Albert Rivera: coloca en la diana a Casado para frenar la fuga de votos

Ana Balseiro
Ana Balseiro REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Juan Carlos Hidalgo

En su cambio de estrategia también se enfrentó a Abascal, mientras que rebajó su placaje a Sánchez

05 nov 2019 . Actualizado a las 11:04 h.

«No se equivoque usted de adversario», le espetó Pablo Casado a Albert Rivera, después de que el líder de Ciudadanos hiciera al PP blanco de sus críticas al hilo de las transferencias de competencias a Cataluña desde la época de Pujol. Y es que si en abril el enemigo era Pedro Sánchez, ahora que, como avanzan los sondeos, su formación se desangra por la derecha, Rivera fijó en el PP su diana.

La primera piedra contra Casado fue a cuenta del conflicto catalán -aunque el conejo de la chistera fue el fragmento de adoquín que esgrimió ante Sánchez para denunciar su inacción ante los disturbios en Barcelona-, las puyas entre ambos líderes conservadores trufaron la noche. En concreto, Rivera aprovechó el bloque económico del debate a cinco para, más allá de propuestas fiscales (como «un IRPF no confiscatorio o que nadie pague el impuesto a la muerte»), tratar de doblegar a Casado con el látigo de la corrupción. «La verdadera revolución sería suprimir el ICB, el Impuesto a la Corrupción del Bipartidismo, que ha supuesto 48.000 millones de euros», aseguró, cartel en mano. «A mí usted de corrupción no me habla, como yo no le hablo de primarias limpias», le devolvió la bofetada Casado, acusándole de «embarrar el terreno».

De las estocadas tampoco se libró Abascal: le recordó que vivió cuatro años a cuenta de «un chiringuito» de los que dice querer cerrar.

Aunque su tono fue notablemente más moderado que hace seis meses, tiró del guion de entonces: volvió a preguntarle a Sánchez si dimitiría en caso de una sentencia condenatoria de los ERE en Andalucía.

Defendió aplicar el 155, propuso reformar la ley electoral para evitar la sobrerrepresentación de los nacionalistas, quitar «las trabas para que se pueda ser español en cualquier lugar de España [educación o tarjeta sanitaria única]» y se comprometió -esta vez sí- a «desbloquear la gobernabilidad desde la oposición». Cerró pidiendo el «voto liberal, centrista y valiente».

LO MEJOR

El gran golpe de efecto fue el adoquín que mostró para ilustrar la violencia en Cataluña. «No es del muro de Berlín».

LO PEOR

Las continuas interrupciones sacando a relucir a Torra cada vez que Sánchez habló de hacer un cordón sanitario a la ultraderecha.