Roldán, que dirigió la Guardia Civil en algunos de los años más duros de la historia del terrorismo etarra, vivió su momento de gloria en 1992, poco antes de que se comenzaran a airear sus chanchullos en las adjudicaciones y con los fondos reservados, con la desarticulación en 1992 de la cúpula de la banda en armada en Bidart, en Francia, gracias a la información de los servicios antiterroristas del instituto armado. También bajo su mandato fue arrestado el que por entonces el etarra más buscado, el sanguinario Henri Parot, pistolero del comando itinerante que se había convertido en la pesadilla de las fuerzas de seguridad.