Isabel Díaz Ayuso y Ángel Gabilondo, dos estrategias a la conquista de Sol

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

PILAR CANICOBA

Los candidatos del PP y el PSOE afrontan la recta final de la campaña con expectativas encontradas

02 may 2021 . Actualizado a las 00:00 h.

Pese al empuje en los sondeos de Más Madrid, PP y PSOE son los dos únicos partidos que aparecen en todas las encuestas con posibilidades de gobernar. Sus dos líderes han desarrollado campañas contrapuestas que han dejado en evidencia el relevo en las preferencias de los madrileños. Ángel Gabilondo, el más valorado por los sondeos, no ha podido frenar a la arrolladora Díaz Ayuso en el tramo final de la campaña.

ISABEL DÍAZ AYUSO, Candidata del PP

El personaje está a punto de desplazar a la caricatura

Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978) ha tenido una primavera soñada. Después de meses deseando deshacerse de Ciudadanos, su incómodo, pero imprescindible, socio de gobierno, encontró la excusa perfecta en una extraña moción de censura en Murcia que se ha convertido en la dinamita de la política española.

Ayuso llegó de carambola al despacho de Sol. Licenciada en Periodismo, coincidió en su juventud con Pablo Casado y fue el líder del PP el que recurrió a ella en pleno descalabro de los populares en Madrid, acosado por la corrupción, el escándalo del máster de Cifuentes y la incapacidad de regenerar sus liderazgos.

Isabel había entrado en política de la mano de Esperanza Aguirre, a la que, entre otras funciones, le llevaba las redes sociales de su perro, Pecas. También fue viceconsejera con Cifuentes, pero tenía fama de poco constante. Casado reparó en ella no por su pasado como becaria de la Fundación Faes o por sus pinitos en Radio Marca. Lo hizo porque ninguno de los pesos pesados del partido le ofrecía garantías para concurrir ante una izquierda lanzada en los medios por el efecto Carmena y su pacto de las magdalenas con Errejón. Por aquellos días, Isabel Díaz Ayuso se había hecho viral por unas entrevistas en las que cargaba con igual soltura contra el PSOE, las feministas más radicales o Vox. «Da la batalla cultural», decían los partidarios de quien también era capaz de irse de cañas con Pablo Iglesias tras compartir una tertulia en La Tuerka.

Su carácter jovial fue bien recibido por sus contrincantes en primera instancia. Pero el milagro se obró en las urnas y el centroderecha, con el apoyo de Vox, logró derrotar a la izquierda. Isabel Díaz Ayuso regresó a Sol como presidenta y, junto con el alcalde de Madrid, se convirtió en el objeto de la ira de sus adversarios políticos. «IDA», le llaman despectivamente, jugando con el acrónimo de su nombre y apellidos, los mismos que pintarrajeaban todo Madrid con el «carapolla» referido a Almeida.

Pero Díaz Ayuso ha conseguido superar todos esos prejuicios y convertirse en una especie de heroína de las clases medias, una María Pita de la plaza Mayor, una Agustina de Alcalá, no se sabe bien si por su osadía a la hora de enfrentarse a sus rivales o por su temeridad en la adopción de medidas.

Poco importa que en dos años solo haya tramitado una ley. O que se olvide de 3.000 muertos por el covid en un debate. Tampoco le ha hecho mella el no presentar las facturas de su alojamiento en un hotel durante la pandemia. Ella es la campeona de la libertad, la que reta todas y cada una de las decisiones del Gobierno central «por defender la libertad de los madrileños». Da igual que sus medidas contradigan la lógica más elemental o los consejos de los expertos en control de pandemias. Isabel Díaz Ayuso es la máxima exponente del nacionalismo madrileño, la acérrima defensora del «Madrileñan way of life», como ironizan sus críticos. «En Madrid, puedes salir cuando quieras y no te encuentras con tu ex», dijo esta semana antes de mostrarse dispuesta a tatuarse «un 69» si lograba la mayoría absoluta el martes. Ayuso ya es un personaje de la política que ha desplazado a la caricatura con la que sus rivales la menospreciaban.

ÁNGEL GABILONDO CANDIDATO DEL PSOE

Los bandazos hacen derrapar al catedrático

Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949) ha sido atropellado por el espíritu de su hermano Iñaki, El popular locutor fue protagonista involuntario de un comentario con José Luis Rodríguez Zapatero en el que el entonces presidente socialista le confesaba al periodista que la campaña del 2008 «necesitaba más tensión». «Sí, sí», concedía Iñaki en una escena que bien podría haberse repetido esta primavera en las filas del PSOE. Ángel, que fue fraile antes que político, ha intentado adaptarse a ese papel de «tensionador» que dibujaron para él desde Moncloa, pero que en nada encaja con el perfil de un catedrático de Metafísica casado con una profesora de latín y que se define a sí mismo como «soso, serio y formal», en un mal remedo del hit musical de Loquillo sin los Trogloditas.

Gabilondo lleva meses en espera de destino. Era el candidato número uno para ser defensor del pueblo y el PSOE buscaba su relevo desde los comicios del 2019. La falta de acuerdo con el PP impidió su marcha de la Asamblea de Madrid y el improvisado adelanto electoral de Ayuso sorprendió a Ferraz sin más alternativa que acudir al septuagenario profesor (cumplió 72 años el 1 de marzo) e intentar rodearlo de un elenco de mujeres de futuro —Hana Jalloul, Irene Lozano, Reyes Maroto, Mónica Carazo...— para movilizar a unas bases martilleadas por los desaires del Gobierno a la capital con las concesiones a los independentistas para acabar con el paraíso fiscal madrileño, las medidas más arbitrarias de la pandemia o cualquier otro argumento que sirviera para menospreciar a la región.

Esas bases que teóricamente debían movilizarse con las galácticas reclutadas por Pedro Sánchez ha acabado por desmarcarse de las idas y venidas de su partido y del desprecio al poder de los militantes, que, a pesar de los estatutos impuestos por el propio presidente del Gobierno, no fueron consultados ni sobre el candidato ni sobre la lista.

Acostumbrado a leer a Kant, Hegel o Platón, Gabilondo se encontró discutiendo con la generación tuit. Apenas se profundiza más allá del titular. Su otro problema es que todos sus esfuerzos eran desbaratados a los pocos minutos por sus propios compañeros. Si él anunciaba que no era el momento de subir los impuestos, al rato salía la ministra de Hacienda para decir que por supuesto se iban a subir y convocando a un grupo de expertos para ello. Si Gabilondo se negaba a pactar con Iglesias, al poco había que escuchar a Ábalos, el hombre fuerte de Ferraz diciendo que eso «eran cosas del candidato», pero dando a entender que, si la suma daba, la entente sería imparable. Si el primer objetivo era captar a los más moderados de Ciudadanos, en los últimos días la hoja de ruta le ha llevado a comprar el discurso más radical de la izquierda del PSOE para «combatir el fascismo».

Esos bandazos en la estrategia han acabado sacando de la carrera a un Gabilondo que siempre es el mejor valorado en las encuestas, pero que no logra encandilar a los votantes. Lejos queda su victoria hace dos años. Ahora, su principal objetivo es evitar el sorpasso de Más Madrid y buscar una suma milagrosa en una movilización masiva el 4M.