El conflicto por los lazos amarillos profundiza la fractura social en Cataluña

cristian reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

Atlas

Ante el aumento de la tensión, hay independentistas que sugieren zanjar el pulso por el temor de que se les vuelva en contra

02 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«O baja la tensión o esto acaba a golpes». Es la opinión de un dirigente socialista catalán sobre la polémica de los lazos amarillos en Cataluña. Un pulso en la calle que ha hecho saltar todas las alarmas de la convivencia. Hasta la Junta de Seguridad de Cataluña abordará el asunto en su reunión de este jueves.

En solo una semana se han producido dos agresiones en la calle. La primera, contra una mujer que retiraba lazos con su familia en Barcelona. La segunda, contra un cámara de televisión en la manifestación que organizó Ciudadanos el miércoles pasado para apoyar a la mujer agredida. En el verano caliente, que se anticipa al otoño que se prevé aún más candente, se han contabilizado una treintena de incidentes.

Los independentistas se han lanzado a llenar las calles, monumentos, edificios públicos y playas de color amarillo para pedir la libertad de los dirigentes secesionistas que están en prisión. En el lado opuesto han decidido retirar la simbología de ese color para «limpiar» Cataluña.

Las iniciativas ciudadanas siempre han ido de la mano de una escalada verbal por parte de los líderes políticos. Quim Torra ha hablado de brotes «fascistas» contra los lazos y pidió a la policía catalana que actúe contra los «grupos agresivos». Albert Rivera e Inés Arrimadas se pasearon el miércoles por Alella (Barcelona), retirando símbolos con sus manos y tirándolos a la basura. Unos y otros se acusan mutuamente de poner en riesgo la convivencia.

De momento, el día a día en Cataluña es más bien tranquilo a pesar de la tensión política. Pero la chispa puede saltar en cualquier instante si las pequeñas batallas van a más y el conflicto político se sitúa en los parámetros de octubre del año pasado. ¿Está fracturada la sociedad catalana?, ¿hasta qué punto estos últimos incidentes son un síntoma y un anticipo de la quiebra de la convivencia o son casos aislados como trata de presentar el secesionismo, que niega la fractura social y admite únicamente la división?

Conflicto latente

«Hay un conflicto latente», afirma Gabriel Colomé, profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), exdirector del CEO y alto cargo del Ministerio de Exteriores a partir de mañana. «Hay fractura y cansancio», añade. «Es evidente que hay una fractura social», según Joan López Alegre, consultor de Comunicación, exdirigente del PPC.

Salvador Cardús, profesor de Sociología en la UAB y que formó parte del consejo asesor para la transición nacional que creó Artur Mas, niega la mayor: «No hay tensión en la calle», asevera. «Es como con la lengua, que alguno ha querido presentar como un conflicto», señala. Cardús, que en las pasadas elecciones se presentó en las listas de JxCat, considera que los últimos episodios ocurridos en los que se ha llegado a las manos «son expresiones verdaderamente aisladas» (la misma opinión del Gobierno catalán), que no cree que tengan «mucho recorrido». Es más, apunta que desde el propio soberanismo ya están surgiendo voces que piden dejar de insistir en la colocación de lazos, pues consideran que la guerra de símbolos «no lleva a ningún lado» y puede acabar perjudicando al propio movimiento secesionista, si se producen casos de violencia. 

Batalla por la calle

Lo que se está librando con el pulso de los lazos es, según Gabriel Colomé, quién tiene la hegemonía del espacio público. A su entender, la novedad es que se ha roto la espiral de silencio que existía en la sociedad catalana hasta octubre del año pasado. Y ha ocurrido, según mantiene este profesor de Ciencia Política de la Universitat Autónoma de Barcelona, que una parte de la sociedad que en sus manifestaciones grita que las calles siempre serán suyas ha tratado de apoderarse del espacio público, poniendo cruces, lazos y esteladas por todas partes.

«Los lazos en el espacio público responden a una estrategia de amedrentamiento social, de imposición de una ideología única», según López Alegre. «Quieren implantar una república a la brava, por lo que necesitan el control del espacio público», señala. «Si no hay respuesta social, si no se quitan lazos, será un primer paso del éxito de su propuesta totalitaria», remata.

Cardús, desde la óptica soberanista, se niega a aceptar que se pueda poner en el mismo nivel colocar un lazo que retirarlo. Ponerlos es un acto de democracia. Sacarlos es limitar la libertad de expresión, considera.

Todos ellos coinciden en que incidentes siempre puede haber. «Puede pasar que salte la chispa», según Gabriel Colomé. El elemento preocupante, a su juicio, es el «clima de tensión que se está creando». «Un ambiente tenso que puede explotar por cualquier tontería», advierte.

«A los independentistas les da igual si hay violencia si al final el resultado da la obtención de la independencia», replica López Alegre.

Colomé considera en cambio que el deshielo «va a seguir su curso», porque, añade, «el escenario de un Gobierno que dice ‘hablemos’ desconcierta a los independentistas radicales».

Una treintena de altercados dispararon todas las alarmas

La treintena de encontronazos entre partidarios de la independencia y personas que retiraban lazos amarillos o iconografía secesionista ya ha derivado en violencia en algunos casos. Estos son los más significativos.

-Agresión a una mujer en Barcelona. El 25 de agosto, una mujer recibió un puñetazo en la cara cuando retiraba lazos amarillos de la valla del parque de la Ciudadela, en Barcelona, junto a su marido y sus tres hijos. El hombre fue detenido y denunciado por un delito de odio. Antes, en abril, una mujer de 67 años también fue agredida por retirar lazos en Barcelona, y el 16 de agosto, en Canet de Mar, un hombre que estaba quitando simbología atacó con un cuchillo a una persona que se lo recriminó. El fotoperiodista Jordi Borràs fue agredido supuestamente por un policía el 17 de julio.

-Golpes a un cámara de Telemadrid en una manifestación de C’s el miércoles pasado en apoyo a la mujer atacada unos días antes en Barcelona. Fue confundido con uno de TV3 por llevar una camiseta con un dibujo amarillo.

-Cementerio de cruces en la playa de Canet (Barcelona). En mayo hubo una trifulca entre unos encapuchados que quitaban cruces amarillas que los CDR habían plantado en el arenal. Cuatro personas resultaron heridas y 13 fueron identificadas por la policía local. En Mataró, Llafranc y Calella se vivieron escenas similares.

-Un vehículo irrumpió en plaza mayor de Vich el 22 de julio para tumbar el cementerio de cruces amarillas que la ocupaba.

-Brigadas de limpieza en Tarragona y Gerona protagonizaron acciones nocturnas de retirada masiva de simbología secesionista. Visten como los que limpiaron las playas de chapapote, en Galicia.