Las alianzas territoriales entre PP y Ciudadanos sobreviven a la ruptura de Casado y Arrimadas

M. E. Alonso MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Francisco Igea (Cs) y Alfonso Fernández Mañueco (PP) celebran el pasado 22 de marzo la derrota de la moción de censura presentada por el PSOE contra su Gobierno de coalición en Castilla y León
Francisco Igea (Cs) y Alfonso Fernández Mañueco (PP) celebran el pasado 22 de marzo la derrota de la moción de censura presentada por el PSOE contra su Gobierno de coalición en Castilla y León Nacho Gallego

Los dirigentes locales se aíslan de lo ocurrido en los Gobiernos regionales de Murcia y Madrid

18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El ambiente estaba enrarecido en la relación entre el PP y Ciudadanos desde que Inés Arrimadas aprovechó el estallido de la pandemia para levantar el veto al PSOE y alejarse de la foto de Colón. Desde ambas formaciones se negó entonces que hubiera fricciones, pero la confianza entre Pablo Casado y la líder liberal había comenzado a resquebrajarse. Un año después, ya no queda nada de la «excelente» relación personal de la que ambos presumían en público y su divorcio, que ha derivado en un duro cruce de reproches y acusaciones mutuas de «traición», es un hecho.

La ruptura la desencadenó la decisión del partido naranja de presentar una moción de censura junto al PSOE en Murcia para desbancar al PP —hasta ese mismo momento, su socio de gobierno—, del Ejecutivo autonómico. Un giro inesperado que descolocó a la dirección nacional del PP, que contraatacó dando vía libre a Isabel Díaz Ayuso para presionar el botón rojo y convocar elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid. En Génova no ocultan que parte de su estrategia pasa por comerse a Ciudadanos. De hecho, mantienen que las puertas de la formación están abiertas para dirigentes, militantes y votantes naranjas que estén desilusionados por el rumbo del partido.

Pero, pese a que la relación entre Casado y Arrimadas ha alcanzado el punto de no retorno, las dos formaciones intentan ceñir el enfrentamiento a estos dos territorios para salvar del cataclismo las alianzas tejidas en otros puntos de España tras las elecciones autonómicas y municipales del 2019, que tuvieron una única excepción en Castilla-La Mancha, donde Ciudadanos prefirió pactar con el PSOE en 23 municipios.

En Andalucía, Juanma Moreno, y su vicepresidente de Cs, Juan Marín, se apresuraron a afianzar su pacto de gobierno y llamar a la «tranquilidad».

Su intención es seguir adelante y tratar de llegar hasta el final de la legislatura, en el 2022, pese a que Vox aprieta y puede retirar definitivamente su apoyo a la coalición. «Andalucía es un oasis de estabilidad», insistió Moreno, que recibió la llamada de Arrimadas tras la operación murciana para garantizarle que su partido le seguía apoyando y que no había ninguna conversación para promover una moción de censura en la comunidad. Una estabilidad que también reina en los consistorios de Granada, Almería o Linares, donde ambas formaciones gobiernan juntos.

Moción fracasada

El mismo clima se respira en Castilla y León, donde Alfonso Fernández Mañueco (PP) y Francisco Igea (Cs) han garantizado la continuidad del Gobierno autonómico y consideran que es lo «serio, responsable, coherente y consecuente» conforme al pacto que suscribieron en su día. Ambos dirigentes ya han capeado una moción de censura, que intentó llevarse por delante, sin éxito, su alianza, pero que, en cambio, sí consiguió desgastar al grupo de Ciudadanos en las Cortes, que vio cómo su portavoz adjunta renunciaba y se convertía en parlamentaria no adscrita.

Además del Ejecutivo autonómico, conservadores y liberales también pactaron para gobernar en las diputaciones de Ávila, Burgos, Segovia y Soria, o en Zamora, donde el único diputado naranja es el presidente, junto al PP. Los dirigentes de ambos partidos en todas estas diputaciones han destacado la «estabilidad» de las coaliciones, que han descartado romper.

En el Ayuntamiento de Madrid, el alcalde José Luis Martínez-Almeida (PP) y la vicealcaldesa Begoña Villacís (Cs) cerraron filas tras el adelanto electoral en la Comunidad, dando por salvada, al menos de momento, la unidad en el Gobierno de coalición municipal. Ambos políticos han apuntalado la «confianza» sobre la que los dos partidos acordaron en el 2019 unirse para que los populares recuperaran el consistorio de la capital.

En Aragón, los líderes de Ciudadanos y PP, Daniel Pérez Calvo y Luis María Beamonte, se han esforzado también en desvincular el terremoto político de la estabilidad de los acuerdos en la región, que incluye los ayuntamientos de Zaragoza, Teruel, Calatayud, Tarazona o Barbastro.

Al igual que en Extremadura, donde el presidente del PP regional, José Antonio Monago, y el coordinador autonómico de la formación de Arrimadas, David Salazar, han querido ratificar la «buena salud» de los pactos en esta comunidad.

En Cantabria y Baleares, donde los acuerdos entre ambas formaciones son más bien escasos, o en La Rioja, donde tienen pocas posibilidades de aliarse con el PSOE, las aguas bajan tranquilas. Lo mismo que en la Comunidad Valenciana, donde antes de abandonar Ciudadanos, el entonces portavoz Toni Cantó aseguró que los pactos con el PP en la Diputación y el Ayuntamiento de Alicante no corrían peligro.

Tampoco en el País Vasco y Navarra, donde ambas formaciones concurrieron bajo el mismo paraguas electoral —en la comunidad foral, junto a UPN— y donde se han conjurado para blindar la estabilidad del grupo parlamentario.

«Tenemos una magnífica relación y estamos trabajando de forma conjunta», apuntó el líder de UPN, Javier Esparza.