España recuerda la Segunda República a los noventa años de su proclamación

Pilar Rodríguez Veiga MADRID / EFE

ESPAÑA

El presidente de la República, Manuel Azaña, durante una visita a A Coruña, rodeado de autoridades y personalidades de la ciudad
El presidente de la República, Manuel Azaña, durante una visita a A Coruña, rodeado de autoridades y personalidades de la ciudad ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

El país de 1931 era eminentemente agrícola y tenía un 30 % de analfabetos

14 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace noventa años, el 14 de abril de 1931, España pasó de ser monárquica a republicana y, aunque en blanco y negro, las imágenes de aquel día nos hablan de un martes primaveral, con multitudes de mujeres y hombres celebrándolo con alegría en las calles. Pero ¿cómo era entonces el país que ponía su esperanza en un nuevo régimen político?

España contaba con 23.563.867 habitantes, con una densidad de 46,7 habitantes por kilómetro cuadrado (datos a 30 de diciembre de 1931 del INE), el número de mujeres superaba al de hombres, y en el año de la proclamación de la Segunda República nacieron alrededor de 653.000 personas y fallecieron cerca de 409.000.

España era entonces un país esencialmente agrícola y en muchos pueblos se vivía en situación precaria y bajo el control de los caciques. El número de empleados en esa época no llegaba a los nueve millones de personas, de las que casi cinco millones trabajaban en el sector primario, en la agricultura, la ganadería y la pesca, según el estudio de la Fundación BBVA Evolución económica de las regiones y provincias españolas en el siglo XX.

PIB marcado por la agricultura

Al comienzo de los años treinta del siglo XX, la agricultura ocupaba a más del 40 % de la población activa y el PIB, que bajó en 1931, venía marcado por la producción agraria. El economista Juan Velarde apuntaba que poco después, en 1932, el 27 % del PIB era agrícola; el 28 %, industrial; y el 45 %, de servicios.

En un contexto de reducción de las exportaciones y de las importaciones, el retorno de emigrantes provocaba la disminución consecuente de las remesas del exterior, además de una bajada de los beneficios empresariales.

En 1931, el movimiento migratorio por mar se tradujo en 67.714 salidas y 107.308 llegadas, según las Estadísticas históricas de España siglos XIX-XX, también de la Fundación BBVA, que repasa otros datos curiosos como que, según la DGT, los vehículos matriculados eran 13.375.

Un tercio de analfabetos

El analfabetismo en 1931 era habitual, afectando a un tercio de la población. La mayoría de los niños no estaban escolarizados y los alumnos de Primaria sumaban 2.879.239, el 43 % en centros públicos. Los de Secundaria eran 81.571 (68.893 varones).

Se propondría pronto el cambio a una enseñanza laica y al nacimiento de las misiones pedagógicas, que incluirían un Teatro del Pueblo y un Teatro de Guiñol.

La Segunda República impulsó también la enseñanza universitaria; en 1930 solo existían facultades en Madrid, Barcelona, Granada, Murcia, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid, Zaragoza o en La Laguna (Canarias), con alrededor de 37.000 alumnos.

El Ejército estaba formado por 175.000 soldados, para los que había cerca de 500 generales y 22.000 oficiales, es decir, un oficial por cada siete miembros de la tropa.

La cultura

Por otro lado, hace noventa años, se registraron 2.214 títulos en el Registro de la Propiedad Intelectual y los impresores remitieron a la Biblioteca Nacional 7.465 obras (datos del INE).

Los momentos de ocio en 1931 se repartían entre tabernas, tertulias, tablaos, zarzuelas, teatros, literatura, poesía, toros y fútbol.

Se admiraba a actrices y cantantes como María Fernanda Ladrón de Guevara, Aurora Redondo, Leocadia Alba, La Argentinita, las obras de los hermanos Álvarez Quintero, al tenor Hipólito Lázaro o los tangos de Gardel, a escritores como los Machado o Baroja y a los de la generación del 27.

