Brotes verdes entre las ruinas de más de 3.000 negocios

Las dos caras del virus: empresas florecientes en medio de una crisis histórica

Javier Castro abrió una fábrica de mascarillas en Toques, que compagina con la que ya tenía de colchones
Javier Castro abrió una fábrica de mascarillas en Toques, que compagina con la que ya tenía de colchones

La pandemia ha puesto patas arriba la economía y miles de empresas han sucumbido al virus, que deja un erial en los negocios obligados a cerrar: bares, restaurantes, hoteles... Sin embargo, el covid tiene dos caras y deja también sectores (pocos) que han salido beneficiados.

Si el 2020 se llevó por delante 1.384 negocios emprendidos por trabajadores por cuenta propia en Galicia, el 2021 empeora todos los marcadores registrados hasta la fecha en un arranque de ejercicio. Si en circunstancias normales trabajar por cuenta propia es una carrera de obstáculos, el azote del covid, en especial en esta inesperada dureza de la tercera ola, lo ha hecho todavía más complicado, y el desgaste acumulado durante meses dio al traste en enero con 836 negocios de autónomos gallegos. Una media de 25 cierres al día, según el balance por comunidades de la Seguridad Social.

Enero suele ser un mal mes en los registros de altas y bajas de autoempleo, pero el impacto de la pandemia en el régimen especial de trabajadores autónomos se mide fácilmente en cifras, ya que la mayor parte de las actividades que han tenido que echar el cierre se concentran en dos áreas de actividad: la hostelería y el comercio, que son los negocios más afectados por las restricciones impuestas para tratar de contener la expansión de los contagios.

El sector de la restauración está sufriendo, primero por la reducción de horarios y aforos, y en muchos casos en estos momentos, por el cese obligado de la actividad, pero, según el balance a diciembre del 2020, en Galicia se cerraron casi tantos bares y restaurantes (370 negocios) como comercios al por menor (309 cierres). Y llama la atención que el mayor castigo en Galicia no lo haya sufrido ninguna de estas dos actividades, sino el sector primario, con la pérdida de 388 negocios agrícolas, un descenso que las organizaciones de autónomos consultados atribuyen directamente a la bajada del consumo y a la falta de liquidez de las explotaciones directamente impactadas por la crisis económica.

«Los datos del arranque de año muestran la realidad de un tejido empresarial agotado económicamente, psicológicamente y financieramente», explican desde ATA, una de las principales organizaciones de autónomos, que más allá de las ayudas por cese de actividad, demanda incentivos directos como los aprobados en otros países. «Estamos a tiempo», añaden. UPTA, otra de las agrupaciones más representativas, considera insuficientes las ayudas recientemente prorrogadas. «No han sido suficientes durante el mes de enero para contener el desplome que ha sufrido la afiliación», afirman.

La cara menos oscura de la crisis que deja la pandemia la viven sectores que han visto cómo crecía ligeramente el alta de autónomos, como el transporte, la educación o los servicios auxiliares, según la Seguridad Social.

Otras empresas ya existentes han registrado un incremento de la actividad con la pandemia, como las de energías renovables o los fabricantes de productos de limpieza y de mascarillas. Tampoco paran de trabajar las firmas de reparto de paquetería (por el aumento de las ventas por Internet), con autónomos en unas condiciones laborales más que cuestionadas, o de comida a domicilio (única opción durante meses para los restaurantes), o las gestorías.

