Murillo trabaja en una empresa privada de seguridad. Tiene 63 años de edad, no está casado, apenas tiene amigos y carece de historial psiquiátrico. Nostálgico del franquismo, aficionado a las armas, motero y «dispuesto a sacrificarse por España», según insistió a los policías cuando lo detuvieron. Un lobo solitario. Aunque en su entorno familiar, según Antena 3, descartaron que estuviera dispuesto a matar al presidente del Gobierno y que si lo había dicho, como ha quedado registrado por sus conversaciones en WhatsApp, debía de ser después de haber bebido.