La «nueva política» se estrella contra la realidad y el bipartidismo

David Guadilla MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Albert Rivera y Pablo Iglesias, en un debate en la Universidad Carlos III en Madrid en el 2015
Albert Rivera y Pablo Iglesias, en un debate en la Universidad Carlos III en Madrid en el 2015 SUSANA VERA

Las elecciones de Madrid suponen un punto de inflexión para Cs, al borde del abismo, y Podemos, obligado a una amplia reforma

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Como casi siempre, hay que seguir la pista del dinero. Ciudadanos logró el 4M un 3,5 % de los votos. Fue un desastre, pero pudo ser mucho más. Por debajo del 3 % no hubiese recibido ninguna subvención por los gastos de la campaña. Esos carteles con la cara de Edmundo Bal, los sobres remitidos a los domicilios... Ahora recibirá 0,22 euros por voto. Casi una limosna si se compara con los 200.000 que se obtienen por escaño. En el 2019, sacó 26 actas, que se tradujeron en 5,2 millones de euros. Ahora, cero escaños, cero euros. Y no hay que olvidar que un partido no deja de ser una empresa: trabajadores, nóminas, gastos fijos, hipotecas... Sin dinero, no hay estructura. Cs está en ese punto que los sociólogos califican como «técnicamente inviable».

Un aparente ocaso de un cisne que hace dos años rozó el sorpasso al PP. Fue en las elecciones de abril del 2019. Apenas le separaron 330.000 votos.

Podemos estuvo a punto de asaltar los cielos en diciembre del 2015. 400.000 votos le separaron del PSOE. Seis años después, su líder y padre fundador se ha visto obligado a salir por la puerta de atrás. La nueva política salta por los aires.

El auge y caída de estos dos partidos es una mezcla de errores estratégicos, fallos de perspectiva, menosprecio a los rivales e hiperliderazgo mediáticos. «La euforia, si no está basada en el trabajo real, se torna en decepción», afirma Daniel Innerarity.

Podemos y Ciudadanos crecieron casi de la mano, aunque nacieron en dos momentos y contextos diferentes. La formación liberal surgió en el 2005 en Cataluña como una oposición al nacionalismo, pero su salto con éxito a la política nacional no se produjo hasta los comicios europeos del 2014. Ahí fue donde coincidió con Podemos, que explosionó como fuerza política solo unos meses antes como respuesta al descontento social.

El denostado aparato

Tenían puntos en común: se presentaban como alternativa de los partidos tradicionales, cada uno en un espectro ideológico opuesto; sus impulsores habían estado más vinculados al mundo académico que al político, y tenían dos líderes que con el tiempo se han demostrado mejores comunicadores que políticos: Albert Rivera y Pablo Iglesias.

Ambos partidos tenían unos cimientos poco consolidados que cuando ha llegado la tormenta no han podido sostener el edificio. «Son partidos a los que les falta estructura, crecen de manera muy rápida», afirma el politólogo Pedro Marfil. Una estructura te permite tener cuadros medios que diseñan políticas públicas, hacen análisis, programas, consolidan la militancia... Es lo que en los viejos partidos se conocía como el aparato, tan denostado como necesario. Un forjado que el PSOE y el PP han demostrado tener y que les ha permitido sortear sus respectivas tempestades.

El bipartidismo se ha desgastado, y es verdad que nada volverá a ser como antes, pero el muro se ha antojado demasiado alto y grueso como para ser derribado.

Con unos pilares de arena, la única posibilidad que les quedaba a los dos partidos llamados a cambiar el rumbo de la política española era no cometer errores. Y no ha sido el caso.

«Ambos han pecado de ingenuidad, no han sabido ver los resortes de la política española», sostiene el sociólogo Joan Navarro. En su opinión, lo de Cs es un «cúmulo» de fallos. El último, haber dejado en manos del PP la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid en el 2019. «Se pusieron a la sombra del PP y cuando han querido, les han ejecutado sin piedad». En el caso de Podemos, Navarro sitúa su punto de inflexión cuando no permitió que PSOE y Cs formasen Gobierno. 

«Infantilismo político»

Gonzalo Velasco, profesor de la Universidad Carlos III, habla de tres «pecados casi originales». «Olvidaron su apuesta por la transversalidad, una escasa sensibilidad territorial y un hiperliderazgo». En el caso de Podemos, añade: «En lugar de centrarse en las necesidades de la gente, te hago un discurso en el que te explico, te alecciono... Y, o eres activista...» Marfil, por su parte, retrocede hasta la moción de censura de Pedro Sánchez para ubicar el momento en el que Cs perdió su oportunidad de presentarse como un proyecto útil. Francesc de Carreras estuvo en el germen de Cs. «El problema arrancó cuando Rivera fue a Madrid y quedó abducido por los que le decían: ‘eres el mejor'. Aparcó la idea de ser un partido bisagra y se empeñó en sobrepasar al PP. Mal cálculo». Añade la falta de debate interno, el liderazgo absoluto de Rivera y, para rematar, la moción de censura de Murcia. «Fue de un infantilismo político...»