Griñán confía en el Constitucional renovado para no entrar en la cárcel y no depender de un indulto

Melchor Saiz-Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

El expresidente andaluz José Antonio Griñán, a su llegada al Tribunal Supremo para declarar por el caso de los ERE en Andalucía
El expresidente andaluz José Antonio Griñán, a su llegada al Tribunal Supremo para declarar por el caso de los ERE en Andalucía BENITO ORDOÑEZ

La Moncloa espera que el tribunal le libre de la decisión sobre un perdón en vísperas de las municipales y generales

31 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la Moncloa cruzan los dedos para que el destino les evite tener que mojarse con la tramitación de un indulto a José Antonio Griñán en vísperas de las elecciones municipales de mayo del 2023 o de las generales que se celebrarán a finales del próximo año. El Gobierno, y a la espera de conocer el texto de la sentencia del Supremo que ha confirmando los seis años de cárcel por los ERE para el expresidente de la Junta y del PSOE, da por seguro que solo el nuevo Tribunal Constitucional de mayoría progresista que se constituirá, salvo sorpresa, en septiembre podría librar a Pedro Sánchez de la patata caliente del posible perdón al exjefe de Ejecutivo autonómico por un delito de corrupción.

El análisis del Gobierno se basa en la estrategia del abogado de Griñán. José María Calero ha anunciado que piensa poner toda la carne en el asador para intentar salvar a su cliente de la cárcel. El primer paso será presentar un incidente de nulidad ante el Supremo en cuanto publique el fallo. Pero es muy improbable que acepte rectificarse a sí mismo. 

Medidas cautelares

En realidad, el incidente de nulidad será solo un trámite para agotar las vías ordinarias y poder recurrir en amparo al Constitucional. En ese momento, Griñán podrá pedir a la corte de garantías que, además de admitir su amparo, suspenda de forma cautelar su ingreso en prisión a la espera de resolver el recurso. Esa petición se podría producir ya bien entrado el otoño, dado que el Supremo suele tomarse unas semanas para resolver los incidentes. Y luego, además, la defensa tiene 30 días para dirigirse al Constitucional.

Los plazos no son baladíes en este caso. Para ese momento, con toda probabilidad, en el Constitucional habrá una mayoría progresista de siete vocales frente a cinco (o a cuatro si todavía no ha sido sustituido por el Senado el magistrado que esta semana presentó su renuncia por motivos de salud). El Gobierno va a nombrar en septiembre a los dos vocales del TC cuyos mandatos expiraron en junio. Esos se sumarán a los otros dos que antes del 13 de septiembre debe nombrar el Consejo General del Poder Judicial.

Aun así, José Antonio Griñán lo tendrá difícil. La jurisprudencia de la corte de garantías apunta a que, por lo general, no accede a suspender la entrada en prisión cuando la pena supera los cinco años de cárcel. No obstante, pueden tener en cuenta otros factores, como el contenido de los dos votos particulares de la sentencia del Supremo, que defenderán que Griñán tenía que haber sido absuelto del delito de malversación.

El expresidente andaluz estaba convencido de que el Supremo le iba a exonerar de la cárcel

José Antonio Griñán estaba convencido de que el Supremo, al menos, le iba a librar del delito de malversación y, por ende, de la pena de prisión. Cuando el martes el alto tribunal confirmó su condena de seis años de cárcel, el expresidente la afrontó con mucha más entereza de lo que cabría esperar ante semejante trance. Aunque el pasado marzo, él mismo había augurado, categórico, que si el Supremo no le libraba de la cárcel «mi vida habrá terminado», la noticia de la confirmación del veredicto le dejó «tocado, pero no hundido», según sus más próximos.

Con 76 años y exiliado de manera voluntaria en su casa sevillana de Mairena de Aljarafe desde hace más de una década, allí recibió el nuevo mandoble judicial acompañado de los suyos; de su mujer, de sus hijos Manuel, Ana y Miguel y de varios amigos. Y de nuevo, a los más cercanos les insistió en el mantra que recita desde que en septiembre del 2013 comenzara su calvario judicial: «Sigo sin entender de qué se me acusa», «No sé por qué se me condena», «Ni hice ni supe ni consentí nada».

«No es que crea en mi inocencia, es que sé de mi inocencia», dijo con contundencia hace unos meses en la presentación de sus memorias, Cuando ya nada se espera, la obra en la que se ha refugiado en los últimos años y que, dicen sus próximos, le ha servido para mantener la cordura.

Tras el mazazo del martes, Griñán pareció volverse a animar con las explicaciones de su abogado, José María Calero. El hecho de que la sentencia cuente con dos votos particulares en los que basar con solidez un recurso ante el Tribunal Constitucional ha reavivado las esperanzas del condenado de no acabar en la cárcel, pero sobre todo, explican en su entorno, de poder lavar su nombre de unas acusaciones, remarca hasta la saciedad, que considera totalmente infundadas.