Sánchez suelta lastre y asume el mando total con un Gobierno más presidencialista

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado viernes en el Palacio de la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado viernes en el Palacio de la Moncloa. J. HELLÓN / EUROPA PRESS

El jefe del Ejecutivo aparta a los perfiles más ariscos, potencia el área económica, frena el ímpetu de ERC y hace la paz con el PSOE

10 jul 2021 . Actualizado a las 23:38 h.

El «Gobierno bonito» que Pedro Sánchez formó en el 2018 inspirándose en el canadiense Justin Trudeau, uno de sus referentes, había sufrido un desgaste desmedido en solo tres años, agravado por los conflictos internos a los que obligó el hecho de tener que hacer hueco a Unidas Podemos en el Ejecutivo de coalición. Sánchez quiere transmitir una imagen de reinicio de su mandato tras los indultos del procés y la velocidad de crucero de la vacunación, centrando ahora su gestión en la recuperación económica. Potencia esta área ascendiendo a Calviño, manteniendo a Escrivá pese a su escasa sintonía con él y promocionando a Yolanda Díaz, que representa el sector de Unidas Podemos que gusta al presidente. Se libera de los perfiles más ariscos, desgastados y menos de dialogantes de su Ejecutivo como Carmen Calvo y José Luis Ábalos. Corrige además claros fallos de casting como los de González Laya, Uribes o Duque, y rejuvenece su equipo con la salida de Celaá o Campo, este último muy incómodo con el papel que le tocó jugar con los indultos del procés. Sánchez asume el mando total en un Gobierno más presidencialista y coloca a un fontanero fiel como Félix Bolaños en la sala de máquinas.

 Gobierno presidencialista

Sánchez asume el mando total. Tres años después de llegar por sorpresa al Gobierno a través de la primera moción de censura que triunfa en democracia, Sánchez se considera suficientemente rodado como para imponer un modelo de Gobierno absolutamente presidencialista, en el que todo gira a su alrededor. No necesita a Calvo. Todas las incorporaciones tienen un perfil político bajo, lo que otorga al jefe del Ejecutivo un control más directo sobre todas las áreas que dependen del PSOE. En lo económico, su confianza en Nadia Calviño es total tras comprobar el excelente y prudente desempeño de la responsable de Economía en Europa en un momento crítico para España tras la pandemia. Y, con un gusto creciente por la política internacional, como les ocurrió a todos los expresidentes, Sánchez asume de facto el papel de ministro de Exteriores, con una figura de su total confianza en el departamento.

 Desconcierto sobre Iceta

Mensaje indirecto a ERC. El movimiento más desconcertante de Sánchez es la salida de Miquel Iceta del Ministerio de Política Territorial y Función Pública para ocupar la cartera de Cultura y Deporte. Se esperaba que Iceta, que llevaba menos de seis meses en el cargo, promocionara a un puesto con influencia en la mesa de negociación entre el Gobierno y la Generalitat para tratar de buscar una salida al conflicto en Cataluña que garantizara a Sánchez el respaldo de ERC. Se habló incluso de la posibilidad de que asumiera una vicepresidencia del Gobierno. Aunque mantendrá su influencia sobre Sánchez en todo lo que afecte a Cataluña, difícilmente se justificaría que el ministro de Cultura y Deporte se siente en esa mesa de diálogo. Un mensaje que, indirectamente, sirve para rebajar las expectativas de los independentistas catalanes al retirar al líder del PSC las competencias de Política Territorial.

 Ábalos paga sus excesos

Un pararrayos desgastado. La salida del Gobierno de José Luis Ábalos no entraba en las quinielas. Pero el deseo de Sánchez de retomar la idea del Gobierno bonito se lo ha llevado por delante. La figura del ministro de Transportes estaba políticamente carbonizada, no solo porque había asumido el papel de látigo de la oposición con el discurso más amargo, sino también por polémicas como el Delcygate, cuando ofreció ocho versiones distintas de su encuentro en el aeropuerto de Madrid con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, que tenía prohibido pisar suelo de la UE, o sus controvertidas vacaciones en Canarias en plena pandemia, que se suman a una mala relación con Unidas Podemos a costa de su negativa a asumir el control de los precios del alquiler en la Ley de Vivienda. Su abandono de la secretaría de organización del PSOE indica que el ya exministro no ha acogido de buen grado su destitución tras haber actuado como pararrayos de Sánchez.

 El trofeo de Redondo

Armisticio con el partido. La salida del organigrama del Ejecutivo del todopoderoso Iván Redondo constituye una especie de armisticio del presidente del Gobierno con los barones territoriales y la cúpula del PSOE, que nunca acabaron de aceptar que alguien a quien consideran un mercenario de la política -trabajó antes para el PP- marcara la estrategia y el discurso no solo del Gobierno, sino también del partido. Sánchez  hace un guiño al PSOE, incluido el siempre crítico Emiliano García-Page, que, aunque no sea una de sus fieles, ve a una castellanomanchega como Isabel Rodríguez, alcaldesa de Puertollano, como responsable de Política Territorial -significativamente en sustitución de Iceta-, y como nueva cara amable del Gobierno, relevando en la portavocía a una María Jesús Montero abrasada en esa función. Recupera además a Óscar López, un hombre de partido, y nombra ministras a tres alcaldesas del PSOE. Redondo, que se consideraba intocable tras convertir a un secretario general del PSOE defenestrando por su propio partido en presidente del Gobierno, y que se declaraba dispuesto a tirarse a un barranco por su jefe, acaba en ese barranco, pero no por voluntad propia, sino porque Sánchez ya vuela solo y no le necesita. El contraste que supone sustituir a un spin doctor de libro como Redondo por un hombre de partido como Óscar López, actual responsable de Paradores y viejo amigo de Sánchez, con el que formaba el trío de golden boys de Pepe Blanco junto al desaparecido Antonio Hernando, laminado tras la traición que supuso apoyar la abstención en la investidura de Rajoy, ejemplifica el cambio que Sánchez imprime a la jefatura de su Gabinete. López, eso sí, verá muy reducido su sueldo de 180.000 euros año.

  Podemos marca su espacio

Sánchez evita el choque. El golpe de autoridad ejecutado por Sánchez tiene sin embargo su envés en el hecho de que, pese a cambiar siete ministerios, no haya sido capaz de tocar una sola de las carteras de Unidas Podemos, aunque todos los ministros de sus socios de coalición, con la excepción de Yolanda Díaz, estén incluso más quemados que los socialistas que salen. Unidas Podemos ha preferido mantener su imagen de fortaleza negándose a que Sánchez le imponga la renovación, antes que sustituir a ministros como Manuel Castells, con el que el partido está decepcionado, o como Alberto Garzón, que jugó hábilmente sus cartas al verse casi fuera del Gobierno desatando el debate sobre el consumo excesivo de carne, apreciado en el los sectores ecologistas de la formación, y desafiando al tiempo la autoridad de Sánchez.