Debates negados, sociedad engañada

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

ESPAÑA

13 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Subidas de precios, protestas sociales, dificultades en las fronteras, desabastecimiento de comida y medicinas… Serían algunos de los efectos que el brexit salvaje que propugna Boris Johnson provocaría en el Reino Unido. Un brexit pactado no tendría consecuencias tan graves, pero probablemente serían similares. Ese informe no es de ninguna organización subversiva, ni siquiera de un partido de la oposición. Es un informe del Gobierno, pero que hasta ahora se mantuvo en secreto en una flagrante ocultación a los ciudadanos. Cabe preguntar si esa perspectiva de futuro se conocía o se intuía cuando se convocó el referendo. Y en cualquier caso, es obligado plantear cuál es el sentido de la gobernación que tiene el señor Johnson, que condena a los ciudadanos a un futuro de malestar. Allá él con su responsabilidad histórica y allá los miembros de su partido con su tolerancia. Se demuestra -y no pienso en la actual coyuntura española- que las obsesiones políticas pueden infinitamente más que el interés popular.

Conocí los detalles de ese informe al mismo tiempo que comentaba el sentido político de la Diada. Acababa de escuchar al señor Torra anunciando, una vez más, la llegada de la república catalana. Los manifestantes de la plaza de España de Barcelona veían una proclama en el suelo que decía: «Objetivo independencia». La palabra independencia figuraba en las pancartas y en los discursos, en un ejercicio de libertad de expresión. Y me resultaba imposible no relacionar el informe británico con lo que estaban viendo mis ojos: ¿esa buena gente que salía a la calle en defensa de la nación libre y soberana sabrá lo que supone para su economía y su vida el objetivo que buscan con tanta pasión? ¿Lo sabrá el señor Torra, o le importa un pimiento lo que pase a su país porque sigue entendiendo que la independencia será el paraíso, rebosante de riqueza, salud y ríos de miel por toda su geografía?

El señor Borrell publicó un libro en el que puso números a las mentiras pasadas y a las mentiras del futuro. Fue un trabajo serio, documentado y razonado, pero chocó con la verdad decretada por el separatismo y al señor Borrell le decretaron la muerte civil por españolista, seguramente por facha y por traidor a la patria catalana. Un diputado nacionalista hizo el gesto de escupirle en el Congreso. Creo que no le escupía solo a Borrell: le escupía a la razón o, al menos, al intento de introducir algo de razón en el conflicto. Y así, los ciudadanos catalanes son llevados a ciegas a su idílica república sin que ninguno de sus gobernantes tenga la honradez de abrir un debate sobre las consecuencias. Lo dicho: no dejes que una obsesión política sea condicionada por el interés popular.