El espionaje coarta la modulación del discurso de Aragonès, que se enfrenta al pulso de Laura Borràs

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

Pere Aragonès y la presidenta del Parlamento catalán, Laura Borràs, durante la sesión de investidura del primero
Pere Aragonès y la presidenta del Parlamento catalán, Laura Borràs, durante la sesión de investidura del primero Quique García | EFE

ERC y Junts aguantan a duras penas en la Generalitat un año después, y el primero ya no es socio de referencia de Sánchez

22 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Pere Aragonès cumplió ayer un año desde que fue investido presidente de la Generalitat. No hubo celebración, el balance lo hará la semana que viene. Ha sido un año duro. Como lo fue la negociación de tres meses entre ERC y Junts para formar Gobierno. Aragonès (al tercer intento) recibió 74 votos sobre 135 y desde Jordi Pujol ningún presidente había recibido tantos apoyos en su investidura.

365 días después, el presidente de la Generalitat ha perdido buena parte de esos respaldos. La CUP se ha desmarcado de la mayoría independentista y le reclama que se someta a una cuestión de confianza. Y Junts, aún dentro del Ejecutivo, está elaborando una auditoría interna sobre el grado de cumplimiento del pacto de gobierno. No es una cuestión baladí, ya que Laura Borràs amenaza con someter a consulta de la militancia el resultado de la autoevaluación y darle categoría de vinculante. Es decir, que el acuerdo podría saltar por los aires. Que Junts salga del Ejecutivo es lo que querría Laura Borràs, que el 4 de junio será entronizada presidenta del partido.

La legislatura de Aragonès empezó con una dura pugna con Carles Puigdemont, que pretendía cogobernar Cataluña desde Waterloo, a lo que Esquerra se negó. Un año después, Puigdemont está ya en retirada de la primera línea y quien coge el testigo es la presidenta del Parlamento autonómico, del sector unilateralista de Junts. 

«La era Borràs»

En el entorno del presidente y en Esquerra hay preocupación por ello. Borràs puede ser apartada de la presidencia del Parlamento por corrupción, y centrará toda su actividad en la dirección del partido. «Comienza la era Borràs», resumen en las filas republicanas. Su línea a seguir, entienden en Esquerra, será «atacar a todo lo que huela a ERC».

Hace un año daban por hecho que tendrían al enemigo en casa, pero no pensaban que sería tan belicoso. Junts dejó a Aragonès solo en la mesa de diálogo, criticó su alianza con los comunes en los Presupuestos y ahora amenaza con dinamitar el consenso para introducir cambios en el modelo de inmersión lingüística. La ejecución de la sentencia que obliga a impartir el 25 % de las clases en castellano es en estos momentos el principal quebradero de cabeza para el Gobierno catalán.

En el entorno de Borràs, que ha luchado por el poder del partido con el sector pragmático de Junts, afirman que ya basta de «pegarnos entre nosotros» y que el «adversario» es Esquerra. El caso Pegasus y la radicalización de Junts son dos obstáculos con los que no contaba Aragonès hace un año, cuando empezó un lento proceso de aterrizaje del movimiento independentista, tras años muy convulsos. Al mes de su investidura, el Gobierno hizo un gesto de calado: concedió el indulto a los presos del procés. ERC había facilitado la elección de Pedro Sánchez y las relaciones entre el Ejecutivo central y el catalán volvían a fluir.

En septiembre se reunió la mesa de diálogo entre los dos Gobiernos y se asomaba una cierta desescalada en la tensión. Hasta que hace un mes estalló el caso Pegasus. Aragonès fue uno de los espiados, en el 2019 y el 2020, cuando era vicepresidente y más tarde presidente en funciones. En estos momentos, las relaciones entre la Moncloa y la Generalitat están en suspenso. ERC ha dimitido como socio de referencia del PSOE en el Congreso. Aragonès no va sobrado de socios en Barcelona, porque Junts aguanta en el Gobierno, pero a regañadientes y a la espera de la orden que dé Borràs. Y en Madrid ya no es lo mismo, porque ERC se escurre de la mayoría de la investidura. Puede volver, pero de momento está fuera. 

Illa dice que no se ha mejorado nada, y, según Fernández, ha sido un año perdido 

El primer secretario del PSC, Salvador Illa, criticó ayer el primer año de Pere Aragonès como presidente de la Generalitat: «No se ha mejorado nada en un año». Lo dijo en un acto público del PSC en Tarragona, en el que consideró que estos doce meses del Ejecutivo catalán fueron de «mucho ruido y pocas nueces», y cuestionó que Aragonès haya conseguido algún avance en Cataluña. Illa lamentó no haber visto mejoras ni cambios en materia de energías renovables, infraestructuras, turismo o educación, y afirmó que no se ha logrado mejorar la capacidad de Cataluña de influir en Europa. Desde Lérida, el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, calificó de «año perdido» el mandato de Aragonès y calificó de «fracaso estrepitoso» la gestión en sanidad y educación.