7 de octubre del 2017: Las grandes empresas siguen a la banca y aceleran su salida de Cataluña

La Voz REDACCIÓN

ESPAÑA

EUROPA PRESS

Gas Natural se va a Madrid por la inseguridad jurídica creada por Puigdemont

07 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Incertidumbre, incertidumbre y más incertidumbre. La situación de inseguridad jurídica creada por la deriva independentista seguía haciendo estragos en las principales empresas catalana hace tres años. Un día después del anuncio de éxodo de los bancos a Alicante (Sabadell) y a Valencia (CaixaBank), Gas Natural, otra de las grandes firmas de Cataluña hacía público que se llevaba temporalmente su sede social a Madrid. Una temporalidad con visos de hacerse definitiva, ya que la empresa continua tres años después en la capital de España.

El secesionismo se iba quedando sin tejido social y también sin discurso. Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat quiso restarle importancia apuntando que las entidades financieras no se iban a Madrid sino a los Países Catalanes (considerando como tales a Alicante y Valencia).

El goteo de pequeñas y medianas empresas que en los últimos meses habían anunciado su salida de Cataluña se había convertido ya en un chorro. El 7 de octubre del 2017 otra entidad financiera Arquia (antigua Caja de Ingenieros) también anunció su huida a Madrid. Lo mismo que el Banco Mediolanum, en este caso a Valencia. Todos querían seguir bajo la protección del BCE, imposible en el escenario de una Cataluña independiente.

La avalancha de abandonos continuaba en otros sectores. Empresas como Naturhouse y Oryzon Genomics abrieron un camino a la que se sumó la textil Dogi, que trasladó su sede a Madrid.

Los hechos desdecían a Artur Mas, el político que inició en el 2015 todo el proceso de deriva secesionista. Ese año el que fue presidente de la Generalitat afirmaba con contundencia que los bancos se quedarían en Cataluña. «Tranquilidad, no se irá ninguno», llegó afirmar. En el 2017, el mismo día en que Gas Natural anunciaba su adiós, Mas hablaba para The Financial Times y señalaba contundente que «Cataluña no estaba preparada para una independencia real». Todo un baño de realidad. También, desde Bruselas, llegaban voces de alarma. «Consideramos que las perspectivas para España son positivas, pero en caso de prolongarse las tensiones políticas en Cataluña, podrían lastrar la confianza y las decisiones de inversión». Con esta frase resumía la jefa de la misión del FMI en España la amenaza de la deriva independentista, que ya era una realidad.