Irene Montero, el «sí es sí» que se convirtió en «no es no»

ESPAÑA

Irene Montero durante un acto en Rentería, Guipúzcoa
Irene Montero durante un acto en Rentería, Guipúzcoa Unanue | EUROPAPRESS

La ley trans y, ante todo, la norma sobre el consentimiento sexual pusieron en jaque al Gobierno «más feminista de la historia». El nuevo Ejecutivo prescinde de la ya exministra de Igualdad pese a la insistencia de Podemos; su puesto lo ocupará la socialista Ana Redondo

09 dic 2023 . Actualizado a las 16:57 h.

Y finalmente sonrió. Por inconsciencia, por resignación, por venganza. Irene Montero no contaba con aflojar el ceño en el debate de investidura de Pedro Sánchez, y menos con que fuese Feijoo quien le aliviase el trago preguntándole al ya presidente del Ejecutivo cómo es posible que el «Gobierno más feminista de la historia» fuera a cesar a la ministra de Igualdad. Pese a la insistencia de Ione Belarra para que siguiera en la primera línea política, la madrileña se intuía fuera de juego desde hace meses. En junio, Podemos sacrificó su cabeza para poder concurrir con Sumar en los comicios generales del 23J, convirtiéndose el veto de Yolanda Díaz a Montero en la guinda de un pastel para diabéticos que comenzó en el 2020. 

El año prepandémico había terminado, casi literalmente, con el acuerdo de coalición progresista entre PSOE y Unidas Podemos, cuya letra pequeña incluía que el Ministerio de Igualdad se lo quedarían los morados. Pareja de Pablo Iglesias, las faltas de respeto se desataron contra Montero nada más asumir la cartera. Su pasado como cajera de supermercado, el polémico chalé de Galapagar y que compartiese cama con el entonces vicepresidente segundo del Gobierno, fueron munición suficiente para que los ataques se multiplicasen en tertulias televisivas, tribunas de periódicos e incluso en la Cámara Baja. Tenía 31 años y emprendía esta andadura en plena revolución feminista.

Su primer 8M al frente de este ministerio fue una declaración de intenciones que acabó dándose de bruces con el covid. Aunque fueron muchas las voces que le pidieron frenar la manifestación, con el virus haciendo estragos por Europa, ella prefirió liderar una incombustible marea violeta que le acarreó titulares poco o nada favorables. 

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el centro, en la manifestación del 8M en Madrid, en marzo del 2020
La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el centro, en la manifestación del 8M en Madrid, en marzo del 2020 Jesús Hellín | EUROPA PRESS

Como número dos de Podemos, esta licenciada en Psicología grabó un vídeo en el 2019 mostrando su imagen más personal. En él se enternecía con Aitana, la más pequeña de sus tres hijos, y se mostraba cercana con su equipo. Esta fue una de las escasísimas ocasiones donde permitió a los españoles entrar en su intimidad, salvando alguna entrevista en la que habló de su padre, fallecido en el 2018 a causa de un cáncer.

Montero se siente cómoda en el enfrentamiento, nunca lo ha ocultado, y ha utilizado esas tablas para aplacar las críticas que le han llovido por algunas de sus decisiones. Los envites han llegado estos años desde todos los frentes: las posturas conservadoras rechazan su ley de salud sexual y reproductiva (mofándose espectros más amplios de la sociedad del derecho a que las mujeres se cojan una baja por reglas dolorosas), ha dividido al feminismo por la ley trans y ha movilizado a masas antes dormidas por la controvertida ley del solo sí es sí

La ya exministra puso a Pedro Sánchez a caminar sobre el alambre para defender estas dos últimas normas. Los titubeos con la primera acabaron con la baja en el PSOE de perfiles tan icónicos como Carla Antonelli, y de la segunda acabó diciendo, tras mucha insistencia por parte de oposición y medios, que había sido el error «más importante» de su Gobierno. Ese Gobierno, el «más feminista» de la historia, coge ahora otro rumbo y una promesa sin cumplir que no quiso abordar Irene Montero: la ley para abolir la prostitución.