Fábrica de colchones y mascarillas: Espomasa (Toques)

Una compañía familiar reinventada que ha duplicado su facturación. Los padres de Javier Castro fundaron una fábrica de colchones en Toques hace 37 años, de nombre Espomasa, en la que trabajaban 22 personas. Hasta que estalló la pandemia. Ahora cuentan con 32 empleados y antes del verano alcanzarán el medio centenar, según explica Castro. Lo que les ha hecho crecer en el último año han sido los colchones, pero, sobre todo, las mascarillas. Porque los hermanos Castro, Javier y Miguel, vieron enseguida dónde estaba el verdadero negocio: en las mascarillas contra el virus. «Cuando saltó todo empezamos a pensar cómo podíamos colaborar, no había nada y decidimos adaptar una de las máquinas con las que fabricamos el lateral del colchón para elaborar mascarillas», revela Miguel. Así empezaron, realizando 80 piezas por minuto, y continuaron encargando una máquina específica para la tarea. Buscaron donde las había, en China. Contrataron el aparato «y nos lo fabricaron en doce días, lo trajimos en un avión de carga hasta Vigo y en veinte días lo teníamos aquí», detalla. Con la nueva máquina fabrican 90.000 mascarillas higiénicas al día. Pero los Castro no se conforman y acaban de encargar tres máquinas más para elaborar FFP2, con las que serán capaces de sacar al mercado 280.000 al día. Eso sí, trabajando a destajo. Esa nueva línea de producto ha obligado a adaptar las instalaciones de Toques para montar las denominadas salas blancas para ajustarse a la estricta normativa de higiene.

Espomasa pasó de facturar seis millones de euros a 14,5 millones, gracias a los protectores faciales contra el virus, pero también a los colchones, cuya venta también se ha disparado, sobre todo, por Internet, canal con el que la empresa ya estaba muy familiarizada.

La compañía fabrica y comercializa sus productos en toda España, a ayuntamientos canarios, cooperativas farmacéuticas...

Desinfectantes: Disiclin (Silleda)

La artillería para destruir el virus

La fábrica de Productos Disiclin de Silleda se vio desbordada por el trabajo cuando empezó la pandemia. De los supermercados volaban los rollos de papel higiénico, pero también las botellas de desinfectantes y de limpieza del hogar. España se confinó y se desató la guerra contra el virus. «Se disparó la demanda de repente, pero tuvimos muchos problemas para conseguir pulverizadores, botellas, etiquetas... fue un caos. Para poder dar servicio tuvimos que fabricar durante las 24 horas del día, estuvimos totalmente desbordados», confiesa José Gauchi, director comercial de la empresa gallega Disiclin.

Las ventas se han disparado casi un 47 %; la facturación pasó de 9,6 millones a 14,5 millones en el 2020; y la plantilla, de 28 personas en el 2019, se ha incrementado hasta el medio centenar. De hecho, el grupo está ampliando la fábrica para aumentar producción con una inversión de 1,1 millones, avanza Gauchi. «La desinfección ha sido la catapulta del negocio», pero también la limpieza del hogar, porque «la gente está más en casa y limpia más».

El grupo ha desarrollado productos nuevos por el covid. En todos usa bactericidas, «que tienen un efecto más largo contra los virus, la lejía es un gran desinfectante que mata al covid, pero cuando se seca deja de hacer efecto», aclara el director comercial de la empresa, que vende en toda España. Además, el 4 % del negocio lo hace en otros países como Francia, China, Rumanía o Portugal.

Autoconsumo eléctrico: Micronor (Vigo)

Paneles y molinos para ganaderos

Es coruñés, pero su base de operaciones está en Vigo, desde donde se mueve por toda Galicia para montar instalaciones híbridas (fotovoltaica y eólica) para autoconsumo eléctrico, sobre todo en el sector agrícola. Son más caras, «pero más efectivas, porque en Galicia lo que hay es viento, más que sol». En el último año, Esteban Paz no ha parado de trabajar. Al revés, «no sabemos de crisis, porque la gente prefiere pagar 10 euros en lugar de 80 por la luz». Paz montó la empresa Micronor en febrero del 2020, a las puertas de la pandemia y ha ejecutado ya doce instalaciones en toda Galicia. Y eso que la inversión media en un proyecto de ese tipo para una granja ronda entre los 25.000 y los 30.000 euros, «pero la gente ve muy rápido la rentabilidad». Micronor facturó el año pasado 250.000 euros y para este 2021 prevé triplicar esa cifra. El empleo pasará de 20 personas a 50 o 70, según resaltó Paz.

