El independentismo pretende emular a Hong Kong

david guadilla BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

Los manifestantes obligaron ayer a suspender más de cien vuelos en el aeropuerto de El Prat, cortaron las vías del AVE en Gerona y decenas de carreteras por toda Cataluña

15 oct 2019 . Actualizado a las 16:33 h.

El independentismo buscaba una imagen icónica que lanzar al mundo. La fotografía de una marea humana indignada por la sentencia que sirviese de nuevo como postal al mundo. Y la encontró en El Prat. El aeropuerto se convirtió en un caos, una especie de ratonera de la que difícilmente se podía salir y donde turistas, visitantes y recién llegados intentaban esquivar las manifestaciones. La policía se tuvo que emplear a fondo para evitar que hubiese un colapso total de la infraestructura.

Las protestas independentistas también afectaron a otras poblaciones catalanas, como Tarragona, Sabadell, Lérida y Gerona, donde cortaron las vías de tren y varias carreteras.

Quizás lo que mejor define lo que ocurrió en El Prat era ver la carretera que une las dos terminales. La vía se convirtió en una trampa. Los grupos de manifestantes cortaron el tráfico rodado. Así que la única solución era andar. Y por plena autovía se veía a gente arrastrar sus enseres mientras suspiraba, corría o miraba el reloj ante la amenaza de perder el vuelo. El órdago secesionista sumergió a todos en un escenario rocambolesco.

Que El Prat se había convertido en uno de los principales objetivos de los secesionistas se sabía desde hacía días. Su objetivo era emular a Hong Kong, donde miles de personas se manifiestan desde hace meses para reclamar más democracia a China. Para evitarlo se estableció un importante despliegue policial. Se trataba de frenar el Tsunami Democràtic, ese movimiento sin líderes conocidos y manejado a golpe de red social que dicta dónde tienen que ser las intervenciones de los activistas.

Los agentes aguantaron el primer impacto. Se establecieron controles en algunos accesos al aeropuerto por carretera. A las zonas principales solo se podía acceder con tarjeta de embarque. Incluso llegar al propio edificio resultaba complicado. Las retenciones eran enormes y el acceso por tren y metro fue cortado en diferentes ocasiones. En la terminal, grupos de protesta se encaraban con los Mossos y la Policía Nacional. Hubo las primeras cargas y algunos vuelos se iban cancelando. Al final fueron más de un centenar. En muchos casos, porque las tripulaciones no pudieron llegar al aeropuerto. Y más cargas policiales. En los enfrentamientos, al menos 54 personas resultaron heridas. El Tsunami Democràtic había dejado de ser pacífico.

La aparición de una docena de furgonetas de los Mossos ayudó a contener a los manifestantes. A diferencia de lo ocurrido el 1-O del 2017, cuando dejaron vendidos a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, ayer el dispositivo parecía más cohesionado.