El terrorista de ETA reconvertido en líder de la izquierda aberzale

Gonzalo Bareño Canosa
G. Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, durante un acto político en San Sebastián.
Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, durante un acto político en San Sebastián. Nagore Iraola

Otegi se ha situado siempre en la ambigüedad. Para unos es un «hombre de paz» y para otros sigue justificando la violencia

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Arnaldo Otegi Mondragon (Elgoibar, 6 de julio de 1958), lleva décadas siendo la cara pública de la izquierda aberzale. Su carrera es una montaña rusa en la que se suceden los actos de violencia, la actividad política y el paso por la cárcel. Unos lo acusan de continuar siendo el brazo político de ETA y otros lo consideran el artífice del fin del terrorismo etarra. El que llegó a ser denominado como «un hombre de paz» por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, es hoy coordinador general de EH Bildu y socio del Gobierno para la aprobación de los Presupuestos. Antes, fue un terrorista. Sus compañeros de la banda, y la policía, lo conocían entonces con el alias de el Gordo.

El 19 de febrero de 1979, Otegi y otro etarra, Luis María Alkorta, el Bigotes, secuestraron a Luis Abaitua, director de la planta de la empresa Michelín en Vitoria. Lo llevaron a un zulo de 2,50 metros de largo por 1,50 de ancho y 1,80 de alto, y lo mantuvieron cautivo durante nueve días. Así consta en la sentencia que condenó a Otegi a seis años de cárcel. Salió en tres. Nunca pagó a Abaitua la indemnización a la que también fue condenado por «daños físicos y morales», ni le pidió perdón. Nunca ha condenado tampoco los asesinatos de ETA, cosa que han hecho incluso algunos sicarios de la banda.

Tras salir de la cárcel en 1993, comenzó una carrera política que acabó situándolo como líder de la izquierda aberzale. En 1998 fue uno de los firmantes del pacto de Lizarra, en el que se proponía un proceso de diálogo seguido de la «ausencia de violencia». Durante muchos años, y tras sucesivas estancias en prisión, se ha movido entre la ambigüedad de buscar acuerdos con los nacionalistas del PNV y mantener conversaciones con los Gobiernos españoles para poner fin a los que todavía denomina «el conflicto», mientras en público exhibe siempre un perfil radical en el que hay justificación y eufemismo para contextualizar los asesinatos de ETA. Otegi siempre defendió la tesis de la «socialización del sufrimiento», que no es otra cosa que equiparar el dolor de las víctimas del terrorismo al de los presos de la banda y el de sus familias.

Tras la desaparición de ETA y su salida de prisión en el 2016, Otegi se ha reconvertido en un político que trufa su discurso de proclamas sociales y ecologistas. A ese perfil de exactivista reintegrado en la política como uno más, aunque no condene los asesinatos, es al que se acoge el Gobierno para justificar los acuerdos con EH Bildu. «Están mejor pactando en el Congreso que pegando tiros», dicen en la Moncloa.

La banda asesinó a un total de once dirigentes del Partido Socialista entre 1976 y 2008

 G.B.

ETA asesinó a doce dirigentes del PSOE entre 1979 y el 2008. Las víctimas socialistas fueron Germán González López, en octubre de 1979. Enrique Casas, que era secretario de organización del PSE cuando fue asesinado, en 1984. Vicente Gajate, policía municipal de Rentería y militante del PSOE ejecutado ese mismo año. Fernando Múgica, hermano del exministro Enrique Múgica, en febrero de 1996. En el año 2000, la banda terrorista acabó con la vida de Fernando Buesa, líder del PSOE en Álava; Juan María Jáuregui, en ese momento gobernador civil de Guipúzcoa; Ernest Lluch, exministro socialista de Sanidad, y Froilán Elespe, teniente de alcalde de Lasarte. En el 2002, ETA asesinó a Juan Priede, concejal socialista en Orio. En el 2003, la víctima mortal fue Joseba Pagazaurtundua, exjefe de la Policía Local de Andoáin. Y el último socialista asesinado fue Isaías Carrasco, concejal en Mondragón, en el 2008.