Aragonès se topa con los más radicales que se resisten a abrir una etapa de distensión

c. reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

Alejandro García

Los indultos, la reanudación del diálogo, un giro en el veto al Rey y las discrepancias internas marcan el primer mes de mandato del presidente

20 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La legislatura del aterrizaje independentista va a ser un campo de minas. Lo ha comprobado Pere Aragonès en su primer mes al frente del Gobierno catalán. Ha sido todo menos un paseo militar. Se ha producido la primera crisis de gobierno, se ha visualizado que ERC y Junts no entierran el hacha de la guerra independentista y el presidente ha iniciado el deshielo, primero con Pedro Sánchez, más tarde con el Rey y finalmente con Carles Puigdemont.

Más allá de la retórica, el Gobierno catalán tiene asumido que esta será una legislatura marcada por la gestión del día a día. Sin olvidar el conflicto catalán, que estará siempre presente. La primera decisión de calado ya supone un reconocimiento por parte de Aragonès de que su Gobierno ha nacido muy débil. A pesar de las urgencias financieras, el dirigente de ERC ha renunciado a presentar presupuestos para este año. Ha argumentado que ya no habría tiempo para aprobarlos, pero la razón es que la CUP los tumbaría y el nuevo Gobierno no quiere encajar una derrota sonora a las primeras de cambio. Podría buscar el apoyo de los comunes e incluso del PSC, pero eso ya sería admitir demasiado pronto que no habrá agenda independentista.

La debilidad del Gobierno catalán no es solo parlamentaria. La flaqueza también es interna. En apenas unas semanas, ERC y Junts ya han chocado en asuntos básicos como el proyecto de ampliación del aeropuerto, qué hacer ante las visitas del Rey a Barcelona o la vía unilateral. Las protestas mañana por parte de los independentistas más radicales contra la visita de Pedro Sánchez son una muestra de que hay sectores que rechazan la distensión.

Retórica de confrontación

El secesionismo se pelea. La carta que escribió Oriol Junqueras para desdecirse del rechazo a los indultos y para aparcar la vía unilateral fue inmediatamente desautorizada por los posconvergentes, que mantienen la retórica de la confrontación unilateralista. Pero Junts no es una balsa de aceite, lo que complica la ecuación de la fórmula de coalición del Gobierno catalán.

Jordi Sànchez, que replicó a Junqueras, fue atacado desde su partido por cuestionar el supuesto mandato del 1-O. A Sànchez le han movido la silla todos los que en su formación renunciaron a entrar en el Gobierno, los más alejados de las tesis más pragmáticas y próximos a Puigdemont, pues han preferido quedarse en la reserva para no quemarse en un Ejecutivo liderado por ERC y que a su entender será tibio en lo independentista.

Con los indultos, tanto Junqueras como Sànchez se harán plenamente con las riendas de sus partidos. Esta doble división independentista ha quedado patente esta semana con la visita del Rey, a las jornadas del Círculo de Economía. Primero, Aragonès contempló acudir a la cena junto al jefe del Estado. Más tarde, decidió no ir y delegó la asistencia en el vicepresidente Puigneró, de Junts. Desde el partido le presionaron para que se negara y el vicepresidente desautorizó al presidente. El aviso era claro: el Gobierno sigue teniendo dos partes y cada partido manda en su parcela, pero no en la otra.

Es probable que en una semana, en la cena del Mobile World Congress, en Barcelona, acudan, junto al Rey, tanto Aragonès como Puigneró. Será, previsiblemente, días después de que el Felipe VI firme los indultos.

Fuentes del Govern admiten el cambio de criterio respecto a la etapa anterior. Ahora, la consigna es que la presencia del Rey no debe condicionar la agenda.