Piden 14 años para una célula argelina preparada para atentar en Cataluña

Mateo Balín MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Agentes de los Mossos D'Esquadra en una imagen de archivo.
Agentes de los Mossos D'Esquadra en una imagen de archivo. MOSSOS D'ESQUADRA | EUROPAPRESS

Tres de los acusados detenidos en Barcelona llevan casi cuatro años en prisión preventiva y Argelia se interesó por su potencial amenaza

02 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La Audiencia Nacional juzgará desde el lunes 14 de noviembre a los cinco acusados de integrar una organización terrorista por formar parte de una célula yihadista desarticulada en enero del 2019 en Barcelona. La operación Alexandría, que tuvo una segunda fase en julio del 2020, fue una de las grandes intervenciones de los Mossos d'Esquadra, en colaboración con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), tras los atentados del 17 de agosto del 2017 en Barcelona y Cambrils (Tarragona), que dejó 16 muertos y 120 heridos.

La relevancia de este grupo, cuyos principales integrantes son nacidos en Argelia y llevan en prisión preventiva casi cuatro años (el máximo permitido por la ley, de ahí la necesidad de celebrar ya la vista oral), radica en los informes remitidos por los Mossos al Juzgado Central de Instrucción número seis de la Audiencia Nacional, responsable de la investigación, sobre la potencial amenaza que representaba esta red. Según el escrito de acusación provisional de la Fiscalía, que reclama entre ocho y 14 años de prisión a los acusados, estos tenían la «convicción» y el «propósito» de cometer un atentado en Cataluña, y en concreto contra intereses rusos en respaldo de la causa islámica en Chechenia, aunque no tenían la capacidad ni infraestructura para perpetrarlo. Esto es, estaban plenamente radicalizados y consumían abundante material yihadista en un proceso desarrollado entre el 2015 y el 2018.

La célula estaba comandada por el argelino Rabah Hadjeras, alias Berkan Azizi, afincado en Barcelona desde hace 20 años y conocido por los Mossos por su relación con múltiples hurtos y robos. El proceso de radicalización comenzó a fraguarse tras su paso por el centro penitenciario de Brians-1, condenado por esta delincuencia común. Su lugarteniente era el también argelino Omar Negazzi, alias Brahim, instructor y con contacto con dirigentes del Estado Islámico. Las funciones informáticas recaían en Hatab Samir, alias Miami, nativo también del país magrebí, mientras que Lyes Arfa, apodado Soufian, era el responsable de identificar a los objetivos. En un rol secundario estarían Hichem Hamouche y Younas El Morabit, el libertad provisional.

Visita a los presos

Los investigadores consideran que su misión era la instauración del califato global y la vigencia de la Sharia (ley islámica). Para ello era necesario crear un «clima de terror» en Occidente y atraer a simpatizantes a la causa. Y la manera más directa era acceder al aparato propagandístico del Estado Islámico, alimentar la radicalización a través de la llamada Deep web (internet profunda o invisible para pasar desapercibido) y dar el salto a la acción armada.

En uno de los abundantes indicios acumulados, explica la Fiscalía, el informático Samir accedió a un tutorial para aprender a elaborar con éxito la sustancia explosiva TATP o madre de Satán -una bomba casera y muy volátil por sus componentes y de gran capacidad destructora-, acompañada de un detonador eléctrico improvisado y metralla. Un agente encubierto y dos testigos protegidos ayudaron a los Mossos. Detallaron las reuniones secretas en Barcelona: en el espigón de la playa de La Mar Bella, en un parque de la Avenida Lluís Companys y en un bar de Born.

La importancia de esta célula trascendió fronteras. Según fuentes jurídicas, las autoridades argelinas enviaron a un emisario para conocer la situación personal de los presos. La visita tuvo lugar en junio pasado y se enmarcó en la colaboración de los servicios secretos de ambos países, que trataron de que la crisis política del gas no afectara a su relación.