La mesa de diálogo nace lastrada por los Presupuestos y las elecciones catalanas

Ramón Gorriarán MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Pool | Europa Press

Sánchez precisa estabilidad parlamentaria para hacer incursiones en terrenos resbaladizos

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El próximo miércoles, si es que la batalla entre JxCat y Esquerra no lo frustra, echará a andar la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat sobre el conflicto político en Cataluña. Sus primeros pasos, reconocen en la Moncloa y lo comparten los republicanos, serán modestos porque hasta que Pedro Sánchez no tenga garantizada la estabilidad con la aprobación de los Presupuestos y Cataluña no cuente con un nuevo Ejecutivo no podrán tomarse decisiones de calado.

Serán seis por cada parte y sin relator ni mediador, pese al empeño de Quim Torra de contar con esta figura. Pedro Sánchez, los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, y los ministros Salvador Illa, Carolina Darias y Miguel Castells, es decir PSOE, PSC, Podemos y en Comú Podem, formarán la delegación gubernamental. La parte catalana no ha podido anunciar su alineación por el enfrentamiento entre JxCat y Esquerra, que ralentiza cualquier decisión política en Cataluña. Estarán Quim Torra y el vicepresidente Pere Aragonès, es muy probable que los consejeros Meritxell Budó (Presidencia) y Ester Capella (Justicia) también formen parte de un sexteto que se completará con otros dos miembros del Gobierno.

La agenda no está decidida, pero los gabinetes de Sánchez y Torra creen que lo primero será establecer la metodología de trabajo y hacer un diagnóstico de la situación. Se trata de crear un espacio «para el reencuentro», han señalado esta semana el presidente del Gobierno y la vicepresidenta Calvo. De la otra parte no han dicho nada, salvo las recurrentes apelaciones del presidente catalán al referendo de autodeterminación y a la amnistía para los presos del procés, dos líneas rojas para la Moncloa.

La primera fase de la mesa de diálogo será una forma de ganar tiempo sin acordar nada pero sin romper puentes. El momento de abordar el fondo del asunto, el conflicto político, quedará para bastante más adelante. Sánchez necesita tener asegurada la legislatura, o al menos la estabilidad parlamentaria durante un par de años, para hacer incursiones en terrenos resbaladizos.

Los representantes de las fuerzas soberanistas tienen asimismo un campo de acción limitado porque tienen elecciones a la vista. Esos comicios se llevarán por delante a alguno de los miembros de la mesa, a Torra por supuesto ya que dejará de ser presidente y no podrá ser candidato a nada en cuanto la justicia ratifique su inhabilitación.

Toca, pues, esperar a que se despeje el horizonte político en Madrid y Barcelona para alcanzar acuerdos de relieve. El líder de los socialistas catalanes propuso ayer explorar la vía de la reforma combinada del Estatut y la Constitución coronada por una votación en referendo. Miquel Iceta apuntó que sería «una fórmula» para encontrar una salida al conflicto. Pero hoy por hoy es un escenario improbable porque la reforma constitucional requiere el respaldo de dos tercios del Congreso.