Sánchez retoma la actualidad: inflación, roces con Podemos y dudas sobre el PSOE

Paula de las Heras MADRID, COLPISA

ESPAÑA

El ministro de Consumo y coordinador federal de Izquierda Unida,  Alberto Garzón, en una imagen de archivo en el Congreso
El ministro de Consumo y coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, en una imagen de archivo en el Congreso Jesús Hellín | EUROPAPRESS

Estudia cambios en su equipo para darle más peso político y transmitir credibilidad

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue el propio Pedro Sánchez quien, el jueves, recién terminada la cumbre de la OTAN que tantas satisfacciones ha reportado al Gobierno en términos de imagen y proyección de España, bajó el balón a tierra para admitir que se avecinan tiempos difíciles, que probablemente la inflación, que alcanzó ya el 10,2 %, la mayor cifra en 37 años, no ha tocado aún techo, que el otoño puede traer restricciones de gas y petróleo y que no es descartable que España entre en recesión. Un bofetón de realidad tras el brillo de los actos de la OTAN.

En la Moncloa se respiraba esta semana satisfacción por el «éxito» de una cita internacional a la que se habían dedicado muchos esfuerzos, pero pocos se llaman a engaño. La cumbre ha servido a Sánchez para abrir un paréntesis en su atribulada agenda doméstica e incluso, según los más optimistas, para hacer palpable que fuera goza de un prestigio que no se le reconoce en España, pero los problemas siguen ahí y el efecto balsámico que hayan podido tener su papel protagonista o su ansiado encuentro con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, no tardará, admiten fuentes socialistas, en evaporarse. En el partido no son pocos los que dan por sentado, de hecho, que el jefe del Ejecutivo ya ha pasado de pantalla y que aprovechará los «próximos días» para abordar otra pata del plan con el que sospechan que aspira a recuperar la iniciativa política tras la debacle de las elecciones andaluzas, la ejecución de cambios de calado en la organización y en el grupo parlamentario. Todos apuntan a las portavocías.

Mayor peso político

«Hay un clamor interno porque no están funcionando bien», subraya un buen conocedor de la estructura del PSOE con redes en los territorios. La mayoría de los dirigentes consultados no creen que Sánchez tenga en mente una remodelación del Gobierno como la que acometió en julio del pasado año para salir del bache de los comicios del 4 de mayo en Madrid. Pero también hay cierto consenso en que el presidente necesita un equipo con mayor peso político, en que tras expulsar de su lado a Carmen Calvo y José Luis Ábalos se ha quedado muy desprotegido y en que faltan, en la primera línea, figuras capaces de transmitir con «credibilidad» los mensajes.

El jefe del Ejecutivo, en todo caso, guarda con celo sus intenciones y hasta se muestra divertido con las especulaciones. «Tengo un problema y es que si lo fuera a hacer no lo diría y si dijera que no lo voy a hacer no me creerían», replicó casi ahogando una sonrisa el pasado sábado a la pregunta de si haría cambios en sus equipos en el Gobierno o en el partido.

Enemigo temido

De momento, en la Moncloa se aferran al plan contra la inflación y a la intención de pegar un empujón a la agenda legislativa —esta semana el PSOE desatascó la ley de la memoria que llevaba un año bloqueada en el Congreso— para lanzar el mensaje de que el Ejecutivo no baja los brazos. También ponen el foco en la celebración del debate sobre el estado de la nación, del 12 al 14 de julio, como ocasión de poner en valor sus políticas.

Sánchez ha imprimido un giro a la izquierda a su discurso económico y social con el que aspira, además, a amortiguar el ruido en la coalición. Las advertencias de Unidas Podemos y de aliados parlamentarios como Más País contra el aumento del gasto en defensa, comprometido ante los socios de la UE y de la OTAN, y contra el incremento de la presencia militar de EE. UU. en la base de Rota, pactada con Biden, no apuntan a un escenario de calma interna y auguran una compleja negociación de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, es precisamente con el gasto socioeconómico con el que Sánchez pretende convencer de que no pueden votar en contra de las cuentas tanto a la fuerza minoritaria del Ejecutivo como al bloque de la investidura.