El caso Kitchen se embarra en busca del autor intelectual

Mateo Balín MADRID | COLPISA

ESPAÑA

Rodrigo Jiménez | EFE

Los SMS que incriminan a Fernández Díaz se evaporan porque su número dos en Interior no entrega el teléfono original al juzgado

20 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El trampantojo es una técnica pictórica que intenta engañar a la vista jugando con el entorno, la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos, consiguiendo una «realidad intensificada» o «sustitución de la realidad». En estos tres años de caso Villarejo en la Audiencia Nacional, con cerca de una treintena de piezas abiertas, si hubiera un cuadro que retratara esta investigación se llamaría todo lo que se ve no es lo que parece. Ni las conversaciones (posiblemente editadas) de los audios intervenidos al excomisario preso, el elemento originario y nuclear de las pesquisas, ni el fuego cruzado entre imputados para endosarse el marrón. Al fin y al cabo, su objetivo compartido es librarse por falta de indicios delictivos o buscar nulidades. Y para ello acaban confluyendo estrategias de defensa que, sobre el papel, se presentan antagónicas.

De entre todas las piezas la operación Kitchen reúne todos los ingredientes por sus actores políticos y policiales en liza. Se trata del operativo de espionaje al extesorero del PP Luis Bárcenas y su familia, cuya intención era recuperar información sensible del partido en pleno escándalo de la caja B en el 2013. Pero, ¿quién ideó y ordenó ejecutar este plan? Es el gran interrogante que queda por responder si el juez logra aclarar el trampantojo de Kitchen. Hace ahora tres meses, cuando citó como investigado a Jorge Fernández Díaz, exministro del Interior, el instructor del caso Manuel García Castellón argumentó que el plan «se habría dirigido y coordinado desde mandos del ministerio, presuntamente con la participación directa del ministro y actuando por delegación de este, al parecer, el secretario de Estado de Seguridad», Francisco Martínez.

Tras este auto, y la citación de otros policías investigados, el juez esperaba cercar al autor intelectual. Pero tras escuchar a los acusados y celebrar un careo entre Fernández Díaz y Martínez para dirimir quién de los dos decía la verdad, el resultado es que a día de hoy existen más dudas que certezas. Incluso sobre la veracidad misma de los SMS que supuestamente envío el ministro en verano del 2013 a su número dos, y que este protocolizó ante notario seis años después para tratar de descargar su responsabilidad. Unos mensajes que vendrían a incriminar a Fernández Díaz por su conocimiento del operativo y que se presentan como el principal indicio contra él. «La operación se hizo con éxito. Se ha 'volcao' todo. Según dice el informador, ese material lo había dado B (Luis Bárcenas) a los abogados (.) para preparar su defensa jurídica», decía uno de ellos.

El papel de García Castaño

Pues bien, este indicio se ha ido diluyendo como un azucarillo porque Martínez no ha entregado aún en el juzgado el terminal desde dónde recibió los supuestos SMS de su jefe. Y claro, sin el elemento de prueba el juez está tratando de llegar a ella a través de otras vías: con la declaración de los notarios a los que acudió Martínez después de que un excomisario investigado, Enrique García Castaño, metiera este lío de los mensajes en el juzgado. Todo esto ocurrió antes de que la Policía Judicial entrara en casa del ex número dos de Interior e interviniera un pendrive en el que estaba volcado el contenido del móvil. Pero ni rastro del teléfono original.

Fernández Díaz no ha negado que enviase mensajes a su mano derecha, aunque sostiene que lo normal era discutir los asuntos importantes de viva voz, por teléfono o presencialmente. Lo que sí ha rechazado es la autenticidad del contenido de los SMS, que considera «manipulados». Para salir de dudas acerca de la identidad del remitente y el contenido de dichos mensajes, la Fiscalía pidió la terminal al exministro para que lo examine la Policía Científica, a lo que el este accedió pese a la negativa verbal de su abogado. Fernández Díaz mantiene que aunque sigue usando la misma línea que tenía cuando era ministro, el terminal es otro, pero con la misma tarjeta SIM.

Si los mensajes se demuestran falsos o si no es posible concluir sobre su certeza, será difícil que Martínez pueda ser acusado de denuncia falsa, puesto que en puridad no fue este quien aporta esos mensajes, sino el propio juez y los fiscales al reclamárselos al notario cuando García Castaño -defendido por el despacho de Baltasar Garzón- llevó esas actas al juzgado sin venir a cuento.

Estamos, por lo tanto, ante un nuevo espectáculo de la confusión en el que los investigados ganan y ninguno -por ahora- sale perjudicado. Unas contradicciones que impiden el esclarecimiento de los hechos y facilitan el archivo. Una estrategia ya vista en la causa relativa al pendrive con el que se trató de perjudicar la instrucción del caso Pujol, y que afectó a personajes de Kitchen como el exnúmero dos de la Policía Eugenio Pino. Fueron absueltos sin que se averiguase el origen del contenido de la memoria y cómo, por qué, por quién y en beneficio de quién se introdujo subrepticiamente este dispositivo en la causa.