También se seguía a los toreros Marcial Lalanda y Domingo Ortega y a los equipos de fútbol en cabeza de la Liga, el Athletic de Bilbao y el Real Madrid, que se tuvo que quitar en 1931 la palabra «real» de su nombre, pero seguía ganando partidos con Zamora de portero.

Un legado que impregnó el nuevo período democrático nacido en 1978

C. Naranjo

Con esperanza y expectación vivieron millones de españoles el 14 de abril de 1931 la proclamación de la Segunda República, de la que se cumplen este miércoles 90 años, un aniversario en el que varios historiadores han reflexionado sobre si la democracia actual se reconoce como heredera de la de entonces.

¿Cómo vivió España esa jornada? ¿Cómo llegó el país, cinco años después, a una guerra civil? ¿Qué queda en la España actual de lo vivido en esos días? Historiadores e hispanistas como Fernando del Rey, Paul Preston, Juan Pablo Fusi, Ángel Viñas o Guillermo Gortázar responden a Efe en relación a estas cuestiones.

Fernando del rey

«Clarísimos herederos». El catedrático de Historia Política de la Universidad Complutense evoca así la llegada de la República: «Muchos millones de españoles, sobre todo en las grandes y medianas ciudades e incluso en algunas zonas agrarias, vivieron la proclamación de la Segunda República como un tiempo de esperanza, que abrió muchísimas ilusiones. Pero también había muchos españoles más apegados a la tradición, principalmente de la España rural, que lo vieron con cierta prevención. Y eso quizás los constituyentes del 31 no lo captaron y hubo un error de cálculo. Quizás deslumbrados por ese espejismo inicial no se tuvo en cuenta suficientemente la fortaleza de la España tradicional, con la que se tendría que haber pactado».

De ello, apunta el profesor Del Rey, se pueden extraer importantes lecciones: «Por eso, lo que hemos aprendido de la historia, más allá de que la guerra civil no era inevitable, es que si algo debió haber sido fundamental fue la necesidad de construir las democracias sobre consensos amplios. Es lo que se hace en los años 70, en la Transición».

«Y somos clarísimos herederos de la Segunda República, más allá de las discusiones peregrinas que se montan de forma artificial sobre la forma de Estado, porque el debate no es si es mejor la república o la monarquía, si no qué tipo de democracia queremos», zanja el especialista.

Juan Pablo Fusi

«Una experiencia democrática profunda». Para el catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense, «la proclamación de la Segunda República fue en 1931 la experiencia democrática más profunda que había vivido España y fue recibida en principio muy favorablemente por la opinión pública y celebrada. El primer bienio, el republicano-socialista, se vio desbordado desde el principio por conatos revolucionarios de la CNT y aprobó cuatro proyectos de reforma que dividieron al país (la educación, la militar, territorial, y la agraria)».

«La resistencia al cambio —detalla Fusi— llevó a un vuelco electoral extraordinario en el año 33. El segundo bienio fue una rectificación de lo que se había hecho en el anterior. Y tras la revolución de octubre y el triunfo del Frente Popular en 1936, comienza un desbordamiento del orden público muy grave que, junto al levantamiento militar, lleva a la liquidación de la República. Pero aunque algo como la guerra era muy probable, no era inevitable».

«La democracia actual se reconoce en parte como heredera de la democracia de 1931, no necesariamente de la República, ya que en España hay una monarquía. Y si para la democracia en 1931 el problema fue la monarquía, esta fue la solución para la democracia a partir de 1975. En la sociedad actual no se percibe como un dilema», concluye el catedrático.

Paul Preston

«Esperanza masiva». «Las fotos de la época muestran la alegría popular con la que se recibió la noticia de la llegada de la República. Estimuló una esperanza masiva de dejar atrás la incompetencia y la corrupción del sistema político de la monarquía», explica el hispanista Paul Preston.

