Balcones con vistas al Supremo por 400 euros

Doménico chiappe MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Algunos vecinos hacen caja subastando sus terrazas para las cámaras de televisión

14 feb 2019 . Actualizado a las 07:17 h.

Las mejores vistas al Supremo están en la calle del General Castaños. A las fincas con los números 7 y 9 llegaron los telediarios para improvisar una subasta por el telefonillo. La oferta partió de 300 euros, según una fuente de uno de los edificios. Los vecinos del 7 rechazaron la propuesta. «Yo no alquilo, no», respondió ofendido un hombre elegante que salía a caminar ayudado por su bastón.

En el portal de al lado sí mostraron interés. Así que comenzó la puja. La primera en alzar la mano, dicen los vecinos, fue La Sexta, por 400 euros el día. Otros dos lograron ese medio metro cuadrado para su trípode: RTVE y un canal británico, aseguraban. El lunes, tres cámaras, y ayer, una sola en la segunda planta. «A los demás vecinos les molesta que estén subiendo y bajando por las escaleras», dijo uno. «Había más gente cuando vinieron los Jordis: ahora estamos cansados de todo esto. Por aquí solo se habla de lo que costará el juicio».

Estos tres propietarios de los balcones fueron los únicos de la zona claramente beneficiados por el juicio. El bar más conocido de los habituales al tribunal se llama, como no podía ser de otra forma, El Supremo. Allí las ventas no aumentaron significativamente, asegura el encargado. El bar está en una calle, la del Marqués de la Ensenada, bloqueada por las barreras policiales. A su lado, la librería Lex Nova. Su mesa de novedades se alzaba en la acera vacía. «Han cortado los dos accesos y no circulan los clientes», advertía Ester Vallejo, la librera. «Los comercios pequeños lo notamos mucho. Lo podemos asumir un día o dos, pero esto va para largo».

Poco amarillo

Los miembros de la plataforma Silenci se detuvieron frente a un policía que custodiaba un acceso de Bárbara de Braganza. Querían pasar para hablar con la «secretaria de Llarena». Eran cuatro y venían de Tarragona, donde cada día realizaban una «acción para que jueces y fiscales se rebelen», contó Luis Pastrana, su líder. Sus bufandas amarillas y los carteles enrollados en sus manos eran la única pincelada de color que había por los predios del Supremo. El grupo instaló su «acto de silencio estricto» en el paseo de Recoletos. En la estrecha calle, una furgoneta de reparto tuvo que esquivarlos.

Más allá, en sentido contrario al de los pasos de los miembros de Silenci, las puertas del bar Genium, frente a la plaza de las Salesas, se abrían y cerraban sin parar. Allí sí aumentaron los clientes. Sobre todo policías y parte de los 200 periodistas (de los 600 acreditados) que pasaron por la sede del tribunal.