Aumenta la brecha entre Marlaska y la Guardia Civil por el desafío independentista

M. Saiz-Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

El ministro del Interior en funciones, Fernando Grande Marlaska, interciene en el acto conmemorativo de la festividad de la patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar, celebrado en Huesca el pasado día 6
El ministro del Interior en funciones, Fernando Grande Marlaska, interciene en el acto conmemorativo de la festividad de la patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar, celebrado en Huesca el pasado día 6 JAVIER BLASCO | EFE

La Generalitat calienta el ambiente y pide la dimisión del general Pedro Garrido

11 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En el Ministerio del Interior tiemblan cada vez que saben que Pedro Garrido Roca va a hablar en público. En el departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska rezongan en privado contra la incorrección política del general de moda. Pero más allá de cuchicheos, nadie se atreve a llamar la atención al máximo responsable del instituto armado en Cataluña. Y es que Garrido -admiten responsables de la seguridad del Estado- se ha convertido en un icono intocable para el cuerpo. Un ídolo para la tropa y para sus compañeros del generalato de la Guardia Civil que ven en sus duras palabras a los indepes el «verdadero sentir del cuerpo» ante la deriva secesionista. 

Garrido, en cierta forma, es el mando en el que mejor se visualiza la brecha abierta en las últimas semanas entre la cúpula de la Guardia Civil y el Ministerio del Interior, al que el generalato recrimina en privado su supuesta tibieza con el independentismo. Pedro Garrido, con el aplauso de sus compañeros de fajín, dejó patente el pasado miércoles que la Guardia Civil no comparte las consignas de Marlaska de intentar recomponer puentes con la Generalitat, institución que ayer pidió por carta al Gobierno el «cese inmediato» de Garrido. 

De las sonrisas al odio

En un discurso de un calado político inusual para un militar, Garrido afirmó que la «revolución de las sonrisas» se ha tornado en «odio y mezquindad». No fue un desliz. Era consciente de que entre los invitados al día la patrona de la Guardia Civil en Sant Andreu de la Barca (Barcelona) estaban el secretario general de la Consejería de Interior, Brauli Duart; el director de los Mossos, Pere Ferrer; y el comisario jefe, Eduard Sallent. Tras escucharlo, se fueron airados.

El general -según su entorno- sabía cuál sería la reacción de sus invitados y que en Interior temían que sus palabras causaran otra crisis con los Mossos en puertas del operativo policial entre Interior y Generalitat por el fallo del procés.

Los intentos en las últimas horas del Ejecutivo central de minimizar, casi disculpar, ante la Generalitat las palabras de Garrido han hecho cerrar más las filas en el cuerpo, donde hasta las asociaciones profesionales han respaldado al general. Las declaraciones del ministro negando tensiones y afirmando que la «cooperación» entre las fuerzas de seguridad y los Mossos es «inmejorable» han terminado de caldear los ánimos.

Los discursos de Garrido contra el «independentismo radical, autócrata, sectario y supremacista» ya le crearon antes problemas a Interior. Pero ahora, la carga va contra Marlaska. En el cuerpo ha enraizado un profundo enfado con el ministro por intentar quitar hierro a la detención de siete CDR por terrorismo. Y es que Marlaska había abroncado a los mandos por no avisarle del alcance del operativo.