«Atentaban todas las semanas contra nosotros, ¿cómo vamos a perdonar?»

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

ESPAÑA

CESAR DELGADO

Un atentado en 1981 obligó a Ángel Penas dejar la Guardia Civil con 27 años. Considera muy pobre el comunicado de ETA

14 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La declaración de disolución de la banda terrorista ETA está siendo de difícil digestión para Ángel Penas Montaña (Vilasantar, 1953). Quizá la banda desaparezca, pero no lo hará el recuerdo que le ha dejado a Ángel de por vida desde 1981. Entonces era un joven guardia civil con plaza en Bilbao. Un barrido de ametralladoras le apartó para siempre de la vida laboral, dejándole un recuerdo en el cráneo. «Al principio recuperé el conocimiento, pero al día siguiente caí en picado con muchos problemas: no coordinaba, no era la persona de antes», recuerda. Poco podía imaginar que con solo 27 años acababa de hacer su último servicio a la Guardia Civil. Desde hace varios años, este vecino de Curtis preside la asociación de víctimas del terrorismo Santiago Apóstol, que aglutina a unos 60 socios.

-En el comunicado de ETA se da a entender que el auge del País Vasco se lo deben a los terroristas.

-Ellos tenían varias profesiones y una de ellas era matar. En aquellas fechas no solo les resultaba barato hacerlo, sino que incluso eran subvencionados, qué le voy a decir que no se sepa… Como ellos no eran realmente perseguidos y ajusticiados como tenían que ser... No hay más que ver los juicios de la Audiencia Nacional: eran más valientes los comandos que las propias víctimas. De hecho no podíamos estar juntos.

-Ellos hinchaban pecho en esos banquillos acristalados.

-Más que los propios jueces, incluso. Y ahora hay que escuchar el comunicado de boca de alguien que dirigió atentados…

-¿Qué le parecería un acercamiento de presos?

-La solución no está en el acercamiento de presos. Ellos tienen que mentalizarse de lo que han hecho, y hacer una cosa tan sencilla como es pedir perdón, que digan que se han equivocado, que no tenían que haberlo hecho. Ellos, en cuanto veían uniformes… en fin, era su objetivo: eliminarnos. Y sospecho que algunos no están convencidos de que lo van a dejar.

-Todos los atentados le dolieron, pero, al margen del suyo, ¿cuál es el que más le ha indignado?

-Todos, sí, pero especialmente uno: acababa de ocurrir un atentado en Lemóniz con tres muertos, creo. Digo creo porque, como hubo atentados en todos los pueblos, ya es fácil equivocarse. Pues bien, un compañero de aquellos guardias civiles asesinados no pudo soportarlo y esa misma noche, cuando su mujer se acostó, él cogió su pistola, se fue al baño y se quitó la vida. Era un buen amigo mío, de León. Y así podríamos continuar hasta escribir una novela trágica.

-¿Qué han comentado en la asociación sobre el comunicado?

-Sabíamos que iban a ceder, aunque no lo esperábamos tan rápido. Pero es que las fuerzas de seguridad han hecho muy buen servicio y los tenían totalmente controlados. Al estar ellos en esta situación, ¿qué les queda más que abandonar? Ellos estaban encantados con su labor, ¡pero si hasta iban a sus pueblos y recibían homenajes!

-Los etarras que no pidan perdón serán considerados como los violadores sin rehabilitar. Supongo que estarán de acuerdo.

-Por supuesto, el fin no es solo la rehabilitación. Lo que decía antes: que tengan la dignidad de pedir perdón por los daños causados. Un muerto no resucita, pero al menos que no sigan haciendo daño. Y es muy difícil perdonar. No se trata de un atentado determinado, es que allí era todas las semanas, ¿cómo vamos a perdonar? Obviamente, prefiero que esto termine, pero los muertos no vuelven.

-Cuando ETA desaparezca, ¿qué papel les queda a las asociaciones de víctimas?

-De momento aún no ha desaparecido, solo lo han anunciado… Lo ideal sería que ETA desapareciera y que también desaparecieran las asociaciones, pero sin olvidar los daños que nos han hecho. Yo soy víctima de un atentado terrorista que no se debía haber cometido.