Las Protegidas amaneció ayer entre el silencio y el dolor por la pérdida

I. Gelibter MÁLAGA / COLPISA

ESPAÑA

Servicios funerarios portan coronas de flores en el tanatorio de la barriada malagueña de El Palo
Servicios funerarios portan coronas de flores en el tanatorio de la barriada malagueña de El Palo Daniel Pérez | EFE

26 ene 2019 . Actualizado a las 22:07 h.

Las calles de El Palo amanecieron ayer sábado en el más profundo de los silencios. Tras una noche de calma tensa llegó la mala noticia. La aparición del cadáver de Julen había provocado en Las Protegidas un llanto conjunto de dolor tras dos semanas de lucha y esperanza. Unas horas más tarde, justo cuando al sol asomaba en el barrio más oriental de la ciudad de Málaga, dos señoras -sin hablarse entre ellas- barrían la puerta de sus casas en una escena propia de la idiosincrasia paleña. En el Llano, a escasos 100 metros de la casa de José y Vicky, los padres de Julen, varias docenas de velas colocadas en forma de corazón agotaban los últimos centímetros de cera.

Justo al límite del arroyo se levanta el cementerio municipal. A las 8.30 de la mañana solo los padres del pequeño y un reducido grupo de familiares aguarda en el interior del tanatorio. Poco a poco empiezan a llegar curiosos. A medida que sube el sol el barrio se despereza y comienza a asumir la realidad. Grupos de personas de todas las edades camina con la mirada perdida. El silencio de la calle se rompe con los sollozos que salen a través de las ventanas de una de las casas. Justo debajo de ella descansa sobre una silla un dibujo de un niño pequeño que reza: «Julen, estamos contigo».

Todos juntos

El Palo es un barrio de pasiones, en todos los sentidos; en los buenos y en los malos. El luto forma parte de los rostros, pero también de las conversaciones. Unos minutos más tarde la Asociación de Vecinos de El Palo convoca una concentración en la plaza. El dolor está patente en sus caras. Son rostros de derrota; de la constatación de que la esperanza con la que todos han vivido estos días en pos de un milagro se ha desvanecido. Pero cuando acaban las palabras y los dos minutos de silencio, un hilo de paz recorre los corrillos. «Al menos hemos estado todos juntos. En El Palo y fuera del barrio. Y así seguiremos porque Julen y su familia se lo merece», defiende una vecina. Pasadas las 16 horas el tanatorio era ya una marea humana que vio llegar al féretro en el momento de mayor emoción del día después. En realidad, no era sino la primera de las muchas despedidas.