El club de expertos en volcanes en España lo forman apenas treinta personas

Alvaro Soto COLPISA | MADRID

ESPAÑA

Jon Nazca | Reuters

Catedráticos y estudiantes de los volcanes coinciden en destacar las dificultades que existen en España para especializarse en esta rama de la geología

26 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque en los últimos días salen hasta de debajo de las piedras volcánicas, todos los vulcanólogos españoles podrían reunirse a cenar en una sala de tamaño mediano: el club de los expertos en volcanes lo conforman apenas 30 personas (grupos pequeños vinculados a universidades de Madrid, Barcelona, Granada, Castilla-La Mancha y sobre todo, Canarias), y no es porque no acepten nuevos socios.

Al contrario, los especialistas sueñan con una oleada de nuevas vocaciones que quizá llegue con la erupción de Cumbre Vieja. Pero esta rama de la geología nunca ha tenido un tirón excesivo, no cuenta con estudios propios y se enfrenta a cierto desinterés del conjunto de la sociedad. «Se acuerdan de nosotros cada medio siglo. A ver, que España no necesita muchos vulcanólogos, pero tampoco necesita tantos abogados», bromea Eumenio Ancochea, profesor de la asignatura de Vulcanismo en la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid, que reivindica una ciencia «que sirve para mucho a la sociedad».

A sus 70 años, se encuentra en La Palma analizando sobre el terreno las coladas de lava, a las órdenes del Instituto Geográfico Nacional, y es uno de los patriarcas de una rama de la geología a la que se llega por muchos caminos: desde la geología, la geofísica, la geoquímica, la oceanografía, la ingeniería, el análisis de datos, la arquitectura e incluso la psicología. A partir de esos estudios, los alumnos interesados en los volcanes pueden matricularse en másteres de geología ambiental o de gestión de desastres naturales, donde encuentran asignaturas de riesgos volcánicos, pero hasta ahora, la demanda no ha sido muy grande.

Su colega José Mangas imparte magisterio desde la cátedra de Geología de la Universidad de Las Palmas. «Yo me especialicé en yacimientos minerales en Salamanca, donde solo se daba un cuatrimestre de vulcanología, y cuando saqué la plaza en Canarias profundicé en los volcanes», recuerda esta eminencia de la vulcanología en España, que ha intentado captar talento joven para su campo, pero se ha encontrado con dificultades.

«Hace dos años montamos un máster de 120 créditos y solo se matricularon cinco personas. La universidad nos dijo que no se podía impartir con menos de diez alumnos. Y en los Jameos del Agua, en Lanzarote, una tierra llena de volcanes, se gestó un curso internacional de vulcanología al que al principio, sí, se apuntaron muchos alumnos, sobre todo de Latinoamérica, pero que fue a menos y al final se acababa impartiendo para periodistas, jubilados, amas de casa... Y acabó siendo inviable porque el objetivo era que fuera de un nivel más alto», recuerda.

Buscarse la vida 

La falta de posibilidades se suple, sin embargo, con entusiasmo y vocación y la vulcanología se abre camino en España gracias a las tesis doctorales y a los trabajos de estudiantes y profesores. Olaya Dorado es investigadora predoctoral en el Instituto Geociencias Barcelona (GEO3BCN-CSIC) y está realizando una tesis sobre la petrología y geoquímica del vulcanismo reciente del Teide.

«No es fácil formarse en vulcanología en España. En los grados de Geología, hay universidades que no ofertan la asignatura de vulcanismo y no hay ningún máster oficial que sea específicamente sobre este asunto. Tienes que buscarte la vida para formarte en las distintas ramas de la vulcanología, que son muchas», explica Dorado, que ahora organiza, junto con sus compañeros, un curso de campo en Tenerife «para suplir parte de esa falta de oferta en la formación».

También al GEO3BCN-CSIC pertenece Marta López, investigadora predoctoral en multipeligrosidad y gestión del riesgo en islas volcánicas. «La especialidad en vulcanología se adquiere tras una formación mediante cursos posteriores a un grado o licenciatura universitaria, experiencia de campo y mucha pasión», subraya. López cree que a la vulcanología «no se le otorga el interés ni se le presta la atención que merece» e incide en la dificultad de acceder a una experiencia laboral, «pero estos obstáculos son superables con empeño y vocación».

Los aspirantes a vulcanólogos optan, en muchos casos, por ampliar sus estudios en el extranjero. La meca de los vulcanólogos es la Universidad de Hawái, en la ciudad de Manoa, en un archipiélago donde los volcanes son una religión, y también Japón, donde reina el volcánico monte Fuji. Más cerca, la Universidad de Clermont-Ferrand, en Francia, o varios centros en Italia (la influencia del Etna, el Estrómboli y el Vesubio es notable) ofrecen una formación de prestigio. Pero buena parte del aprendizaje se realiza sobre el terreno.

Cuando erupciona un volcán, en Islandia, en Indonesia o donde sea, «los vulcanólogos tratamos de ir, eso sí, si tenemos dinero», sonríe Mangas. Además, cada dos años se celebra un congreso internacional, Ciudades en Volcanes, que analiza los problemas que una erupción puede ocasionar sobre la población, y cada cuatro, la Asociación Internacional de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra (Lavcei, por sus siglas en inglés) convoca un gran encuentro que reúne a mil expertos de todo el mundo.