Cayetana Álvarez de Toledo, una voz que incomodaba más al PP que al Gobierno

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Atlas

Muchas de las intervenciones de la marquesa de Casa Fuerte eclipsaban los discursos de Casado en el hemiciclo y reavivaron el eterno debate sobre qué quiere ser el PP de mayor

18 ago 2020 . Actualizado a las 11:46 h.

El pasado mayo, después de que la portavoz del PP en el Congreso tildase a Pablo Iglesias de «hijo de terrorista», Alberto Núñez Feijoo levantó la mano para afearle el gesto a Cayetana Álvarez de Toledo. «La oposición no puede perder los papeles», aconsejó, al tiempo que exigió a su propio partido que no contribuyese a alimentar la crispación política en un momento en el que la única preocupación debería ser la gestión de la pandemia: «Basta ya de espectáculos parlamentarios». 

Los desencuentros de Cayetana Álvarez de Toledo Peralta Ramos (Madrid, 1974) con el presidente de la Xunta son solo uno de los síntomas de que la hasta hoy portavoz acabó por ser más incómoda dentro de su partido que para el Gobierno.

Muchas de las intervenciones de la marquesa de Casa Fuerte eclipsaban los discursos de Pablo Casado en el hemiciclo y reavivaron el eterno debate sobre qué quiere ser el PP de mayor: el regreso al discurso duro de los herederos de Aznar o la vuelta a la aparente moderación de los partidarios de Mariano Rajoy.

Aunque Pablo Casado ha tardado un año en descubrirlo, lo cierto es que Álvarez de Toledo no ha improvisado su línea dura. Doctora en Historia por la Universidad de Oxford -con una tesis dirigida por John Elliot- y antigua jefa de Opinión del diario El Mundo, desembarcó en la política en el 2006 de la mano de José María Aznar y del entonces secretario general del PP, Ángel Acebes, para reforzar el sustrato ideológico de Génova 13, donde a menudo se lamentan de las batallas perdidas frente a la izquierda en la guerra por el relato y la comunicación.

Cayetana Álvarez de Toledo ha pertenecido siempre al ala más liberal y desacomplejada de la derecha, y toda su carrera se ha basado en una labor estrictamente intelectual y de análisis, muy lejos de una de las principales misiones de los portavoces parlamentarios, que los martes se tienen que sentar a negociar con el rival al que estuvieron zarandeando sin piedad el lunes desde la tribuna. Lo suyo seguía siendo la confrontación de ideas. De ahí que Aznar le ofreciese refugio en la fundación FAES cuando rompió con Rajoy, al que en el 2015 anunció con un artículo en la prensa que se borraba de las listas electorales del PP.

Tal vez no encajó en el puesto porque nunca acabó de aterrizar en la política. Siempre le gustó jugar a ser una intrusa, como demostró al presentarse a las últimas generales por Barcelona.