Revuelta anti-Marlaska por la derogación de la ley mordaza

Melchor Saiz-Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Imagen de la marcha de policías en Madrid en demanda de la equiparación salarial en el 2009
Imagen de la marcha de policías en Madrid en demanda de la equiparación salarial en el 2009 Paco Campos | EFE

El incumplimiento de la equiparación salarial, tras el malestar policial

21 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Fernando Grande-Marlaska se enfrenta a la mayor rebelión policial de la democracia. El malestar y las movilizaciones que se avecinan superan con creces las ocurridas en el 2007 y 2008, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del Ministerio del Interior, cuando miles de policías y guardias civiles tomaron las calles, en algunos casos vestidos de uniforme y desafiando las amenazas de expedientes, para reclamar mejoras económicas y de sus derechos laborables.

La principal diferencia entre entonces y el ambiente de estos días es la figura del ministro y sus formas. Mientras que hace casi 15 años, los funcionarios no llegaron a romper del todo puentes con Rubalcaba (quien recondujo la situación sin hacer apenas cesiones por la crisis económica del 2008), ahora es la persona en sí de Fernando Grande-Marlaska la que encarna el enfrentamiento. Sus maneras de «ordeno y mando» en la institución, sus ceses de destacados miembros de las fuerzas de seguridad, sus ausencias en momentos claves, los acercamientos de presos de ETA o al País Vasco su precipitación a la hora de señalar a culpables ignorando las advertencias de sus subordinados han creado un caldo de cultivo ideal durante los últimos tres años y medio para la tormenta perfecta que parece venirse encima de manera inexorable. Una borrasca sin precedentes que tiene como último detonante la reforma de la ley mordaza y el incumplimiento de equiparación salarial, aunque, como reconocen todos los implicados, los nubarrones «vienen muy de lejos».

Detrás de la tempestad hay más de una treintena de organizaciones, colectivos, sindicatos y plataformas de uniformados que se han unido a las dos grandes protestas ya programadas: las concentraciones ante las delegaciones y subdelegaciones del Gobierno el miércoles día 24 y la gran manifestación del sábado en Madrid, en la que esperan reunir a 100.000 uniformados. Y todavía hay varias plataformas de policías locales y municipales que dudan si sumarse.

La indignación en contra de las políticas y las formas de Grande-Marlaska ha conseguido, incluso, la unidad de acción entre las asociaciones de policías que llevaban enfrentadas desde que en el 2017 la plataforma Jusapol (acrónimo de justicia salarial policial) hiciera saltar por los aires el tablero del juego sindical que había imperado durante décadas, barriendo en las elecciones del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil. 

Sin diálogo con los agentes

El hecho de que Marlaska ni siquiera llamase a los representantes de los agentes para escucharlos antes de que PSOE y Unidas Podemos pactaran los puntos clave de la reforma de la ley mordaza que afectan de lleno a la vida y al trabajo de los funcionarios fue el detonante para que los enemigos sindicales firmasen la paz.

Meros espectadores

Están dolidos por la propuesta de eliminar la prohibición de difundir las imágenes de los agentes y obligarlos a devolver al detenido al lugar donde fue arrestado y por acabar de un plumazo con la presunción de veracidad del atestado policial si los hechos consignados no resultan coherentes. Nadie les ha pedido el parecer sobre permitir manifestaciones sin previa comunicación, lo que les obliga a participar en despliegues improvisados.

El otro tema que levanta ampollas entre policías y guardias civiles es el acuerdo de Interior y Generalitat para ampliar la plantilla de los Mossos d'Esquadra hasta los 22.006 agentes, lo que supone 3.739 más, con la consiguiente asignación económica, al tiempo que Marlaska, desde Barcelona, afirmaba que la equiparación salarial es un asunto «complejo».