El Gobierno tiene dos semanas para desactivar la polémica del «solo sí es sí»

PAULA DE LAS HERAS MADRID / COLPISA

ESPAÑA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados el pasado día 15.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados el pasado día 15. Eduardo Parra | EUROPAPRESS

Pedro Sánchez acalla el riesgo de fractura y los morados no dan visos de ceder

20 feb 2023 . Actualizado a las 12:44 h.

«Aquí cada semana tiene su crisis». El comentario, hecho con sorna por un alto cargo del Gobierno con un papel clave en la difícil tarea de mantener engrasada la relación entre los socialistas y sus aliados parlamentarios, expresa hasta qué punto Pedro Sánchez pecó de ingenuidad cuando, aprobados los Presupuestos, dio orden a los suyos de pisar el acelerador para sacar adelante, antes del cierre del 2022, todas las iniciativas estancadas en el Parlamento susceptibles de generar ruido. El objetivo no era otro que poder dedicar el primer trimestre del 2023, antes de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, a «vender» datos económicos y políticas sociales.

A cien días para los comicios, la coalición vive uno de sus momentos más delicados por la reforma de la ley del «solo sí es sí» y, si nada lo remedia, el 7 de marzo sus dos partidos escenificarán en el Congreso una colisión de efectos imprevisibles.

Sánchez trató el viernes de minimizar de nuevo el riesgo de ruptura. Pero el mero hecho de que, por tercera vez en apenas diez días, tuviera que lanzar el mismo mensaje es revelador. Desde que el pasado 6 de febrero, movido por la alarma social que han generado el más de un millar de rebajas de condena por agresión sexual, ordenó al PSOE registrar en solitario una proposición de ley para cambiar la norma estrella del Ministerio de Igualdad, no ha habido el más mínimo acercamiento de posturas. Al contrario. Las críticas vertidas por Podemos contra sus socios y contra el propio jefe del Ejecutivo han llegado a niveles de partido de la oposición.

La sensación de fractura es tal que el PNV se ha atrevido ya a verbalizar lo que en el PSOE muchos se decían en privado desde hace días: que la formación que dirige Ione Belarra, con Pablo Iglesias como satélite influyente, pueda estar tratando de forzar un adelanto electoral que Sánchez jamás ha querido considerar. En su mente siempre ha estado aprovechar la presidencia de turno de la UE, que España asumirá desde julio hasta final de año, como trampolín electoral para las generales de diciembre.

El socio minoritario del Gobierno no reconoce tener tan perversas intenciones, pero lo que sí afirman fuentes de la dirección de Podemos es que tienen pocos incentivos para ceder. Están convencidos de que tanto el grueso del movimiento feminista (que también ha vivido su propia quiebra en esta legislatura) como el electorado de izquierdas se sienten más identificados con su negativa a modificar la ley del «solo sí es sí» en los términos planteados por el PSOE que con la iniciativa elaborada por Justicia.

Calendario adverso

Los socialistas han dejado caer en varias ocasiones que no se frenarán si su única opción para acabar con la «alarma social» generada por la entrada en vigor de la norma es el PP. De momento, el primer partido de la oposición es, junto al PNV y el PDeCAT, el único que ha dado muestras de estar dispuesto a prestarle sus votos. Pero el calendario y los ritmos parlamentarios han puesto a Sánchez en una tesitura aún más endiablada de lo que habría cabido esperar. El debate de toma en consideración de su propuesta se celebrará en víspera del 8M. Y los morados juegan con la hipótesis de que el PSOE no se arriesgará a ir de la mano de los populares en una fecha con tanta carga simbólica.

El martes, el PSOE ya maniobró en vano en la Junta de Portavoces para intentar adelantar la votación dos semanas. Ahora, les queda la opción de forzar la celebración de un pleno extra con la reforma de la norma como único punto en el orden del día. Fuentes del Gobierno no lo descartan, pero la decisión está en manos de Sánchez. En su entorno, son conscientes de que Podemos no se moverá antes de ese día. Y es probable que tampoco lo haga después.