«La herencia de la República ha sido una añoranza de democracia y una determinación popular de no volver a una dictadura y no arriesgar otra guerra civil. Durante el reinado de Juan Carlos, esta herencia fue aprovechada por la monarquía. A partir del 2014, este no ha sido el caso», apunta el catedrático de la London School of Economics.

Guillermo Gortázar

«Al cabo de un mes, se convirtió en un drama». Para el profesor de la UNED Guillermo Gortázar, «la proclamación de la Segunda República fue totalmente inesperada e improvisada. Una parte de España lo vivió con gran tristeza porque pensaba que la salida del rey había sido un error o una injusticia y la otra parte, muy numerosa, sobre todo en las ciudades, experimentó una gran alegría. Fue recibida como una fiesta, pero al cabo de un mes se convirtió en un drama, con el incendio de numerosas iglesias en Madrid y otras ciudades, que hizo que la España católica y monárquica no se sintiera identificada con la República».

«La lección de lo vivido desde 1931 y del desgarro de la guerra civil es que desde 1975 se comprendiera que era preciso un régimen político de integración, inclusivo, de democracia, de libertad, de parlamentarismo, que no excluyera a ninguna parte de los españoles», añade Gortázar.

Ángel Viñas

«Herederos a todos los niveles». El economista e historiador Ángel Viñas sostiene que «en general, la República llegó con gran alborozo por parte de las masas de los grandes centros urbanos. Pero desde sus inicios hubo líderes monárquicos que consideraban que había que hacer algo». «El Gobierno de la República —explica Viñas— comienza a acometer con mucha prisa su reto de modernizar a España y empieza a ‘pisar callos por doquier'. El año 1936 es el período de la preparación de la sublevación militar y el gran error que cometió el Gobierno fue que las medidas que tomó no fueron eficaces. La República pudo prevenir el golpe del 18 de julio y desarticular la conspiración».

«En la actualidad, somos herederos de la modernización política e institucional de España a todos los niveles, porque los objetivos que proclamó la República se alcanzaron con la democracia», apunta.

Mitin de Casares Quiroga
Mitin de Casares Quiroga Juan Cancelo

Galicia, entre el federalismo y el nacionalismo

La Voz

Uno de los dirigentes más destacados de la Segunda República fue el gallego Santiago Casares Quiroga (A Coruña, 1884-París, 1950), padre de la actriz María Casares.

Casares Quiroga fue la cabeza visible del republicanismo en A Coruña, ciudad que se convirtió en el epicentro de este movimiento en Galicia. Lideró la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) y se situó en la órbita de Manuel Azaña, de cuyos gabinetes formó parte. Fue ministro de la Marina y de la Gobernación y, durante los meses previos al estallido de la guerra civil, fue presidente del Consejo de Ministros de la República.

El proceso estatutario

Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (Rianxo, 1886-Buenos Aires, 1950) fue sin duda otro de los nombres más relevantes del republicanismo gallego, aunque a diferencia de Casares Quiroga, en su caso primaba el componente nacionalista sobre el republicano-federalista. Castelao y Alexandre Bóveda lideraron en las Navidades de 1931 la fundación del Partido Galeguista, que desempeñó un papel crucial en el proceso que llevó a la aprobación del primer Estatuto de Autonomía de Galicia, refrendado en 1932 por el 77 % de los ayuntamientos gallegos y por el 74 % del censo en el referendo de junio de 1936.

Fue el propio Castelao, acompañado por destacados intelectuales y dirigentes políticos gallegos, quien hizo entrega del proyecto de Estatuto al presidente de la República, Manuel Azaña, el 16 de julio de 1936, a solo 48 horas del alzamiento militar contra el Gobierno que desató la guerra civil. El golpe de Estado impidió que el texto fuese aprobado en las Cortes y retrasó más de cuarenta años la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de Galicia.