Una segunda oportunidad para 365 gallegos arruinados

En este año transcurrido de pandemia, varios miles de particulares o trabajadores por cuenta propia se han declarado en situación de insolvencia o ruina en Galicia, pero solo 365 se han acogido a la ley de la segunda oportunidad, ideada para poder exonerar las deudas contraídas con acreedores que no sean Hacienda o la Seguridad Social.

No hace falta tener un negocio que vaya mal para tratar de exonerar las deudas por este cauce legal, en pleno proceso de revisión por parte del Gobierno, para hacerla de mayor utilidad.

Hay casos de familias que avalaron a sus hijos para la compra de un piso y no han podido hacerle frente, comercios embargados o cuentas bloqueadas por impagos de tarjetas de crédito o minicréditos, según se desprende de la información de los pocos despachos de abogados que tramitan este tipo de casos. Para acogerse es necesario no tener antecedentes penales, una deuda inferior a 5 millones de euros y no haber sido declarado culpable de ninguna quiebra anterior.

Galicia es la octava comunidad con más casos acogidos a esta vía legal, lo que representa el 2,8 % del total en España, según un balance publicado por el gabinete legal Repara tu deuda. El coste económico que supone recurrir a la ley de la segunda oportunidad, la lentitud que conlleva y la complejidad que supone para los afectados hacen que buena parte de los expedientes que se empiezan a tramitar no consigan ir adelante.

Moratoria concursal: cuenta atrás para las empresas que no aguantan más

Las peores consecuencias económicas de la pandemia todavía están por verse.

El 14 de marzo, en apenas siete días, expira la prórroga decretada por el Gobierno este pasado otoño para que las empresas con situaciones de insolvencia se acojan a la suspensión del deber de pedir el concurso voluntario de acreedores (pueden solicitarlo si quieren). Esta moratoria ha blindado también a las compañías ante la petición de un concurso necesario por parte de un acreedor.

A falta de noticias por parte del Gobierno sobre una nueva prórroga, en los saturados juzgados gallegos de lo mercantil ya ven venir el alud. «Va a entrar un aluvión de solicitudes, y la situación de los mercantiles va a ser de colapso», advierten.

Esta moratoria ya se amplió por última vez el pasado 17 de noviembre, dentro del plan de medidas de apoyo a la liquidez y la solvencia de autónomos y empresas.

Si no hay una nueva prórroga, y a estas alturas es improbable que esto ocurra, todas aquellas empresas que no hayan logrado adecuar su financiación a las nuevas circunstancias, y estén incurriendo en impagos generalizados, se verán obligadas a acogerse a la ley concursal. Y los pronósticos no son nada buenos.

Dice el Banco de España que una de cada cinco firmas (entre un 15 y 19 % del tejido empresarial) está en riesgo de insolvencia por el impacto del coronavirus. Fuentes del Ministerio de Economía avanzan que el Ejecutivo va a acelerar la reforma de la Ley Concursal con la intención de agilizar los procesos para liquidar rápido las compañías inviables y recuperar con más facilidad las viables. Entre las novedades, según explican, se incluiría la mejora de las exoneraciones de deuda en el período preconcursal.

Según el balance que acaba de publicar el INE, gracias a esta moratoria, en el 2020 en Galicia se presentaron 203 procedimientos concursales, frente a los 251 del 2019. Esta cifra relativamente baja en un contexto de crisis pandémica, hace sospechar que lo peor está por asomar durante esta próxima primavera, a no ser que el Gobierno apure el mes que todavía queda por delante para evitar la avalancha de quiebras.

El Registro de Economistas Forenses (Refor) ha advertido ya que, tras años con una media de entre 4.000 y 5.000 concursos en los últimos ejercicios, sin grandes variaciones, el parón económico de la pandemia y la retención de procesos que ha generado la moratoria puede desembocar en un 2021 en el que lleguemos a un aluvión de más de 10.000 concursos de acreedores.

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