La ministra de Justicia, contra las cuerdas

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Mariscal | EFE

Otra grabación de una cena con Villarejo en la que llama «maricón» a Marlaska, lleva a Iglesias a unirse al PP y a C's para exigir la dimisión de Delgado, reprobada además en el Senado

26 sep 2018 . Actualizado a las 07:44 h.

Un nuevo asiento del Consejo de Ministros vuelve a estar en peligro. Esta vez se trata del de la titular de Justicia, Dolores Delgado, que se encuentra en una situación comprometida tras salir a la luz otra grabación del año 2009 en la que se refiere diciendo que es «un maricón» a Fernando Grande-Marlaska, por entonces compañero en la Audiencia Nacional y en la actualidad compañero de Gabinete. Delgado utiliza la condición sexual del ministro del Interior para hacer un par de comentarios homófobos, con los que busca y consigue la sonrisa de varias de las personas con las que comparte mesa en un restaurante gallego de la capital española: el juez Baltasar Garzón, el polémico excomisario Villarejo y otros altos cargos policiales.

En los cortes de voz difundidos ayer por el confidencial Moncloa.com, Delgado también muestra su preferencia por trabajar exclusivamente con hombres. «Porque sé perfectamente por dónde van», explica. Aunque la conversación forma parte del ámbito privado, en el Gobierno existe cierta preocupación porque atentan directamente contra tres de las grandes banderas que los socialistas han agitado con más fuerza desde su conquista de la Moncloa: el derecho a la libertad sexual, el feminismo y la limpieza, ya que Villarejo, el supuesto responsable de la difusión de estas grabaciones, es uno de los máximos exponentes de todo lo contrario a la transparencia.

En Podemos llevan tiempo refiriéndose a este excomisario policial involucrado en otros muchos casos de chantaje y escuchas como uno de los grandes representantes de «las cloacas del Estado», un concepto al que recurren con mucha frecuencia. De ahí que Pablo Iglesias pidiese ayer abiertamente la dimisión de la ministra de Justicia. «Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura de las cloacas de Interior debe alejarse de la vida política porque hace daño a la mayoría parlamentaria que protagonizó la moción de censura. Creo que estoy siendo cristalino. No es aceptable que en este país haya ministros que sean amigos de tipejos como Villarejo», declaró el secretario general de Podemos.

Esta exigencia de la formación morada complica la continuidad de Delgado en el Gobierno, ya que su principal socio parlamentario pasa a alinearse con el PP y Ciudadanos, que llevan ya varios días pidiendo la cabeza de la ministra por dejar desprotegido al juez Llarena, encargado de la instrucción de la causa secesionista, ante la demanda cursada por Puigdemont en Bélgica.

«¡Dimisión, dimisión!»

Precisamente, Dolores Delgado fue reprobada ayer por ello. El PP, que cada vez se siente más fuerte y más cómodo en el Senado, empleó su holgada mayoría absoluta para censurar la actuación de la titular de Justicia mediante este mecanismo parlamentario sin consecuencias. Pero además de Cataluña, en la sesión de control al Gobierno también salieron a colación las grabaciones de Villarejo, y los senadores populares, en bloque, hicieron retumbar la Cámara Alta con sus gritos de «¡dimisión, dimisión!».

La «todavía ministra» Delgado, como la llamó una parlamentaria conservadora, evitó entrar en la polémica. Solo se refirió a este asunto a primera hora del día asegurando que los audios están manipulados y que el Marlaska al que hace referencia no es el titular del Interior, sino otro. Esto último lo acabó rectificando a las dos horas, pero puntualizando que no es a él al que llama «maricón». Marlaska trató de quitarle hierro: «Lo importante no son las palabras, sino los hechos», justificó.

De momento, el Gobierno cierra filas. Con Sánchez de viaje en Estados Unidos, ayer le tocó lidiar con el asunto a la vicepresidenta, Carmen Calvo, que se limitó a decir que Delgado «se va a mantener perfectamente» en el cargo. Algo más contundente fue la ministra portavoz, Isabel Celaá, que mostró «la máxima confianza» del Ejecutivo.

El problema para Delgado es que este apoyo puede que tampoco signifique demasiado, ya que se repiten exactamente los mismos patrones antes de que a Huerta y a Montón se les indicase la puerta de salida. En la Moncloa desconfían de la posibilidad de que haya una nueva entrega de grabaciones comprometidas para hoy.