Bajo el viñedo

Otro sector que tampoco está atravesando su mejor momento es el vitícola. Pero Amando Abuín, un viticultor de Meis, asegura que eso no impidió que ellos siguieran trabajando sin pausa. «Nós non puidemos deixar de traballar porque a viña non entende de esperas», argumenta. Reconoce que «houbo un pouco de medo na vendima, porque necesitabamos xente e os desprazamentos eran un encordio». Lo mismo les pasó cuando se cerraron perimetralmente los concellos, «porque hai xente que tiña que vir axudar e non podía». A pesar de esos inconvenientes, se las han arreglado para sacar adelante el trabajo. Cuentan con una ventaja, explica el viticultor. Ellos trabajan al aire libre y, en ocasiones, están solos en la finca, así que tienen la libertad de poder faenar sin tener que llevar la mascarilla. «Na vendima traballamos con máscaras, con xeles hidroalcohólicos e mirabamos a temperatura, porque hai que tomar todas as precaucións», relata. Ahora, en cambio, «cando estamos na viña non temos relación practicamente con ninguén, porque se hai máis xente estamos un en cada punta da finca». La cosecha «foi de boa calidade e tamén de boa cantidade, e iso que a primavera foi complicada». Ahora siguen trabajando para que la próxima producción sea igual de buena.

Tampoco cesó la actividad en Horta Millarada, una finca en ecológico de Arteixo. Sus principales clientes son los restaurantes, los comedores de empresas y las tiendas. «Ao principio, cando foi do confinamento, houbo un pequeno bum no consumo», explica Gustavo Souto, responsable del negocio. Sin embargo, meses después empezaron a ver cómo la demanda de sus productos caía. Todavía hoy arrastran un descenso en las ventas, porque hay comedores cerrados y la hostelería sigue sin trabajar al cien por cien. «Temos restaurantes que están pechados desde que foi o primeiro confinamento, porque non lles compensa abrir», argumenta. Por eso, han tenido que reducir la producción porque, además, los mercados empiezan a saturarse. «A xente toda que se dedicaba a restaurantes está buscando clientes nas tendas e somos demasiados», cuenta. Ellos limitan lo que plantan. «Isto non é unha tenda de roupa, que a mercancía queda aí. Aquí se plantas e non recolles tes perdas seguro», añade. También aquí se permiten el lujo de trabajar sin mascarilla, pero solo cuando están solos en el invernadero. Porque un positivo en esta explotación puede suponer un gran problema. «Depende na época na que te pille. Se é agora e non podemos ir á finca perdemos toda a campaña», asegura. Por eso considera que también debería haber un servicio de apoyo para los agricultores como el que hay para las granjas. Ellos son indispensables y no pueden permitirse sufrir un confinamiento.

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