El infierno de los ocho niños de Colmenar: confinados en una habitación y castigados durante horas a la intemperie

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Imagen de la casa en la que habitaba la familia en la calle Clara Campoamor de Colmenar Viejo, en Madrid
Imagen de la casa en la que habitaba la familia en la calle Clara Campoamor de Colmenar Viejo, en Madrid Víctor Lerena | EFE

El médico y su mujer, detenidos por maltratar a sus ocho hijos han quedado en libertad. Los menores, de entre 4 y 14 años, han sido ingresados en un centro de acogida de la Comunidad de Madrid

08 abr 2023 . Actualizado a las 22:53 h.

Malnutridos, los ochos hijos de un matrimonio de Colmenar Viejo (Madrid) vivían en una pocilga. Recibían frecuentes castigos corporales, estaban confinados en un patio, a la intemperie. Además faltaban mucho a clase. La Guardia Civil detuvo a los padres —él, médico, de 45 años; ella de 44—, y los mandó al juzgado, que ordenó ayer su puesta en libertad bajo medidas cautelares. Los críos, con edades entre los 4 y los 14 años, fueron enviados a un centro de acogida de la Comunidad de Madrid. La autoridad judicial ha retirado la patria potestad a los padres, sobre los que pesa una orden de alejamiento de sus hijos.

Cuando los agentes del instituto armado entraron el 28 de marzo en la vivienda, un chalé del municipio madrileño de Colmenar, quedaron horrorizados. La inmundicia era extrema. De no haber sido advertidos, los guardias civiles hubieran creído que aquello eran los despojos de una víctima del síndrome de Diógenes.

Hace unos días, los menores, que pasaban mucho tiempo recluidos en un patio, intentaron quemar la valla. Un vecino asegura que una niña intentó arrojarse al vacío al no soportar el encierro. «Los menores, cuando fueron interrogados, no hablaron», apunta una fuente de la investigación, que sostiene que estaban aleccionados para guardar silencio. Pese a que los chicos dormían en una sola habitación, el chalé es espacioso: dispone de unos 250 metros cuadrados, tres plantas, otros tantos baños, garaje, trastero, y un jardín comunitario.

Una denuncia que ponía en evidencia el maltrato que sufría uno de los menores puso en alerta a la Guardia Civil. En coordinación con la Fiscalía, los agentes indagaron sobre la vida de la familia, y lo que descubrieron les hizo sospechar. Ya pegara el sol o lloviera, los críos pasaban «horas y horas» en el patio. Las persianas estaban bajadas todo el día y se oía mucho ruido por la noche.

Absentismo escolar

Los profesores estaban al tanto del alto índice de absentismo escolar de los críos, que el padre, dada su condición de médico, disculpaba con motivos de salud. Las pruebas recogidas eran tan determinantes que el Juzgado de Instrucción número 1 autorizó la entrada y registro del domicilio. Solo usaban un baño, sucio y lleno de enseres. «La cocina presentaba un aspecto deplorable, sin limpiar y en una situación sanitaria pésima. Los ocho menores malvivían en una habitación, tenían prohibido pisar el salón», aduce la Guardia Civil.

En una de las habitaciones se halló mucho material médico como uniformes, batas, mascarillas, gasas, medicamentos y guantes. El detenido fue incapaz de justificar la posesión de todo eso, por lo que se le acusa de un delito de hurto. Pese a las deplorables condiciones higiénico-sanitarias, nada hace pensar que los cónyuges sufran problemas de salud mental, según los investigadores.

Sin vida social

Nadie hablaba con ellos y rehuían el contacto social. El hombre no llamaba la atención. Apenas salía de la casa para coger el coche, ir a su trabajo y regresar al domicilio. Así durante 13 años, los que la familia llevaba de alquiler en la casa.

La investigación judicial ha corroborado «una grave situación de desamparo» y de violencia doméstica, presuntamente ejercida por el padre, que es médico en un hospital madrileño y que probablemente ha sometido a la mujer a violencia machista. Según un vecino, en las pocas veces que las persianas estaban levantadas, se podían ver varias literas donde dormían los hijos. «Estaban siempre solos», dice otro vecino, que sospechaba algo anómalo, pero no que los menores estuvieran sometidos a ese trato. La madre era la que se encargaba de llevar a los niños al colegio. Algunos de los residentes en la zona no descartan que estuviera otra vez embarazada. La urbanización tiene una piscina, aunque los chavales nunca hacían uso de ella. Salvo el despacho del padre, casi todas las estancias estaban sucias y sumidas en un caos de trastos.

A los progenitores se les atribuyen delitos de maltrato, contra los derechos y deberes familiares y obstrucción a la justicia. Además a él también se le achacan delitos de violencia machista.