Los partidos urbanitas se hacen amiguitos del rural

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

María Pedreda

El movimiento de la España vaciada y la batalla en provincias olvidadas dispara el oportunismo demográfico en la campaña

19 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Por un lado, la idea de situar la manifestación de la España vaciada en la antesala de la campaña electoral ha sido todo un éxito: ha obligado a los partidos urbanitas a ponerse las pilas y que los políticos pisen al fin territorios ignotos de la España profunda, más allá de sus escapadas a una casa rural con wifi. Por otro, la multitudinaria concentración impulsada por colectivos como Teruel Existe o Soria Ya! en Madrid pudo desaforar la creatividad de los asesores de algunos partidos, que sin saber en muchos casos lo que es el campo y la despoblación, comenzaron a vomitar propuestas en serie haciendo gala de lo que podríamos llamar oportunismo demográfico. Esta pose política interesada se agrava sensiblemente si se tiene en cuenta que esta vez sí habrá batalla electoral en las provincias olvidadas, en los escenarios existenciales de Unamuno.

Hay partidos como Ciudadanos o Unidas Podemos que no pueden negar su genuino origen urbano, y su deseo de implantarse en esas grandes extensiones vacías, bien mesetarias, bien del noroeste peninsular. Y fue precisamente Ciudadanos el que lanzó esa curiosa propuesta de descontar un 60 % del IRPF a quien se asiente con un proyecto empresarial en «municipios en riesgo de despoblación», lo que se supone que excluye Galapagar, donde Pablo Iglesias e Irene Montero construyeron su polémica residencia.

Ciudadanos plantea un plan de choque para superar la brecha digital en las zonas rurales, un problema acuciante en Galicia y que, según sus cálculos, afecta al 20 % de la población española, al tiempo que propone una serie de medidas para favorecer el emprendimiento rural. Más de 4.000 municipios están en riesgo de despoblación y los de Albert Rivera ambicionan un gran pacto de Estado para solventar este problema, que en el caso de Galicia afecta especialmente a buena parte de las provincias de Lugo y Ourense, pero también al interior de las de A Coruña y Pontevedra.

Podemos, el otro partido de raigambre urbana, no le va a la zaga. Aspiran a crear un fondo «para luchar contra la despoblación en las comarcas más vulnerables», con una dotación inicial de 500 millones anuales del Estado. Y un Plan Nacional de Desarrollo Rural para revitalizar su estructura social y económica. Casi todas las medidas que proponen tienen alguna mención a esa otra España que está en riesgo de desaparición.

Vox es diferente. En casi todo. Aunque surgió en el escenario urbano, busca en lo rural las esencias hispanas, y supo conectar con ciertos sectores de estas zonas con su defensa de los toros, la caza y otras españolísimas costumbres. En genérico, como casi siempre, prometen «combatir las desigualdades de oportunidades que separan a los ciudadanos del medio rural y del urbano».

En el otro lado están las formaciones del antiguo bipartidismo, con mucha más implantación en las zonas rurales, aunque de desigual manera. El PSOE plantea una Estrategia para el Reto Demográfico en una línea parecida a la que inició Rajoy y de la que no se supo mucho más. Los socialistas quieren reactivar el empleo en estas zonas a través de lo que denominan «oficinas de despoblación». Esta estrategia pretende garantizar los servicios básicos en cualquier zona del país. Y cuidado: amenazan con «eliminar los estereotipos y poner en valor la imagen y reputación de los territorios más afectados por los riesgos demográficos». ¿Los verán demasiado poco modernos?

El PP apuesta por la escuela rural, a pesar de que en las autonomías en las que gobiernan aplicaron la concentración escolar. También pretenden impulsar la industria agroalimentaria. Y aún más importante, recogen la reclamación de Feijoo y del noroeste para que la despoblación y el envejecimiento -no hablan de dispersión- cuenten en la financiación autonómica. En Marea quiere una Galicia rural viva, para la que plantea múltiples medidas relacionadas con la economía verde. El BNG, coherente con su propia historia política, quiere reforzar el sector primario.