Sánchez defendió que el estado de alarma es la única «herramienta constitucional» que permite evitar la propagación del virus, y que poner fin a esta excepcionalidad sería un «error absoluto, total e imperdonable». Por eso insistió en que este mecanismo debería prolongarse hasta el final de la desescalada, es decir, el 22 de junio en el mejor de los casos. «La meta está cerca. Les exhorto a perseverar unas semanas más. Necesitamos que se mantengan algunas limitaciones a nuestra movilidad. Se lo debemos ante todo a los fallecidos, a los enfermos que se han recuperado y que siguen hospitalizados, a los sanitarios, a los policías, a los militares, a los trabajadores del campo y de la ciudad».
Se dirigió a sus socios soberanistas: «No es ningún recurso retorcido del centralismo, no lo es», comentó fijando su mirada en la bancada nacionalista. Tampoco «ningún ardid para limitar las libertades», advirtió, tratando de abortar las críticas de la oposición, con la que quedó constatado que han volado todos los puentes. Y ya para todo el hemiciclo, aseguró que su único objetivo es «proteger y salvar vidas extremeñas, catalanas y gallegas, de derechas y de izquierdas», afirmó.