España-EE.UU., aliados pero menos

Olatz Barriuso BILBAO / COLPISA

ESPAÑA

Horst Wagner

El paseo de Sánchez y Biden deja a las claras, según exdiplomáticos y expertos, que nuestro país «no es una prioridad» para la potencia mundial

20 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Donald Trump telefoneó a Mariano Rajoy en febrero del 2017, el presidente español celebró que se mantuviera engrasada la relación entre dos países «aliados». «Se le echaron encima porque aquella llamada se politizó, como todo en España. Pero lo lógico es que lo pusiera en valor porque tenemos intereses en común con EE.UU. y, debajo de las tensiones políticas, hay una relación que fluye», apunta Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano. De José María Aznar se recuerdan los pies encima de la mesa del rancho de George Bush hijo —además, por supuesto, de la foto de las Azores— y de José Luis Rodríguez Zapatero aquella emocionada celebración de Leire Pajín por el «acontecimiento planetario» que, según ella, suponía que coincidiera la llegada de Obama a la Casa Blanca con la presidencia de turno de España en la UE. De la crisis del islote de Perejil, que desbloqueó el exsecretario de Estado Colin Powell, el discurso de Trillo.

Esta semana, la España política se ha vuelto a incendiar tras el paseo de 30 segundos en los pasillos de la OTAN en Bruselas en que se quedó la reunión anunciada a bombo y platillo por Moncloa entre Pedro Sánchez y Joe Biden. De nuevo, el trazo grueso se ha impuesto en un asunto en teoría de Estado y la oposición ha aprovechado la imagen del presidente hablando a un Biden impertérrito para atacarle por el «ridículo» en que habría enfangado la imagen del país. Pero, ¿es la relación entre España y EE. UU. tan precaria como sugieren los rivales de Sánchez? ¿Es Madrid irrelevante para Washington?

Según coinciden la media docena de expertos en Relaciones Internacionales y exdiplomáticos consultados para este reportaje nada es blanco ni negro en política exterior. Apuntan, en este sentido, en que más allá de coyunturas políticas concretas, los lazos entre España y EE. UU. son «sólidos» por su mutua pertenencia a la OTAN, por el convenio que regula las bases militares norteamericanas en Rota y Morón de la Frontera y por el giro de la nueva Administración demócrata hacia el europeísmo y el internacionalismo tras dejar atrás el proteccionismo trumpista, aunque con un manifiesto margen de «mejora» y no exentos de vaivenes políticos.

«Lo que ha ocurrido es un ejemplo de cómo la mala política espectáculo puede arruinar una buena gestión, que ha dado como fruto que la próxima cumbre de la OTAN se celebre en Madrid», apunta el profesor de Relaciones Internacionales de la UPV José Luis de Castro. Su colega Felipe González Álvarez, experto en Derecho Público Internacional, coincide en que la foto es solo la espuma, nada que permita extraer conclusiones sobre la supuesta inanidad geopolítica española. En su opinión, «lo importante para la imagen de Sánchez, para su Gobierno y para España» es efectivamente la cumbre del 2022, que, abundan los expertos, no es «una más» porque en ella se aprobará la nueva estrategia de los aliados en asuntos troncales como seguridad global, fortalecimiento militar y cambio climático y además Sánchez tendrá ocasión de «recibir» como anfitrión a los 29 jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza, lo que dejará la minicharla bruselense en anecdótico recuerdo.

«Los americanos no entienden muy bien esto de querer hacerse fotos sin otro contenido que el puramente mediático. Biden tiene la agenda muy cargada y en Washington cuando uno quiere una reunión debe explicar para qué y no sé si eso se ha hecho», corrobora Jorge Dezcallar. Sabe de lo que habla. El veterano diplomático fue embajador de España en Estados Unidos entre el 2008 y el 2012 y su conclusión es que, aunque la relación bilateral está consolidada, «no somos ni un problema ni una prioridad» para una superpotencia como la estadounidense, una opinión que García Encina suscribe en su literalidad. Los profesores De Castro y González coinciden: España es un aliado «relativamente importante» pero también una «potencia media» que no despierta especiales «anhelos» en EE UU. Eso sí, «el ambiente es mucho mejor, ahora tenemos en Washington a un líder predecible, que no es poco. Lo confirma su gira europea y la congelación de las sanciones impuestas por Trump a las exportaciones», se felicita Dezcallar.

Pero, ¿está la relación estrictamente bilateral a la altura de esas vibraciones positivas que marcan la OTAN, la UE y el nuevo ciclo político en EE.UU.? La respuesta más común es que no, con matices que van desde considerar la política exterior española desde sencillamente inexistente a manifiestamente mejorable.

Josep Piqué, ministro de Exteriores con Aznar entre el 2000 y el 2002, sí ve la «confianza deteriorada» entre Madrid y Washington, tanto por «episodios pasados» que aún pesan como por las «discrepancias sobre América Latina» y por las posiciones «antinorteamericanas» de Unidas Podemos, socio de Sánchez en el Gobierno de coalición. «Tener a la extrema izquierda y a comunistas no ayuda», abunda Piqué, convencido de que la relación «sólida y fructífera» lograda «a principios de siglo» se ha ido diluyendo, también porque la «polarización» de la política española y los bandazos que se dan en función del color político de los gobiernos «nos restan credibilidad». Dezcallar está de acuerdo, pero cree que el problema tiene una dimensión mayor. «Nos domina el ombliguismo provinciano. Y el resultado es que contamos poco y en consecuencia tampoco cuentan con nosotros. Hillary Clinton me dijo que para hacer política exterior hacen falta tres cosas: una estructura institucional sólida, una economía fuerte e ideas claras. Y no sé si tenemos todo».

El exministro Piqué ve en la cumbre del 2022 una oportunidad para recomponer puentes. Y la investigadora del Elcano cree que la clave es empezar a pensar «en términos estratégicos». «Dejar de apoyarnos solo en lo militar y meter la cabeza en Washington, hacer lobby. Tras la crisis financiera de 2008 aumentaron las inversiones norteamericanas y tenemos múltiples intereses comunes: la lucha antiterrorista, la transición energética... Aprovechémoslo».