La maldición de Puigdemont

ESPAÑA

Alberto Estévez | EFE

19 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Es poner sus ojos en alguien y caerle encima una maldición peor que las siete plagas de Egipto. Carlès Puigdemont no deja que nada crezca a su alrededor. Desde su retiro en Waterloo, dirige cual Napoleón derrotado del secesionismo imaginarios ejércitos digitales que aplauden sus ocurrencias mientras se gasta el dinero de las donaciones con las que deberían cubrirse las necesidades de las víctimas del covid-19 o mejorar la maltrecha sanidad catalana.

Poco le importa al exalcalde de Gerona que nueve de sus más directos colaboradores, seis consejeros, la expresidenta del Parlamento y los dos Jordis, cumplan la pena por sedición que él mismo esquivó con una poco digna huida en el maletero en un coche.

Ahora, tiene el difícil reto de encontrar un nuevo mártir del independentismo que acepte firmar todo lo que él no se atrevió y que esté dispuesto a inmolarse ante los tribunales mientras Puigdemont degusta la langosta a la bruselense con su séquito.

A Torra le quedan tres meses antes de que el Constitucional se pronuncie sobre su inhabilitación por desobedecer la orden de retirar los lazos amarillos. A Laura Bòrras, su preferida desde hace tiempo, le espera el juzgado por prevaricar y malversar. A Jordi Puigneró, consejero de Políticas Digitales, se le acabó el crédito antes de empezar la carrera porque fue incapaz de crear una república virtual. Elsa Artadi se marchita en la oposición en Barcelona y pocos en Junts están dispuesto a seguir pagando los caprichos del falso mesías huido. ¡Pobre Cataluña!