El rey reivindica el espíritu de Ermua, la victoria «de la moral frente al miedo»

olaiz barriuso BILBAO / COLPISA

ESPAÑA

Marimar Blanco reclama que no se borre de la memoria a los culpables de ETA

10 jul 2022 . Actualizado a las 21:01 h.

El espíritu de Ermua regresó ayer al lugar donde nació. Veinticinco años después del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco en su localidad natal a manos de ETA, la plana mayor del Estado de derecho se dio cita en la localidad vizcaína, de 15.000 habitantes, para mirar al pasado como cimiento de un presente en paz y de un futuro de convivencia. En esa clave, Felipe VI, que tenía 29 años en 1997, la misma edad que el joven edil popular cuando fue asesinado, dejo claro que fueron aquel punto de inflexión «triste y desolador», aquellos días convulsos de «valiosísimo significado», los que «nos han traído hasta aquí».

Una memoria que, dijo, debe seguir viva para que ese significado no se pierda. Y puso en valor, en ese sentido, la rebelión cívica contra el terrorismo que cristalizó en Ermua como «una victoria de la conciencia colectiva de todo nuestro pueblo», un triunfo de «la dignidad y la moral frente al miedo y el terror», y «un ejemplo, en fin, de nuestra fortaleza». En ese sentido, el rey dejó claro que «no nos podemos permitir» que las generaciones más jóvenes desconozcan un acontecimiento que marcó un antes y un después en la vida democrática española, «unió nuestra conciencia colectiva y contribuyó a asentar nuestra convivencia». «Sigamos, pues, perseverando para que lo vivido no caiga en el olvido, para que la unidad nos convoque en torno a nuestra historia reciente, para que el espíritu de Ermua nos recuerde cada día el valor de la paz, de la vida, de la libertad y de la democracia», concluyó el rey.

El tono mesurado y evocador del profundo sentido democrático de aquellos días de julio fue el denominador común de los discursos que vertebraron el acto de homenaje, sobrio y de poco más de una hora de duración, en el que la polémica por los pactos de Pedro Sánchez con EH Bildu apenas si sobrevoló los mensajes, salvo el de Marimar Blanco, la hermana del edil asesinado, que finalmente tomó la palabra tras rectificar el alcalde, el socialista Juan Carlos Abascal, la escaleta prevista inicialmente. La también diputada popular en la Asamblea de Madrid sí aludió, sin citarlo expresamente, al acuerdo de Moncloa con la izquierda aberzale para extender la aplicación de la ley que en principio pretende resarcir a las víctimas del franquismo hasta 1983 a cambio de su apoyo al texto. «Exigimos que la memoria democrática», dijo, en alusión al título de la norma, «reconozca la historia del terrorismo en nuestro país, una historia de buenos y malos, de víctimas y de verdugos». «No podemos permitir que se olvide tanto dolor, que se borre a los culpables y que se silencie nuestra voz, porque importa. Pedimos que se haga justicia con arreglo a las leyes, las que no cumplieron los terroristas«, zanjó la hermana del edil asesinado por ETA.

«No podemos olvidar»

«Hoy crece una generación que no ha vivido en una España cercada por el terrorismo y esa es una inmensa alegría», se congratuló Pedro Sánchez, «pero hay que seguir contando esta historia y que la sociedad no olvide».

Sánchez evitó entrar en polémicas. No contestó a Marimar Blanco, que la víspera al acto de le había pedido expresamente que zanjase sus pactos con EH Bildu. A la hermana del edil asesinado solo se refirió para asumir que «ni todos los actos de reconocimiento ni la entrega de condecoraciones ni las medidas de carácter asistencial serán suficientes para compensar» la pérdida de Miguel Ángel.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, —que ocupó un lugar central en el protocolo junto al rey, Sánchez, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet y el lendakari Urkullu—, hizo declaraciones una vez concluido el homenaje para reivindicar la Transición y cargar contra quienes «equiparan» a las víctimas y los verdugos.

Javier Etxezarreta | EFE

Vivas a Felipe VI y abucheos a Sánchez en una calurosa jornada sin Bildu ni Vox

Los balcones de la calle San Pelayo, enfrente del polideportivo que lleva el nombre de Miguel Ángel Blanco y donde se celebró el acto, y de la escultura de homenaje a las víctimas del terrorismo estaban engalanados con banderas que anticipaban desde horas antes la celebración de algo importante.

La representación política llegó al lugar de encuentro con cuentagotas. Primero las delegaciones de partidos como PNV, PSE-EE, PP, Elkarrekin Podemos-IU y Ciudadanos. Ni EH Bildu ni Vox participaron en el acto. Uno de los protagonistas era Alberto Núñez Feijoo, que fue recibido por Carlos Iturgaiz y Marimar Blanco, hermana del edil asesinado. «¿Por aquí vivíais?», se interesó el jefe de la oposición. «Al otro lado», le señalaba ella. «En lo alto», concretaba el líder de los populares vascos. Feijoo mantuvo con Iñigo Urkullu una larga y amistosa charla. Situados al lado en el comité de bienvenida a Sánchez y Felipe VI, el lendakari y el líder del PP no se separaron y se observó una gran complicidad entre ellos que no se reeditó con la cuando el presidente del Gobierno llegó al acto.

El mandatario socialista tuvo un recibimiento gélido en el que nadie aplaudió ni abucheó. Diferente ambiente se vivió cuando volvió a salir para la ofrenda floral. Entonces sí hubo pitos y se escucharon gritos de «¡fuera, fuera!».

La llegada del rey fue bien distinta, del todo calurosa, y no solo por los más de 30 grados que se registraban en Ermua. Decenas de vecinos que esperaban tras las vallas con una pancarta en la que se leía «Felipe VI une. La Corona une», algunos con megáfono en mano, no pararon de lanzar vivas. Al monarca, pero también al espíritu de Ermua, a la libertad, al País Vasco y a la Ertzaintza

El acto en sí, que se prolongó durante una hora, se celebró en una cancha habilitada para partidos de baloncesto y balonmano. Y afuera, mucha expectación y algún que otro grito mientras intervenía Sánchez. Esa tensión latente se desbordó a la salida del presidente del Gobierno para participar en la ofrenda floral, en la que se mezclaron los vivas al rey y los abucheos al jefe del Ejecutivo.