David Beriain, un profesional de la humanidad

ESPAÑA

David Beriain
David Beriain Enrique Cidoncha

01 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Rubio como el verano de los 18, tan rubio como un ideal, era Beriain, que entraba arrastrando las botas y alzando las preguntas en la Facultad de Periodismo de Navarra en el 95. Llamaba la atención, llamaba a leer como un titular en mayúsculas, ya entonces, cuando quizá sabía que llegaría a todas partes, a hacer Clandestino, periodismo puro, cuando la guerra estaba lejos, no sabíamos aún quién era Ramón Lobo y todo era de estreno, el voto, la pasión y la angustia, todo a punto de ser. Que era de pueblo se le veía en los brazos y en el modo de mirar, en su forma tranquila de calar tu fragilidad urbana.

Era un poeta que rimaba sin drama ni filtros con el mundo, aquí y allá, que recitaba versos aguerridos con la misma naturalidad que proponía, a la vuelta de un concierto en Zaragoza, parar en su casa de Artajona a las dos de la mañana «a comer». Disparaba preguntas sencillas a la boca del estómago, poemas de Silvio, pero no se quedó en el «ojalá». Le gustaba Tu fantasma, hablar sin acabar la frase, cumplir las máximas de su maestro, Paco Sánchez, fiarse de la gente y de su sombra, de su intuición más que del parte comunitario y el informe oficial. El camino podía ser viejo, pero su mirada no era de segunda mano. Es el primer valor de quien salió pronto de la trinchera del poema para acabar de ser y de vivir, y de hacer crónica del percebeiro y del sicario, con valor de verdad desde Cedeira a Irak.

El periodista y el hombre son el mismo, es difícil conocer a alguien que le haya dado al coraje tanta sensibilidad.

Beriain, como su periodismo, se sale por fuera, desborda hacia el otro. Te ve, te oye, se muere por contar. No era el mejor, era el imprescindible de Bertolt Brecht. Diría que en cada amigo tuvo un rival y buscó al amigo en cada rival. El periodista era un profesional de la humanidad.

David me enseñó a escuchar la Elegía a Ramón Sijé rodeada de hormigón pero como estando debajo de un almendro. Nunca le devolví ese libro de un pariente suyo bibliotecario: El hombre y su poesía, de Miguel Hernández. Es un corazón palpitante todo lo que deja Beriain. Lo tienes en 93metros.com, en cada trabajo del Paul Newman de Artajona, un reportero de película. De los de verdad.