Tres de cada diez de los asesinos machistas acaban quitándose la vida

José Antonio Guerrero MADRID/COLPISA

ESPAÑA

Concentración en el Ayuntamiento de Sevilla por un crimen machista cometido en Málaga el pasado miércoles.
Concentración en el Ayuntamiento de Sevilla por un crimen machista cometido en Málaga el pasado miércoles. AYUNTAMIENTO DE SEVILLA | EUROPAPRESS

Los expertos no creen que se suiciden porque les pese la culpa, sino por la definitiva falta de control sobre su víctima

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los dos últimos asesinos machistas acabaron suicidándose tras matar a sus parejas. El pasado domingo, la Policía encontró en una vivienda de Benidorm el cadáver de una mujer de 67 años cuando se disponían a notificarle que su marido había perecido en un accidente de tráfico. Él la había apuñalado antes de estrellar su coche contra un camión.

El lunes, Raquel Carrión, de 32 años y madre de dos hijos pequeños, fue hallada muerta en su domicilio de Palencia cuando la Policía le iba a comunicar el fallecimiento de su pareja, arrollado por un tren. Las investigaciones apuntan a que tras estrangularla con una correa el criminal abandonó el piso y se arrojó a las vías.

Ambos casos ponen sobre la mesa una cara tan fea como escasamente conocida, la de los hombres que se suicidan tras asesinar a sus parejas. Una realidad que, en lo que llevamos de año, ha ocurrido ya una decena de veces. De las 33 mujeres asesinadas por violencia de género en el 2022, en diez casos sus verdugos acabaron con su vida, y en uno más, lo intentó.

Algarinejo, Pozuelo de Alarcón Maqueda, Lloret del Mar, Tomelloso, la calle Serrano de Madrid (donde un aristócrata mató a su mujer y a una amiga antes de quitarse la vida), Dos Hermanas, Albuñol... han sido escenarios de estos episodios, y así hasta diez suicidios, el 30,3% de todos los crímenes machistas del 2022, el mismo porcentaje que en el 2021.

No hay un estudio científico que haya analizado en profundidad la combinación de violencia de género y suicidio. Y los expertos tampoco ven un patrón definido que permita sacar una conclusión definitiva. Pero coinciden en que estos criminales responden al perfil de un hombre inseguro e inestable emocionalmente, muy impulsivo, conflictivo con los demás y consigo mismo, más temeroso de la condena penal que de la social, y que sienten que su vida carece de sentido tras perder el control sobre su víctima, una vez que la han asesinado.

Nuria Cordero, especialista en psicología forense y experta en violencia de género, no cree que estos individuos se borren de la vida por un supuesto sentimiento de culpa. En algunos casos no reconocen el daño infligido «y por lo tanto no asumen esa responsabilidad», y recuerda que los criminales «muestran limitaciones en la empatía y analfabetismo emocional» y por ende «minimizan la responsabilidad y la culpa».

Cordero apunta a que la marcada inestabilidad emocional de estos sujetos junto a su impulsividad y su conflicto interno son factores de riesgo que promueven la conducta suicida.

Actuación premeditada

En esta línea, Timanfaya Hernández, psicóloga sanitaria y forense, también piensa que no hay un mecanismo común de comportamiento, «pero sí hay casos en que los suicidas lo hacen de manera consciente y premeditada».

Pone el ejemplo de Tomás Gimeno, el padre de Olivia y Anna, que planificó la muerte de sus hijas (las asfixió y las arrojó al mar en Tenerife), y luego se quitó de en medio para provocar a la madre un dolor inhumano y sumirla en la incertidumbre, pues pretendía hacer desaparecer todo rastro de él y de las pequeñas.

Pero no siempre hay una planificación tan cruel y obsesiva, y en ocasiones el suicidio actúa como una salida a su propio descontrol. «La base de la conducta machista es la inseguridad», apunta Hernández, «la inseguridad lleva a intentar ejercer el control y cuando por distintas circunstancias lo pierde no se soportan las emociones que genera, frustración, rabia y el descontrol de impulsos.

Se puede decir que es suicidarse por machismo tras haber matado por machismo», ilustra la psicóloga, que añade: «Eso no quiere decir que no se sea consciente de lo hecho. El suicidio ocurre en muchas ocasiones como otra salida descontrolada ante lo acontecido».

Javier Jiménez, psicólogo clínico, distingue entre dos tipos de asesinos machistas suicidas, los que matan premeditadamente y los que no, es decir aquellos que llevan años maltratando a sus parejas hasta que un día, como se dice vulgarmente, se les va la mano.

«Es una apreciación subjetiva mía porque no tenemos estudios científicos, pero yo diría que en el caso de estos últimos, la mayor parte se suicida no tanto por el estigma social del '¿qué va a pensar la sociedad de mí?', sino para librar la sanción penal. Pesa más la condena jurídica que la social».

Luego están los suicidas que buscan generar el mayor dolor a sus parejas o exparejas eliminando a sus hijos, y con la determinación de matarse después, como hizo Tomás Gimeno. «Y hay otro tipo más», añade el psicólogo, «que es el que la mata porque o es mía o no es de nadie, y me está haciendo sufrir tanto que yo me voy a matar, pero antes me la llevo por delante».

Por eso Jiménez cree que sería bueno hacer una autopsia psicológica de estas personas (hablar con su entorno familiar y de amistades, indagar en las búsquedas que hizo en internet.) para profundizar en el porqué de su conducta asesina y suicida.